Cristo en el Trono
"Bendito eres sobre el trono de tu reino: a ti gloria y alabanza por los siglos" (Dn 3, 54)
1.-Los textos de la Escritura
2.-El icono: descripción
3.-El icono: teología
4.-Oración
El icono de Cristo en el Trono está plenamente implantado en Bizancio desde el siglo IX, rastreándose su aparición hasta tiempos anteriores a la iconoclasia, y extendiéndose por el mundo ruso a partir del siglo XII. Su visión dirige la fe del creyente a las visiones apocalípticas de san Juan, que relata como el Hijo del Hombre vendrá en su segunda venida como Señor de la historia y Juez universal.
Es normal ver a Cristo sentado sobre un trono monumental y ricamente adornado por atributos supuestamente imperiales, pero que esta representación corresponda a la utilizada por la realeza bizantina o por las autoridades romanas no es asunto pacíficamente resuelto. Por un lado, los tronos de la realeza bizantina o romana no se caracterizan por su alto respaldo rectangular o dotado de dosel; por otro, no abundan las imágenes de autoridades en posición sedente.
En efecto, los emperadores romanos utilizaban unos taburetes bajos llamados “silla curul”, muy alejados de los tronos que se reflejan en la iconografía de Cristo en el Trono. Tronos semejantes usaron posteriormente los emperadores del Sacro Imperio Romano.
Tampoco abonan este tipo de representación la costumbre de presentar sentados a los emperadores, pues es raro su retrato en esa posición sedente, más propia de hombres pacíficos, que de figuras militares, que se hacen dibujar de pie, luciendo lujosos vestidos o armaduras, y a caballo, en ricas escenas ecuestres.
Este tipo de figuración apareció a partir del siglo IV, cuando ya el cristianismo se consolidaba victorioso sobre la persecución romana y se convertía en la religión oficial de Constantino. Se pretendía con ello, dejando al margen la realidad histórica, revestir de majestad y poder a Cristo y sus imágenes. Y, por ello, atribuyó a Jesús con los símbolos del poder, en este caso el trono.
Su dimensión de autoridad divina no es ajena a su realidad histórica –“la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas”(Mt 7, 28s); «Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»(Mt 21, 23)- y este aspecto está `presente en la iconografía de Cristo, naturalmente.
Pero como Él mismo afirmó “su reino no es de este mundo” y su autoridad tiene una naturaleza muy diferente a cualquier poder de la tierra. Esa «autoritas» se extiende a su Iglesia y, así, el obispo católico preside la celebración desde su “cátedra”, y el obispo ortodoxo desde el «trono episcopal», aunque sus poderes son obviamente muy diferentes a los de los gobernantes terrenales.
1.-Los textos de la Escritura
El icono de Cristo en el Trono aparece en los tiempos anteriores a la iconoclastia y quiere presentar al Dios del Antiguo Testamento según los sueños de Isaías y Ezequiel, confirmados por la visión de San Juan en el Apocalipsis. “vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.” (Is 6,1). “por encima de la bóveda, que estaba sobre sus cabezas, había una especie de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecía un hombre.” (Ez 1,26). “fui arrebatado en espíritu. Vi un trono puesto en el cielo, y sobre el trono uno sentado. (Ap 4, 2).
No es difícil identificar estas visiones proféticas con el Cristo del Juicio Final, y, consecuentemente, no es de extrañar que la figura del icono presente un rostro severo, ciertamente hierático, mirada al frente y planta frontal simétrica. Es el Cristo anunciado por Mateo: «Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber,” (Mt 25, 41s).
2.-El icono: descripción
El icono de Cristo o el Salvador en el Trono muestra a Cristo vestido con los clásicos chiton e himation, sentado en un trono con un libro, presentando muchas características comunes con la imagen de Cristo en Majestad (mano que bendice, libro, vestidos, etc.).
El Salvador en el trono es uno de los tipos más antiguos de iconografía del Salvador. Ya en las imágenes de los siglos V - VI.en Roma, Rávena, Tesalónica, hay una imagen del Cristo Regio rodeado de ángeles y los llamados "tetramorfos" - imágenes simbólicas de evangelistas. Las composiciones de este tipo se llaman "teofanía", del griego "Teofanía" ("Epifanía").
Más tarde, el significado teofánico se volvió característico de los antiguos iconos rusos como, por ejemplo, "El Salvador en el poder", ubicado en la fila Deesis del alto iconostasio ruso. El Señor en el trono es una imagen que surgió bajo la influencia de la descripción de la visión apocalíptica de Juan el Teólogo: "Y la séptima luminaria de oro se convirtió, y entre las siete luminarias, como el Hijo del Hombre, vestida con un saco y ceñida ..." (Ap. 1, 12-13).
Trono con respaldo alto, que consiste en dos tablas verticales ligeramente dobladas, cruzadas en la parte superior horizontal. El espacio entre ellos se rellena con un paño con diseño en forma de S. La parte inferior del trono consiste en un asiento y patas, cubiertas, aparentemente, con la misma tela que la espalda, con el mismo adorno.
Todas las partes del trono en los bordes están decoradas con adornos de perlas en dos filas. En el asiento y bajo los pies de Cristo hay cojines con nubes en los márgenes laterales. En el campo superior, a los lados de la "Etimasia", aparecen los arcángeles Gabriel y Miguel.
La grandeza de la figuración viene ayudada por el fuerte simbolismo del trono: «El trono que se yergue en el cielo del Apocalipsis, rodeado por cuatro animales simbólicos, es la manifestación de la gloria divina al final de los tiempos. Simboliza el equilibriio final del cosmos, equilibrio constituido por la integración total de todas las antítesis naturales»(JEAN CHEVALIER, Diccionario de los símbolos, HERDER)
Grandeza simbólicamente reforzada por la presentación de la figura de Cristo enfrentada totalmente al espectador, con mirada y gesto intimidantes por su “descaro”, aunque realmente su rostro carece de rasgos de dureza. Es imposible permanecer ante el icono sin sentirse interpelado.
En los extremos del regio respaldo aparecen los animales-símbolos de los cuatro evangelistas.
Su cabeza viene adornada con un nimbo dorado cruciforme, característico del Cristo Jesús. Es el Señor del tiempo y de la historia, el alfa y omega de la creación, y estas letras aparecen en los brazos horizontales de la cruz, mientras en la línea superior se indica expresamente que estamos ante I C X C.
La mano derecha bendice y parece simbolizar, con la posición de los dedos pulgar, anular y meñique unidos, la unión de la Trinidad, mientras que el índice y corazón desplegados nos remiten a la doble naturaleza de su persona
Con el brazo izquierdo mantiene el Libro de la Vida que contempla el Apocalipsis (cfr 20, 12-15; 21, 27), y el conjunto de la figura, situado dentro de la almendra que simboliza, tanto el señorío sobre todo lo creado, como el abrazo y acogimiento a todo el que lo contempla, lleva a sentir que es el Cristo de la misericordia quien nos mira.
La contemplación del icono provoca, como respuesta adecuada ante la majestad de Cristo, la súplica "Maràn athà. ¡Ven, Señor Jesús!"
3.- El icono: teología
En este icono, el trono presenta un doble simbolismo: es un símbolo del Universo creado, del mundo visible e invisible; y, además, es signo de la gloria de Cristo. Aquí el Salvador se presenta como Rey del universo y como el Hijo del Hombre que ha de venir como Juez de vivos y muertos.
Son figuraciones que aparecen repetidamente en los grandes mosaicos monumentales de Bizancio, donde, a los lados de el Salvador aparecen personajes reales de la corte imperial. En este icono del siglo XI, situado en la catedral de Hagia Sofía, en Constantinopla, se presenta a Cristo entre Constantino y la emperatriz Zoya.
«El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf Ez 1,26-28).
[Luego revela al Cordero,] "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi).
[Y por último, revela] "el río de agua de vida [...] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf Jn 4,10-14; Ap 21,6)» (Catecismo, 1137).
Consecuentemente con este sentido teológico, el icono de Cristo en el Trono (Cristo Rey del Universo y Juez, tal como lo anuncia el Apocalipsis) tiene su colocación propia en el retablo del ábside del templo, desde donde preside la asamblea y la contempla desde un lugar privilegiado donde nada escapa a su mirada.
Y se explica la severidad del conjunto y su imponente figuración por la dimensión de Juez al final de los tiempos que el artista ha elegido para inspirarse en su trabajo: «Miré, y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. 15 Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra» (Ap 14, 14s)
Su mensaje catequético es claro. Desde la cúpula, su presencia es una verdadera teofanía que nos habla de su continua presencia en nuestras vidas y del juicio final que ineludiblemente nos lcanzará.
Los textos que suelen colocarse en el libro abierto nos hablan de de la misericordia divina y del “mandamiento nuevo”:
Son todos textos que hacen que la dimensión de juicio y severidad propias de la presentación apocalíptica sea velada por la de Salvador misericordioso que «no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc 10, 45)
4.- Oración
¡Ven, Señor! Ven a tu modo, del modo que tú sabes.
Ven donde hay injusticia y violencia.
Ven a los campos de refugiados, en Darfur y en Kivu del norte, en tantos lugares del mundo.
Ven donde domina la droga.
Ven también entre los ricos que te han olvidado, que viven sólo para sí mismos.
Ven donde eres desconocido.
Ven a tu modo y renueva el mundo de hoy.
Ven también a nuestro corazón, ven y renueva nuestra vida.
Ven a nuestro corazón para que nosotros mismos podamos ser luz de Dios, presencia tuya. En este sentido oramos con san Pablo: Maranà, thà!
" ¡Ven, Señor Jesús"!,
(BENEDICTO XVI, Audiencia General, 12.11.2008)