Origen de la imagen cristiana
Durante los dos primeros siglos del Cristianismo, éste vivió en medio de una ausencia generalizada de imágenes de culto, viviendo aún el iconoclastismo propio del Antiguo Testamento, reforzada por la opinión de los primeros padres de la Iglesia que, como Tertuliano, consideraban las imágenes como un “simulacros que constituyen a los ojos de Dios un adulterio de la verdad”.
Necesariamente los primeros cristianos tuvieron que heredar esta sensibilidad refractaria a las imágenes y, por ello, “El cristianismo primitivo se enfrentó casi inmediatamente a la necesidad de determinar su postura con respecto a la imagen, tanto en pintura como en escultura”. (BARASCH, MOSHE. Teorías del arte, Alianza Forma, pág. 50)
1.1.-Influencias culturales en la imaginería cristiana
1.2.-El arte paleocristiano
1.3.-Los primeros lugares de culto
1.4.-El culto funerario:
1.2.-El arte paleocristiano
1.3.-Los primeros lugares de culto
1.4.-El culto funerario:
2.1.-Orígenes de las catacumbas
2.2.-Características de las catacumbas
2.3.-El arte de las catacumbas
2.2.-Características de las catacumbas
2.3.-El arte de las catacumbas
1.-SIGLOS I y II
1.1.-Influencias culturales en la imaginería cristiana
Es comprensible esta necesidad ante las tensiones encontradas en que se desenvolvía la comunidad cristiana primitiva. Por un lado, los judíos sentían hondamente la prohibición de la Ley mosaica sobre las imágenes y la idolatría que de ello podía derivarse (cfr. Ex 20, 4s), sin que se les ocultara la indeterminación del texto bíblico, en especial la obligación de la Ley a la comunidad cristiana postpascual, y dentro de la sociedad judía, la veneración de las imágenes estaba mal considerada, como propia de gente inculta y sin preparación.
Pero, por otro, dentro de la misma comunidad judía, existían monumentos funerarios, especialmente entre los rabinos, que contenían imágenes talladas de los difuntos. Y no se podía ocultar la devoción generalizada en el pueblo cristiano a las reliquias de los mártires y su fe en el poder intercesor de éstos. “Existía la frecuente creencia de que la imagen era portadora, al igual que las reliquias, de una relación estrecha y directa con el original, con la cara sagrada que retrataba…. Mucha gente pensaba, de alguna manera, que el icono “era” la figura sagrada que representaba” (BARASCH, MOSHE, oc, pág. 52-53).
Estas tensiones propias de las comunidades que nacían tras la resurrección de Cristo debían ser resueltas sin poder abandonar la cultura heredada de la sociedad romanizada en que vivían. Y allí, la efigie del emperador figuraba en las monedas comunes y comúnmente eran aceptadas por el pueblo judío nada menos que para pagar los tributos al César. Recordemos la escena de Cristo en su confrontación con los judíos que habían ido a comprometerle ante el pueblo. “Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?». Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto». Le presentaron un denario. Él les preguntó: « ¿De quién son esta imagen y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Entonces les replicó: «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Al oírlo se maravillaron y dejándolo se fueron” (Mt 22, 17-22).
Pero aún hay más, “La imagen del emperador estaba considerada en algunos aspectos, idéntica al emperador mismo. A un fugitivo que mostrara una efigie imperial se le concedían diez días de asilo…Asi, en cierto sentido, la imagen del emperador “era” el emperador” (BARASCH, MOSHE, oc, pág. 52).
Aunque los testimonios artísticos de la primera época apostólica o de las comunidades que nacían de la predicación inicial son escasos, es opinión generalizada que la imaginería cristiana no fue muy rica. Por un lado, la presión de la cultura de procedencia –ya sea mosaica o platónica- era contraria a las imágenes; por otro, los testimonios que se tienen de los Padres Apostólicos hacen pensar, si no en un iconoclasmo inicial, sí en una postura anicónica; es decir, si bien no hay oposición a la imagen, tampoco hay imágenes.
1.2.-El arte paleocristiano
La nueva religión que aparece en el imperio romano acontece en el quicio de un cambio epocal, cuando la antigüedad clásica romana entra en una decidida decadencia y se abre paso la refinada cultura griega. En esta tesitura, el cristianismo entroncará con el romano tardío y, a falta de imágenes propias, lo cargará de símbolos que le remitan a Cristo resucitado a través de la evocación simbólica de alguno de los misterios de su vida. El periodo paleo cristiano abarcará desde la aparición del cristianismo, en plena dominación romana, hasta la invasión de los pueblos bárbaros (los que hablaban idiomas distintos al latín o griego), que en 476 produjeron la caída del Imperio romano de Occidente. La historia del arte subdivide este periodo en dos etapas, separadas por el Edicto de Milán, en 313.
En el primer periodo, que recoge una etapa de sufrimiento y persecución, se registra un arte sencillo, de líneas estilizadas, sólo comprensible para las gentes iniciadas en la nueva religión. En él se pondría a prueba por primera vez la capacidad de la Iglesia para asimilar las culturas extrañas y teñir de nuevo significado sus expresiones más propias. Así, el ingenuo pastor que lleva su oveja sobre los hombros se troca en símbolo de “Jesucristo, el buen pastor” por antonomasia; el dios Dionisos y su ramo de vid, pasa a señalar a quien es “la verdadera vid”; los niños alados de tantas pinturas en los muros de las villas romanas, pasan a ser los ángeles celestiales que asiste al trono del Cordero.
Ejemplo señero de la simplicidad simbólica de la primera imaginería cristiana es el crismón, tan utilizado desde el periodo romano en las primeras manifestaciones de culto.
1.3.-Los primeros lugares de culto
Las primeras liturgias cristianas tuvieron lugar en las casas de los discípulos, en las moradas particulares de los cristianos. Como se lee en los Hecho, “Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón” (Hch 2, 46s).
Cuando Esteban predicaba la nueva doctrina a los judíos diciendo “el Altísimo no habita en edificios construidos por manos humanas" (Hch 7, 48), los escribas y fariseos se daban perfecta cuenta de la ruptura de la nueva religión con el Templo de Jerusalén. Ruptura de hondo sentido religioso, que también será anunciada por Pablo a los atenienses: “Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo… El Dios que hizo el mundo y todo lo que contiene, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos construidos por manos humanas” (Hch 17, 24).
Es una situación que se prolongaría hasta 313, cuando el Edicto de Milán devolvió libertad y posesiones a los cristianos y éstos vieron cómo sus filas se llenaban de neófitos tras hacerse cristiano el mismo Constantino.
1.4.-El culto funerario:
La consideración de la muerte como un tránsito a la casa del Padre hizo que las primeras manifestaciones de la imaginería cristiana tuvieran que ver con el recuerdo o el culto a los muertos.
1.4.1.-Los sarcófagos
La escultura tuvo su desarrollo propio en las manifestaciones vinculadas a los frontales de sarcófagos, que conocen un notable desarrollo como consecuencia de la importancia que adopta para el cristiano la muerte como tránsito hacia una vida mejor. La costumbre romana de incinerar los cadáveres y conservar las cenizas en urnas cinerarias es asimilada por la nueva religión que los hace más grandes para poder acoger el cuerpo del difunto.
Las imágenes de estos sarcófagos son por ello transmisoras de un mensaje de fe y esperanza sobre la vida inmortal, aunque en muchas ocasiones sean deudoras de la técnica y el estilo de la estatuaria clásica romana. Se observa, además, en ellos una interesante evolución desde los sarcófagos de strygilos (caracterizados por acanaladuras verticales en forma de S), a los de un clipeo (medallón central) o a los que muestran escenas y figuras de corte clásico.
Las manifestaciones pictóricas se asocian frecuentemente a las catacumbas, cuyas imágenes guardan relación con la verdadera vida: aquella que aguarda tras la muerte, una vez alcanzada la justicia divina. En un primer momento mediante signos ambiguos, como el pez, el pavo real, la vid..., que sugieren una interpretación religiosa, o el crismón, que se identifica con las iniciales de Cristo; más tarde, con alegorías mediadoras entre el cielo y la tierra, como el Buen Pastor; finalmente mediante imágenes más conceptuales –como la Orante que se identifica con la propia Iglesia como medio para la salvación de las almas.
Sarcófago (Tarragona) con los estrygilos y el clípeo
1.4.2.-Las catacumbas
El origen de la pintura paleocristiana está asociada a las figuras que aparecen en las catacumbas, esos cementerios bajo tierra que fueron utilizados por los cristianos para dar sepultura a sus muertos y venerar las reliquias de los mártires.
Especialmente en el primer periodo, la figuración está compuesta de símbolos que respetan, tanto el necesario secretismo en el que debía desenvolverse la vida cristiana, como el influjo judaizante de la doctrina sobre las imágenes.
Por ejemplo, el pez, que por pura casualidad su nombre griego (ICHTHYS) resulta ser un acróstico de la frase «Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador».
De igual manera, el Moscóforo griego, llevando la oveja sobre los hombros, se convierte en símbolo eficaz de Cristo, el buen pastor.
No obstante, la inexistencia de imágenes (el aniconismo) fue la tónica general en que se desenvolvió el culto cristiano de los primeros siglos. Y no fue la jerarquía eclesiástica quien facilitó la posterior eclosión de las imágenes en el mismo, sino la cultura romana imperante en Palestina, y la diáspora judía, que hizo que los primeros cristianos debieran convivir con la cultura helena existente en las ciudades del Mediterráneo donde se refugiaron.
Dura Europos (en el Irak actual) recoge el testimonio más antiguo de esta convivencia de lo judío con lo griego. Junto a una rica figuración pintada al fresco en los muros de la sinagoga, aparecen escenas del Nuevo Testamento.
2.-SIGLO III
2.1.-Orígenes de las catacumbas
En su forma original, en la primera mitad del siglo III, las catacumbas son un conjunto de tumbas contenidas en un número limitado de galerías (desde unos pocos a decenas de metros). Se mezclan las sepulturas paganas con las cristianas o judías. Estos hipogeos reemplazarán progresivamente los enterramientos en superficie (mausoleos y columbarios) a medida que empiece a escasear el espacio disponible en las principales vías consulares cerca de Roma, donde tradicionalmente se encuentran los cementerios.
A partir de la segunda mitad del siglo III, pero especialmente durante los siglos IV y V, se desarrollan las grandes catacumbas de Roma. Es un fenómeno específicamente cristiano; incluso cuando las grandes catacumbas judías del mismo período presentan características comunes, las diferencias relacionadas con la tipología de los enterramientos son notables.
La misma denominación dada para estos monumentos, “cementerio”, palabra griega que significa “dormitorio”, esclarece suficientemente la impronta cristiana que tuvieron estas ciudades funerarias.
2.2.-Características de las catacumbas.
Por tratarse de obras escavadas, las catacumbas suelen encontrarse en terrenos blandos, que se trabajen fácilmente. Fueron realizadas sin una planificación previa, están superpuestas en varios niveles y las últimas se hunden a casi 20 metros, con pasillos muy estrechos de apenas 80 cms. Llegaron a alcanzar dimensiones verdaderamente notables, tanto en cantidad –se conocen más de 60 catacumbas con más de 600 km, en conjunto- como en la estructura de las más complejas –la de San Sebastián mide más de doce kilómetros y forma una extensa red de galerías laterales conectadas con escaleras interiores, con miles de tumbas en ellas. -. Las galerías proporcionan acceso a las cámaras funerarias, llamada cripta, algunas de las cuales contenían la tumba de un mártir o estaban destinadas a la celebración de las ceremonias litúrgicas y los aniversarios de los fallecidos ( refrigerium ) . El más famoso es la cripta de los papas en las catacumbas de San Calixto.
A lo largo de las galerías se excavan nichos rectangulares donde se depositan los cuerpos. Los enterramientos singulares se conocen como lóculos. Las galerías también pueden conducir a cubículos, que son cámaras funerarias que contienen varios lóculos. Estas habitaciones estaban reservadas para las tumbas de las familias más ricas.
2.3.-El arte de las catacumbas.
En las catacumbas se desarrolla, desde fines del siglo II, un arte muy sencillo, en parte narrativo y en parte simbólico. Las pinturas, los mosaicos, los relieves de los sarcófagos, así como las artes menores, recuerdan las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento, con el intento de presentar los ejemplos de la salvación del pasado a los recién convertidos. A menudo se representa a Jonás, salvado del vientre de la ballena donde el profeta había permanecido durante tres días, esto para evocar la resurrección de Cristo.
Roma, Catacumbas de los SS. Marcelino y Pedro – Jonás sale de la ballena
Roma, Catacumbas de los SS. Marcelino y Pedro – Noé en el arca
Pero están representados también los jovencitos de Babilonia, salvados de las llamas del horno; Susana, salvada de las insidias de los viejos; Noé escapado del diluvio; Daniel, ileso en el foso de los leones.
Roma, Catacumbas de S. Sebastián – Inscripción funeraria con símbolos
El arte de las catacumbas es también un arte simbólico, en el sentido de que se representan con sencillez algunos conceptos difíciles de expresar. El símbolo de Cristo es un pez; la paz del paraíso, una paloma; y para expresar la firmeza de la fe se dibuja un ancla. En las losas que cierran las sepulturas están grabados con frecuencia símbolos con distintos significados. En algunos casos se representa un objeto que recuerda el trabajo realizado en vida por el difunto. Algunos símbolos, como las copas, los panes y las ánforas se refieren a las comidas fúnebres en honor de los difuntos, llamadas refrigeria. La mayor parte de los símbolos está relacionado con la salvación eterna, como la paloma, el pavo real, el ave fénix y el cordero.