El movimiento iconoclasta
5. Primer periodo iconoclasta (730 -787)
6. II Concilio de Nicea
7. Segundo periodo iconoclasta (813-843)
8. El triunfo de la ortodoxia
9. La posición de Roma
10. Las relaciones Roma-Constantinopla
11. Oración
1. Introducción
La veneración de las imágenes sagradas se remonta a los primeros días del cristianismo. Las imágenes de Cristo, la Virgen, los santos o las escenas bíblicas se conocen en el cristianismo desde el siglo II
En los primeros siglos, las imágenes sagradas eran simbólicas, pero ya en el siglo IV era frecuente ver las paredes de las iglesias cristianas decoradas con pinturas y frescos. A partir del siglo V se hace la transición a la iconografía histórica, no de forma totalmente pacífica, pues algunos protestaron al ver rostros y eventos propios de la historia sagrada, no reconociendo la legitimidad e importancia de la representación pictórica de los mismos. Estas protestas ganaron fuerza considerable cuando la veneración de iconos fue acompañada por costumbres supersticiosas o convertidas en franca idolatría, en clara violación del segundo mandamiento de la ley de Dios.
“El arte antiguo iba penetrando en la Iglesia lentamente, con gran dificultad. El arte de este mundo constituía una herencia de la que la Iglesia extraía, para sacralizarlos, ciertos elementos que le servían para expresar la revelación cristiana. En este proceso, es natural que penetraran en la Iglesia algunos elementos del arte antiguo que no eran sacralizables, porque no correspondían al sentido del arte sacro e incluso lo contradecían”(USPENSKI, págs.. 106s)
Con el tiempo, el número de personas que se manifestaban en contra de la veneración de iconos no solo no disminuyó, sino que aumentó, tendencia alentada por la superstición e irregularidades en la veneración de los iconos. Había iconoclastas entre el clero, incluso entre los obispos, entre el estamento militar y entre personas seculares.
La importancia de la ideología iconoclasta está lejos de limitarse al llamado período iconoclasta. De diferentes maneras la iconoclasia ha existido permanentemente en la historia (albigenses, en Francia; judaizantes, en Rusia; protestantes, en Europa; etc ), no limitándose la destrucción de imágenes solamente a los iconos. Por ello, la respuesta de la Iglesia en los siglos VIII-IX, hecha con la solemnidad de un Concilio Ecuménico, conserva su valor hasta el presente.
Una característica de las protestas sociales en Bizancio fue que, iniciadas por razones muy variadas –económicas, sociales, políticas, militares, etc.- fueron hábilmente canalizadas por el poder político hacia los movimientos religiosos considerados heréticos. Precisamente, los levantamientos del siglo IX estuvieron estrechamente asociados con la herejía generalizada de los pavlikanos, quienes percibían el mundo terrenal como el reino de Satanás y, por lo tanto, se oponían a los gobernantes "sumidos en pecados".
• La oposición de Constantinopla a la política papal, que buscaba la alianza con Francia.
• La eterna rivalidad entre Roma y Constantinopla, la “segunda Roma”.
• La confrontación entre el estamento militar y el monacato, absolutamente enfrentados por la veneración de las imágenes y la posesión de la tierra, tan abundante entre los monjes
• La reciente creación de los Estados pontificios, apoyada por Francia.
Probablemente, todos estos factores concurrieron en un grado u otro. Pero hay que reconocer que, objetivamente, la iconoclasia es una manifestación que constantemente ha estado presente en el cristianismo. La iconoclasia existió mucho antes de que el poder estatal se pusiera del lado de ella. Continuó existiendo incluso después de que las autoridades tomaron una posición abiertamente hostil hacia él. Con el mismo credo, se repitió varias veces en la historia de diferentes países. Sigue existiendo en nuestro tiempo y, además, ahora sin la más mínima conexión con ningún poder político.
2. El periodo iconoclasta. S.VII—IX
En los siglos VI y VII perviven en Bizancio dos situaciones de difícil conciliación.
Por un lado, el arte clásico griego presenta unos aspectos sensualistas que, prima facie, no parecen idóneos para presentar adecuadamente la divinidad en las artes visuales de la escultura y la pintura.
Por otro, el creciente culto de los iconos se estaba desarrollando con características de verdadera adoración –culto que sólo es admisible a Dios-, acompañado de supersticiones primitivas en el pueblo
Todo ello causó profunda oposición en los círculos puramente griegos y encorajinó a las fuerzas religiosas opuestas a la misma existencia de imágenes, como los judíos y los musulmanes.
La iconoclasia bizantina se divide en dos períodos, cuya frontera común es el Séptimo Concilio Ecuménico y la posterior restauración temporal de la veneración de iconos.
El primer período, que duró casi 60 años, del 730 al 787, comienza durante el reinado del emperador León III y terminó cuando se celebró el Séptimo Consejo Ecuménico, bajo la regencia de la emperatriz Irina, que restauró la veneración de los iconos y estableció la doctrina teológica y dogmática sobre la imagen cristiana y, por ende, sobre la veneración de los iconos.
El segundo período, que duró unos 30 años, comienza en el reinado del emperador León V (775-780). Cuando, aunque no se toca la existente legislación iconoclasta, cesan las persecuciones contra los veneradores de iconos. Termina durante la regencia de la emperatriz Teodora, en. 842, cuando acaban las luchas intestinas dentro del palacio bizantino y se abre un periodo de paz definitivo en la contienda iconoclasta.
Posteriormente, en 844, un sínodo establece definitivamente la fiesta del Triunfo de la Ortodoxia, a celebrar el primer domingo de Cuaresma.
En la página Teología de icono puede observarse que desde Leon III, primer emperador iconoclasta, hasta Teodora, que preside “El triunfo de la ortodoxia”, gobiernan Bizancio 12 emperadores o regentes, de los cuales solo 6 eran iconoclastas activos.
3. Las tensiones sociales
La primera consecuencia de la iconoclasia fue ruptura sin remedio entre la corte y el arte popular. Desde el siglo VIII, el palacio iconoclasta se distancia de su pueblo en la concepción del arte, al oponer un arte espiritualista y doctrinario al arte popular, más sensible a los sentidos. Mientras la gente seguía venerando los iconos de numerosos santos, el estamento cultivado de la corte y los sujetos de esmerada educación cultivaban el arte conceptual, no figurativo.
Murales y mosaicos con composiciones figuradas, así como iconos, fueron destruidos sin piedad, como puede observarse en la recién restaurada iglesia de Santa Irene, en Estambul.
3.1.-El poder eclesiástico
El debilitamiento temporal del poder imperial en Bizancio, que ocurrió después de la muerte de Justiniano, condujo a un aumento significativo en la influencia de la Iglesia y el monacato en la sociedad. La riqueza de la iglesia y su interferencia en la política comenzaron a representar una amenaza para el poder imperial.
El monacato era la principal fuerza de los adoradores de iconos, más aún que la jerarquía eclesiástica, y se había convertido en una fuerza formidable ante las autoridades seculares, que se vieron obligadas a enfrentarse con las tendencias centrífugas de la propiedad de la tierras en poder de los monasterios, en nombre de la protección de sus intereses económicos vitales. La lucha por la tierra era una dimensión importante en el llamado movimiento iconoclasta, que duró durante los siglos VIII-IX.
La oposición a la veneración de iconos suponía, sin ningún género de dudas, una grave interferencia del poder estatal en los asuntos internos de la Iglesia, en su vida litúrgica y religiosa. Por ello, desde el principio, los confesores de la ortodoxia tomaron una posición clara e intransigente.
3.2.-El poder secular
La influencia espiritual de la jerarquía eclesiástica y de los monjes sobre el pueblo era muy importante y, de alguna manera, suponía un contrapoder a la autoridad del Emperador. Pero ambos grupos eran los pilares sobre los que se apoyaba el culto a las imágenes del pueblo.
Como precisamente en palacio existía una amplia tendencia iconoclasta, deseando socavar la influencia ideológica del clero superior y de los monjes, los iconoclastas se opusieron a la veneración de los iconos, llamándola idolatría.
El movimiento iconoclasta fue liderado por los emperadores de la dinastía Isauria, comenzando por León III, que supo unir a su causa los intereses del estamento militar, en especial de la nobleza militar femenina, que a partir de recientes éxitos militares comenzó a exigir la transferencia de parte del control estatal a la clase militar, la desamortización parcial de las tierras monásticas y la distribución de estas tierras a los militares.
Así, pues, el grupo de iconoclastas, liderado por los propios emperadores, estuvo compuesto por representantes de la nobleza, del ejército, y de una parte no desdeñable de la población campesina y artesanal del país. Como grupo movido por sus intereses propios, buscó debilitar la posición de la iglesia a través de un enfrentamiento con ella que tomó la forma de una lucha ideológica: iconoclasia contra la veneración de iconos.
3.3.-El pueblo, dividido
Una parte de las masas, insatisfechas con el crecimiento de la propiedad de la tierra monástica y la mayor explotación por parte del clero superior, se organizó para luchar por la posesión de la tierra y el derecho a arrendarla a los campesinos, y dio respuesta favorable a las ideas iconoclastas.
Otra parte del pueblo, en especial el situado en las regiones europeas del imperio, fue sensible a las campañas del monacato contra los iconoclastas, y ayudó a formar, junto al clero superior y el conjunto de los monjes, una fuerte resistencia a la iconoclasia.
Más no estaban solos, que también contaron con un fragmento de la nobleza y la parte superior de los círculos comerciales y artesanales de Constantinopla, preocupados por el creciente fortalecimiento de la clase militar, abogaron por alinearse la iglesia.
3.4.-La represión
Comenzó una lucha feroz, regada por la sangre de mártires y confesores. Los obispos ortodoxos fueron derrocados y exiliados, los laicos fueron perseguidos y a menudo sometidos a tortura y muerte.
Con particular fuerza, la lucha entre los iconoclastas y los adoradores de iconos se desarrolló bajo el emperador Constantino V (741-775) quien comenzó a confiscar los tesoros de la iglesia y a expropiar las tierras de los monasterios Estas tierras fueron transferidas en forma de premios a los servicios militares de la nobleza.
Para pacificar el imperio, en 754, Constantino V convocó un concilio de la Iglesia, en Hiereia, que concluyó condenando la veneración de iconos y eliminando a todos sus seguidores de los puestos de la iglesia.
"Desde el punto de vista dogmático las controversias religiosas finalizaron en el siglo VII... una vez que la Iglesia había triunfado frente a cada una de las herejías por separado, entonces se desató una ofensiva contra el conjunto de la enseñanza ortodoxa. Hemos visto el alcance doctrinal y la necesidad histórica del Concilio Quinisexto, el cual, al suprimir los símbolos, exigía la confesión ortodoxa a través de la imagen directa. Inmediatamente después se desencadeno una lucha abierta contra el icono y apareció una de las herejías más terribles, una herejía que socavaría el fundamento mismo de la fe cristiana: la iconoclasia de los siglos VIII y IX”(USPENSKI, págs.. 106s)
4. Iconoclastas v. iconódulos
El hecho de que no se han conservado las obras de los iconoclastas, es difícil comprender el conjunto de motivaciones que alentaron sus esfuerzos. No obstante, se sabe que su ideología nunca fue accesible a la gente común, pues era muy doctrinaria, saturada de intelectualismo y puramente judicial; en resumen, sofisticada y de difícil acceso para el pueblo llano.
2) El poder político quiso terminar con la riqueza del monacato en forma de posesión de tierras, mediante una desamortización gratis para el tesoro público.
3) El emperador quiso aplacar el descontento de la fuerza militar mediante la donación de tierras expropiadas a la Iglesia y a los monjes.
4) La expropiación de tierras al clero y a los monjes perseguía poner grandes cantidades de terrenos fértiles en el ciclo económico, mediante su alquiler al campesinado.
5) La iconoclasia es una doctrina poco intuitiva, excesivamente racionalista, de difícil admisión por el pueblo común. Que, además, sea defendida por el poder político contra la jerarquía de la Iglesia resulta inaceptable incluso para los tiempos donde la separación Iglesia-Estado no estaba definida.
6) La influencia del Islam: el principal rival de Bizancio en esa época
7) A favor de los iconódulos está la tradición de un pueblo que había venerado iconos durante más de dos siglos, y la imposibilidad práctica de creer en un dios que nadie podía representar. Para adorar al dios de los iconoclastas había que pertenecer a la clase intelectual, y no a las grandes masas, generalmente poco ilustradas
5. Primer periodo iconoclasta (730 -787)
Con el ascenso al trono de León III Isauro (717–741), el partido iconoclasta ganó un líder decidido y valiente, que usó el llamado movimiento iconoclasta para afianzar sus posiciones frente al resto de poderes fácticos existentes, en especial los de la Jerarquía eclesiástica y el monacato. Es el periodo de León III como emperador en Constantinopla, el que ve aparecer la herejía iconoclasta con verdadera fuerza perturbadora.
La fuerte personalidad de León, sus éxitos frente a la invasión islámica en Europa, la consolidación de las fronteras imperiales y, en general, sus aciertos políticos en el gobierno, llevaron al personaje a querer también arreglar los problemas internos de liderazgo frente a la Iglesia, el ejército y la nobleza. La controversia entre los iconoclastas y los adoradores de iconos fue un buen pretexto para, tomando partido con el sentir más extendido de su corte, menoscabar el poder de la Jerarquía enfrentándose con la idolatría de que se acusaba la veneración de las imágenes.
León III firmó dos edictos: el primero en 726 y el segundo en 730 contra los iconódulos, prohibiendo oficialmente la adoración de iconos.
"¿Qué movió al emperador León III (714-741) a desencadenar en el año 726 la controversia iconoclasta, obligando a quitar a la fuerza el famoso icono de Cristo que estaba en la entrada principal del palacio imperial de Constantinopla?... En los estudios más recientes se va imponiendo la tesis de que el mismo emperador León era al principio la fuerza de arrastre: el iconoclasmo es una ”herejía imperial” que nació en la purpura , en el palacio imperial” (C. SCHÖNBORN, El icono de Cristo, pág. 137).
Las medidas coercitivas que tomó dieron parte de los resultados esperados, hasta el punto de que los tres Patriarcas que se sucedieron en Constantinopla estuvieron subordinados completamente al poder político. En este período, la iconoclasia alcanzó su cenit bajo el hijo de León III, el emperador Constantino V (741-775), que resultó un oponente aún más feroz de los iconos que su padre. Si los primeros diez años de su reinado fueron relativamente tranquilos para la Iglesia, por estar ocupado en numerosas luchas políticas, la persecución que finalmente desencadenó contra los ortodoxos tuvo tales registros de crueldad que se equipara con la persecución de Diocleciano.
Los monjes emigraron masivamente a los países vecinos, Italia, Chipre, Siria y Palestina. Naturalmente, entre ellos hubo muchos pintores de iconos que llevaron consigo su arte, y lo que fue un empobrecimiento para Bizancio durante la época de la iconoclasia fue para Roma el momento del mayor florecimiento del arte de la Iglesia romana.
Pero la persecución y el martirio, como había sucedido antes en el imperio romano, no aniquilaron a los perseguidos. Los creyentes no se dejaron intimidar y se negaron a seguir las consignas oficiales de no venerar los iconos.
La resistencia de los iconódulos contaba con liderazgo y con programa fidedigno. A la cabeza de este pueblo ortodoxo creyente estaba el monacato -"idólatras y adoradores de la oscuridad", como los llamó Constantino- que nunca se dejó dominar por el emperador, como sí hizo la jerarquía eclesial. Y, además, en el pueblo, tras los grandes concilios cristológicos, existía un fuerte consenso en la fe popular sobre lo que la Iglesia podía aceptar y lo que no podía aceptar
que dio munición de alto calibre a los iconoclastas y terminó de hacer definitiva la ruptura entre los cristianos divididos por el culto a las imágenes
En este concilio convocado en 754, el programa ideológico de los iconoclastas fue claramente reformulado. Tras el Concilio, se prohibió la veneración de iconos no sólo en los templos, sino también en casas particulares. Comenzó el cierre masivo de los monasterios, muchos de los cuales se convirtieron en cuarteles, y la propiedad monástica fue confiscada a favor del estado. El Concilio de Hiería ni trajo la paz al imperio, ni debilitó la oposición de los iconódulos, que siguió siendo muy fuerte durante este período negro de la era de la iconoclasia, que se prolongó 26 años, hasta la convocatoria del Séptimo Concilio Ecuménico, II de Nicea, hecha por la emperatriz Irina en 787.
6. II Concilio de Nicea
En 780, a la muerte de León IV, su pequeño hijo Constantino accedió al trono bajo la regencia de su madre Irina. Irina era una ortodoxa que nunca abandonó la veneración de los iconos, y a su llegada al poder comenzó a preparar las condiciones para la restauración de la ortodoxia.
Bajo la influencia de Terasio, la emperatriz comenzó los preparativos para el Concilio Ecuménico.
Tarasio (784-806) era un seglar que, a pesar de ello, era el candidato al trono patriarcal, pero que se negó a ocupar en tanto no se restableciera la veneración de los iconos.
Apertura fracasada del Concilio, en Constantinopla.
Irina convocó un Concilio en el verano de 786, al que acudieron los representantes del Papa de Roma, que se reunieron en Constantinopla con el clero metropolitano, los obispos de las provincias y numerosos monjes, invitados por la emperatriz regente.
Naturalmente, los iconoclastas no tenían prisa por confrontar sus posiciones teológicas en un ambiente presumiblemente hostil, tan diferente al de Hiereia , en 754, ni mucho menos en renunciar a sus posiciones de poder. En Constantinopla comenzaron a organizar reuniones contra el nuevo Concilio, pero Tarasio detuvo estas acciones, advirtiendo que "hay un obispo en Constantinopla" y que la organización de reuniones sin su conocimiento eran claramente sediciosas.
Pero el peligro principal para la celebración del Concilio venía del lado militar, estamento donde la iconoclasia era popular. Se temía en palacio que los iconoclastas trataran de involucrarlos en la resolución del problema, en principio puramente dogmático, que separaba a los iconoclastas de los iconódulos. Y así sucedió.
En la víspera de la apertura del Concilio, la parte del ejército que estaba bajo el mando de oficiales que habían hecho su carrera con el emperador Constantino V comenzó a mostrar abiertamente simpatía por los opositores a la veneración de íconos. Estos rebeldes militares protestaron ruidosamente amenazando con una intervención violenta
El Patriarca se dirigió a la emperatriz en consulta sobre qué hacer ante la previsible asonada militar y, de común acuerdo, se decidió celebrar el Concilio en la fecha prevista. Así, pues, el Concilio abrió un lunes por la mañana, el 7 de agosto de 786, en la iglesia de los Santos Apóstoles, presidido por el Patriarca Tarasio, y la presencia de la Emperatriz regente Irina y su hijo, el Emperador Constantino.
La reunión comenzó con una lectura de las citas en defensa de los íconos tomadas de las Escrituras y de las ya existentes condenas del error iconoclasta. En ese momento, una multitud vociferante se introdujo en el templo y, tras ella, unos soldados armados irrumpieron en el interior, amenazando con represalias al Patriarca y a todos los adoradores de íconos. Las exhortaciones a la calma de los cortesanos y los intentos de defensa de los guardaespaldas del Emperador inflamaron aún más a los soldados, y el Emperador y la Emperatriz se vieron obligados a ordenar que los reunidos se dispersaran para evitar mayores violencias.
Cuando Tarasio, acompañado por los obispos y los monjes, se retiró al altar, los militares invasores se apresuraron a salir al exterior para anunciar la victoria de su pretensión a la multitud, y el Concilio fue abortado en su comienzo.
Inmediatamente, la Emperatriz regente Irina puso manos a la tarea de resolver el gravísimo problema planteado por la parte del ejército que se había sublevado, sin permitir que el suceso del Concilio se transformase en una rebelión abierta. La difícil tarea de superar la resistencia de la cúpula armada fue el objeto de sus medidas más efectivas.
Desplazó tropas hostiles a sus propósitos a un extremo del país y, una vez realizado el traslado, anunció el comienzo de una campaña hacia el Este contra el presunto ataque de los árabes. La base del ejército, fue transportado a Asia, y las tropas de Tracia, alejadas de los conflictos de intereses de la capital, fueron llevadas a Constantinopla. Tan pronto como ocuparon la ciudad, la Emperatriz anunció la disolución del grueso del ejército y expulsó de Constantinopla a las familias de los soldados despedidos, hasta 6,000 rebeldes con sus familias, y a algunos obispos, según diferentes fuentes. Después de eso, se formó una nueva guardia bajo el mando de leales al joven Emperador y a la Emperatriz Irina.
Las acciones de las autoridades fueron un duro golpe para los oponentes a los íconos y podría esperarse castigos severos para los obispos iconoclastas que participaron en la rebelión de 786. Sin embargo, como lo demostró el curso del Concilio, la Emperatriz y el Patriarca se preocuparon principalmente por la restauración del mundo eclesial. Actuando desde una posición de fortaleza, las autoridades seculares y espirituales se inclinaron a mostrar condescendencia a las jerarquías arrepentidas, ignorando el estado de ánimo del monaquismo, más dado a la toma de medidas disciplinarias serias.
Nueva apertura del Concilio, en Nicea.
Con los generales conspiradores despedidos y las autoridades civiles controladas, Irina reanudó su intento y un nuevo Concilio fue convocado en Nicea, en 787. Asistieron 350 obispos y una gran cantidad de monjes.
• .-se condena el iconoclasmo
• .- el concilio hace suya la doctrina de Juan Damasceno y con ella sienta el fundamento teológico del culto a las imágenes
• .-se define la teología de la imagen, que permanece custodiada por la Iglesia Ortodoxa e invariable desde entonces.
En 794, el Papa Adriano reconoce el Nicea II
Sin embargo, la recién definida doctrina de la Iglesia sobre la imagen y la consiguiente condena de la iconoclasia no fue aceptada por sus oponentes. Como a menudo ha sucedido en la historia de la Iglesia, tanto antes como después de este periodo iconoclasta, no todos han querido o podido aceptar la verdad solemnemente proclamada. La tranquilidad después del II Concilio de Nicea duró 27 años. Fue seguida por un segundo período iconoclasta
7. Segundo periodo iconoclasta
La victoria de los adoradores del ícono en Nicea II, fue de corta duración. Después de la Emperatriz Irene, reinó Niceforos I, quien, siendo ortodoxo, no era, sin embargo, especialmente celoso y no hizo nada a favor o en contra de la veneración de los iconos.
Pero su sucesor, Leon V Armenio (813-820), creyendo que los emperadores iconoclastas habían tenido más éxitos en la política y en la guerra que los emperadores ortodoxos, decidió regresar a la iconoclasia. Para ello, ordenó a John Grammatik, el ideólogo del renacimiento iconoclasta anterior, que formulase un repertorio de definiciones a favor de la iconoclasia, utilizando los decretos del Concilio iconoclasta de 754.
Ello permitió que el contenido de estos decretos, a los que los ortodoxos ya habían dado una respuesta exhaustiva en Nicea II, se pusieron nuevamente en práctica para servir a los objetivos políticos del emperador. Y, de nuevo, una ola de iconoclasia, como la habida 30 años antes, persiguió a los fieles que se mantenían en la fe de Nicea, y revivió la violencia del poder estatal sobre la Iglesia en su vida interna.
Pero, una vez más, la fuerza y la lucha feroz claramente comenzaron a declinar con el tiempo, y para el 843 el grupo de adoradores de iconos había ganado la victoria final
8. El triunfo de la ortodoxia
El emperador Teófilo murió en enero de 842. Durante la infancia de su hijo, Miguel III, la viuda de Teófilo, la emperatriz Teodora, se convirtió en regente. Ella era ortodoxa, y en su reinado la veneración de los iconos fue finalmente restaurada.
En Constantinopla, la Iglesia se reunió en Concilio el año 844, bajo el Patriarca San Metodio (842-846). Este Concilio confirmó el dogma de la veneración de iconos del Séptimo Concilio Ecuménico, anatematizó a los iconoclastas y, en marzo de 843, estableció la celebración del Triunfo de la Ortodoxia el primer domingo de Cuaresma con la erección de iconos en todas las iglesias.
Tras 120 años de guerra civil por la cuestión iconoclasta, aunque la veneración de iconos fue finalmente restaurada, el resultado para la sociedad de esta larga lucha se acercó mucho a lo buscado por León III cuando en el año 730 desencadenó desde palacio la crisis iconoclasta:
.-fortalecimiento del poder real sobre el ejército y
.-subordinación de los más altos jerarcas de la iglesia al poder imperial.
9. La posición de Roma
La iconoclasia comenzó cuando Gregorio II se sentaba en la silla de Pedro. El se negó a someterse al emperador y convocó un concilio en Roma, en el año 727, que confirmó la legitimidad de la práctica de veneración de los iconos, arguyendo que así se hacía desde que en el tabernáculo del Antiguo Testamento, por instrucciones directas de Yhavé, figuraban las imágenes de dos querubines.
La defensa de la ortodoxia fue una reivindicación constante del Papa romano, como pudo comprobarlo Constantino V en todos los papas que accedieron al trono durante su reinado (Zacarías, Esteban II, Pablo I, Esteban III y Adriano I), que no dudaron en dar continuidad a sus predecesores, tanto en la defensa teológica, como en la práctica de pintar templos con la ayuda de los monjes que emigraron de la parte oriental del imperio.
Política semejante siguió Roma durante el segundo período iconoclasta. Los papas Valentín I y Gregorio IV continuaron defendiendo la veneración de los iconos y la práctica de decorar los templos con ellos. Gregorio IV, durante la persecución del emperador Teófilo, en el año 835, dio una instrucción a todo el mundo cristiano en la que fijaba el 1º de noviembre para la celebración de todos los santos, fiesta establecida por Gregorio III.
la crueldad y la persecución de los iconoclastas tuvieron en Occidente un verdadero efecto rebote, de manera que no sólo en Roma, sino también en otros países, como Francia, se despertó o fortaleció la veneración de los santos y sus reliquias. Y, así, en la era de la iconoclasia , el temor a la destrucción de reliquias en la parte oriental del imperio, inundó de éstas el Occidente cristiano.
En resumen, la Iglesia romana no sucumbió a la tentación de la iconoclasia. Por el contrario, se mantuvo firme en la veneración de los iconos, los santos y sus reliquias.
10. Las relaciones Roma-Constantinopla
Durante este difícil periodo, las relaciones entre Roma y Constantinopla fueron formalmente correctas, si bien la política de los emperadores bizantinos y los intereses políticos del papado, tantas veces antagónicos, impidieron que la coexistencia fuera pacífica.
El emperador Constantino y la emperatriz regente, su madre Irina, enviaron una carta, fechada el 29 de agosto de 785, al papa Adriano invitándole a venir a Constantinopla "para confirmar la antigua tradición de los iconos venerables" o enviar representantes.
El papa Adriano respondió con 2 mensajes el 26 de octubre de 785, que se leyeron en el segundo acto del Concilio. En respuesta al emperador y a la emperatriz, el Papa, expresando alegría por su intención de restaurar los iconos, los instó a imitar a los santos Constantino y Elena, quienes "declararon que la fe ortodoxa era profesada por todo el pueblo y exaltaron a su santa madre espiritual católica y apostólica, la Iglesia de Roma, como la cabeza de todas las Iglesias".
Además, el Papa reafirma la primacía de la Iglesia romana, identificando la ortodoxia con la enseñanza propia del sucesor del Apóstol Pedro, a quien "todos los creyentes del mundo deberían recibir con gran reverencia". El Papa señala que a este "príncipe de los apóstoles ... el Señor Dios dio autoridad para atar y resolver los pecados en el cielo y en la tierra ... y se le entregaron las llaves del reino de los cielos"
En la parte final de la carta, probablemente no leída al Concilio, el papa Adriano establece las condiciones bajo las cuales está de acuerdo en enviar a sus representantes: la condenación de las tesis iconoclastas; garantías escritas del emperador y la emperatriz sobre la imparcialidad del trono en las deliberaciones conciliares y sobre el regreso seguro de los enviados papales, incluso si no están de acuerdo con las decisiones del Concilio; devolución de las posesiones confiscadas a la Iglesia romana; y, finalmente, la restauración de la jurisdicción del papa sobre las diócesis de la Iglesia arrancadas por los iconoclastas.
Afirmando que "el sucesor de San Pedro en la tierra disfruta de la primacía y se establece para ser la cabeza de todas las Iglesias de Dios", y que solo el nombre de la "Iglesia universal sólo puede referirse a ella”, el Papa expresa desconcierto ante el título "universal" del Patriarca de Constantinopla y pide que, en adelante, este título nunca sea utilizado.
Finalmente, el Papa mantiene una actitud ambigua respecto a Tarasio, pues si bien escribe que estaba encantado con la profesión religiosa del patriarca Tarasio (ya que Tarasio estaba involucrado en la restauración de los sagrados iconos), afirma que estaba sorprendido de que un seglar fuera elevado al más alto grado de la iglesia constantinopolitana "porque el deber de enseñar es completamente desconocido para ellos".
En una carta dirigida al propio patriarca Tarasio, el papa Adriano le insta a contribuir en todos los sentidos a la restauración de la veneración de iconos y advierte delicadamente que si esto no se hace, "no se atreverá a reconocer su consagración". En el texto de esta carta, la cuestión del título "universal” no se plantea, aunque hay una frase que dice que el sucesor de San Pedro "es la cabeza de todas las Iglesias de Dios"
En todo caso, la iconoclasia no fue nunca una guerra entre la Iglesia Oriental y la Iglesia Romana, que acogió y dio refugio a una gran cantidad de monjes que en ella se refugiaron, si bien no puede ocultarse que sí lo fue entre el Emperador y el Papa. Este enfrentamiento está en el origen de los Estado Pontificios, cuando Roma, por razones políticas y de equilibrio estratégico, buscó el refuerzo de los monarcas galos.
La posterior separación entre la Iglesia griega y la latina se debió no a la disputa iconoclasta, que estaba ya superada, sino, en gran parte, a posturas personales surgidas alrededor de Focio
11.-Consecuencias del Concilio.
Las decisiones del Concilio estaban en gran medida de acuerdo con los deseos del papa Adriano, aunque, las demandas del trono romano para el retorno de las diócesis eclesiásticas confiscadas de su jurisdicción en Italia y los Balcanes fueron virtualmente ignoradas. Sin embargo, las actas del Concilio fueron aprobadas por sus enviados y entregadas en Roma, en la propia oficina papal.
Una vez conocido el contenido de las Actas del Concilio, por varias razones fue fuertemente rechazado por el emperador Carlomagno el Grande. Ante su insistencia, en el 790 se compiló un documento, conocido con el nombre de "Libri Carolini", donde las referencias al Concilio ecuménico de Nicea recientemente celebrado, eran hechas bajo la etiqueta de el Concilio local de los "griegos", y sus decisiones fueron declaradas inválidas. Los teólogos de la corte francesa prepararon un argumentario para justificar el rechazo a la adoración de los iconos, basado en la relación entre la imagen y el prototipo, que negaba cualquier valor litúrgico de la imagen y reconocía los íconos solo con fines prácticos como decoración de las iglesias o ayuda catequética para los analfabetos.
Es discutido el papel que jugó en esta decisión de Carlomagno la calidad extremadamente baja de la traducción al latín de los textos del Concilio.
Por su parte, el documento fue adoptado por Roma en el Concilio de Frankfurt (794), celebrado con la participación de los legados papales. El papa Adriano y sus sucesores se defendieron contra los ataques de los francos, quienes nuevamente condenaron la posición de Roma y los "griegos" con respecto a los iconos en un Concilio celebrado en París, en 825.
En Occidente, la veneración de los íconos no fue reconocida como un dogma universalmente vinculante, aunque la base teórica para la teología de la imagen cristiana y, en particular, de los iconos en su conjunto correspondía al VII Concilio Ecuménico.
12.-Oración
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.