Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).
 
Jesús y la mujer adúltera 
 
 
 

Jesús y la mujer adúltera

 
 

 

 

 

 

 

1. Introducción

Estamos ante una historia que se narra en el Evangelio de Juan, y cuya autenticidad está fuertemente controvertida. Se considera actualmente que la perícopa es un añadido posterior al escrito del apóstol.

Está colocada en el cap. 8, en medio de un ambiente social de controversia entre Jesús y las autoridades religiosas judías, derivado de las consecuencias que el modo y el contenido de las palabras  de Jesús están teniendo en el pueblo. 
Las discusiones de Jesús, que enseña a las gentes con autoridad propia de un rabí o un profeta, con los letrados judíos han sido públicas y en el Templo, y todos han visto que no sólo no condena  a los pecadores públicos, sino que come con ellos y les perdona sus pecados. Y, simultáneamente, sostiene tanto el valor de la Ley de Moisés y su acatamiento personal (Mt 5, 17), como que Él es más que un profeta (Mateo 12:41 ).

Las propuestas cada vez más audaces de Jesús sobre su persona y su misión son absolutamente intolerables para el establisment religioso y está dando lugar a una creciente hostilidad, hasta tal punto que “después de estas cosas, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo” (7,1).

En esta tesitura, los escribas y fariseos deciden ponerle una trampa, obligarle a decir públicamente una palabra que ponga en evidencia la contradicción personal de quien sostiene postulados antitéticos simultáneamente: Si se pronuncia a favor de la ley de Moisés, se acabó su personaje bondadoso y de perdón; si, por el contrario, perdona  los pecados se declarará infractor público de la ley mosaica. En cualquier caso, un impostor, ya sea para unos, ya sea para otros.

 

2. La historia

Se cuenta en los primeros 11 versículos del 8º capítulo del Evangelio de Juan, con un desarrollo propio de una función dramática –principio, nudo y desenlace- que se presta a un fácil análisis. Tres son los protagonistas --los escribas, la mujer pecadora y Jesús- y cuatro las partes bien diferenciadas en estos 11 versículos.

Antecedentes
La historia se desarrolla durante la vida pública de Jesús. El evangelista lo indica con pocas palabras:

“Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos.  Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba”.(Jn 8,1s) 

 

Principio

“Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.  La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo”

(Jn 1, 3b-6a). 

No hay dudas del planteamiento y de la interpelación directa a Jesús: ¿Tú qué dices de esto?.
Él había dicho: 

No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.(Mt 5, 17ss)

Todo ello con afirmaciones sobre su persona de difícil digestión para los letrados

“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.” (Jn 3, 17)

 

Y, también,

"Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón."(Mt 12,42)

 

Los fariseos razonan consecuentes con las enseñanzas de la sinagoga judía sobre el valor de la Torá, y pretenden demostrar que ella –que castigaba el pecado de adulterio con la lapidación- es incompatible con la enseñanza de Jesús sobre el amor misericordioso de Dios.

Si Jesús absuelve a la mujer sorprendida en flagrante adulterio, se dirá que no respeta los preceptos de Moisés; y si Él la condena, se dirá que es inconsistente con su mensaje de misericordia hacia los pecadores.

Nudo: 

“Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. 
 Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
”(6b-8a).

 

Jesús responde de modo paradójico, parece abstraerse de la situación real con esa actitud de mirar al suelo e inscribir con el dedo en la arena, lejos de atender directamente a la cuestión planteada por los escribas y fariseos. No parece tener prisa en responder, sino que se toma un tiempo para hacerlo. 
Con esta actitud, el protagonismo y el dominio de la escena han cambiado de manos. Es Jesús quien impone su tiempo al desarrollo escénico, lejos de la presión inicial de los acusadores judíos. No sólo impone su ritmo, también deja claramente establecido que no tiene nada que temer.
Finalmente, la insistencia de los acusadores le obliga a contestar, y lo hace con una sentencia cuya ejecución está condicionada. La sentencia de Jesús  impone una condición a la aplicación de la ley mosaica:

“el que esté sin pecado que le tire la primera piedra

 

sin, por ello, absolver a la mujer.

Desenlace
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante

 

“Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». 
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
(8b- 11)

 

El movimiento de los judíos acusadores es la afirmación de que las palabras de Jesús son incontestables: es el acusado quien se queda en el campo, mientras los acusadores desaparecen.
Jesús, que actuaba presionado por los escribas, toma la iniciativa dirigiéndose a la mujer, hasta ahora tratada como un objeto. No hay pronunciamiento sobre ella, sino que la saca del papel de acusada para decirla, con ese “Ve y no peques más” que Dios no quiere que el pecador muera, sino que se arrepienta del mal y viva.

 

3. El icono

JesÚs-y-la-mujer-adultera_RupnikPocas palabras hacen falta para explicar los símbolos de este fresco de Rávena: la mujer, en el suelo, con vestiduras de color marrón, color del “humus”, de la tierra, signo de humildad, mira hacia Jesús de quien únicamente puede llegar misericordia.
Jesús muestra su vestimenta canónica, un manto azul con una faja vertical de oro, propia de la clase alta romana. Dotado de su nimbo cruciforme dirige su mano hacia la mujer, como queriendo levantarla del suelo.

Detrás de Jesús, el fariseo acusador señala a la mujer. Enfrente, un grupo de espectadores asiste a la escena.

Jesus-y-la-mujer-adultera_RupnikTanto en el mosaico mostrado en el inicio del artículo, como en el presente, ambos del artista P. Marko I. Rupnik, se recoge el diálogo entre Jesús y la mujer samaritana. Los dos se miran a la cara, y Cristo la ve como como no se ha mirado a la mujer desde hace mucho tiempo. 

Ésta viste el manto marrón que indica su humilde condición, mostrando sus manos, unidas delante de ella y dirigidas a Jesús en un gesto universal de acogida.


Jesús, aún con un dedo en el suelo, la mira y se lleva su otra mano al corazón, indicando que ha llegado el momento de dejar hablar a su corazón misericordioso.

 

4. Reflexión teológica

La reflexión oportuna de esta escena puede hacerse a partir del comportamiento de la mujer y de Jesús en esta última escena en la que se quedan solos, frente a frente.

La mujer: 
Recibe la noticia de su no condena sin decir: «¡Ha sido una falsa acusación! ¡Yo no he cometido adulterio!» u otra excusa al uso. Su silencio es un reconocimiento de su culpa. 
Es llamada a la conversión con una apelación distinta al legalismo o al miedo al castigo (la mujer pecó conociendo la Ley y la condena de las adúlteras).  Es un encuentro personal y una experiencia de amor que le dice «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» quien la puede obligar a cambiar de conducta.

Jesús.
Queda como el único de los presentes con autoridad para condenar y, sin embargo, no lo hace, mostrando que no vino al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

No ignora el pecado, ni el castigo que éste merece, pero su misericordia cubre la suerte del pecador esperando que acoja su gracia y se convierta.

El perdón y la salvación que Jesús ofrece a la mujer no vienen de la ley o de la moral, sino del encuentro con su misericordia divina; el encuentro personal con Él salva a la mujer, como salvó a la samaritana o a Mateo.

Su conducta muestra cuál debe ser el comportamiento cristiano ante el pecado y el pecador, comportamiento que puede expresarse con el célebre dicho “«Odia el delito y compadece al delincuente».

 

5.-Oración

Imagen del corazón misericordioso de Jesús"Yo prometo al alma que venere esta Imagen de La Misericordia que no perecerá. Yo le prometo ya aquí, en la tierra, la victoria sobre sus enemigos, especialmente en la hora de la muerte. Yo, el Señor, la protegeré como a Mi propia Gloria... Yo doy a la Humanidad un vaso, con el cual deben venir a la Fuente de Mi Misericordia a buscar gracias... Ese vaso es este cuadro, con la inscripción ¡Jesús, yo confío en Ti!. Yo deseo que el primer domingo después de Pascua Florida se celebre la fiesta de la Misericordia. Cualquiera que se acerque en este día a la fuente de la vida obtendrá remisión completa de culpa y pena. La Humanidad no obtendrá la Paz hasta que venga con confianza a Mi Misericordia"

"Di a la Humanidad sufriente que venga a Mi Misericordioso Corazón, y le daré la Paz. Vengo ahora como Rey de la misericordia, antes de venir como Justo Juez, para que no haya ninguno que pueda excusarse en el día del juicio, que poco a poco se va acercando".

"A la almas que propaguen Mi Misericordia, Yo las protegeré por toda su vida como una madre a su hijo, y en la hora de la muerte, para ellos no seré Juez, sino Redentor. En esta última hora, el alma no tiene otra protección que Mi Misericordia. ¡Feliz aquella alma que durante su vida estuvo hundida en Mi Misericordia, pues la justicia no le alcanzará".

"Yo preservaré a las ciudades y casas en las cuales se encontrase esta Imagen". (Nota: Las importantes poblaciones de Cracovia y Vilna, donde estaba establecida esta devoción, fueron preservadas de la destrucción casi total de Polonia en la Segunda guerra mundial.)
"Yo también protegerá a aquellas personas que veneren esta Imagen y tuvieran confianza en Mi Misericordia”.

(El origen de esta devoción es muy reciente y se debe a Sor María Faustina Kowalska. Elena Kowalska, nació en Glogowice en 1905, cerca de Cracovia, en Polonia. Unas pocas semanas antes de su vigésimo cumpleaños, entro a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Misericordia con el nombre María Faustina. A partir de 1931 y hasta 1938, año de su muerte, sor Faustina, tuvo una serie de revelaciones de Jesús la cuales dejó por escrito en un diario compuesto por más de 600 páginas. Fue beatificada el 18 de abril de 1993 por S. S. Juan Pablo II y proclamada santa el 30 de abril de 2000. La fiesta de la misericordia se celebra el domingo siguiente al de Pascua de Resurrección.

La encíclica sobre la misericordia divina ("Dives in misericorida", 30 de septiembre de 1980) subraya como función principal de la Iglesia proclamarla, practicarla y pedirla.)