La liturgia
1.-El Culto, en general.
«De la total y absoluta dependencia en que se encuentra el ser humano respecto de Dios, su supremo principio y último fin, nace un complejo de deberes que le unen estrechamente a Él y constituyen el objeto material de la virtud de la religión» (M. RIGHETTI, Historia de la liturgia T1, pág 7).
Los actos con que el ser humano cumple con estos deberes constituyen el culto religioso privado. Pero la persona no fue hecha para vivir solo. Dios lo ha creado para vivir en sociedad; es un ser social. Por consiguiente, la sociedad humana, por las mismas razones (data proporcione) que valen para el individuo, tiene a su vez la obligación de dar a Dios, su autor, un culto público y social.
Este culto, cuya organización Dios podía dejar a la libre voluntad de los jefes de la sociedad, quiso organizarlo El mismo en el mundo por divina revelación: primero, mediante el culto mosaico, y más tarde, mediante el culto cristiano, que, establecido por Cristo y sus apóstoles en líneas esenciales, se desarrolló admirablemente a través de los siglos por la obra asidua y clara de la Iglesia católica.
El término culto, por lo tanto, que en sentido genérico significa toda expresión de sentimiento religioso, designa, en sentido objetivo, aquel conjunto fijo y ordenado de normas por el cual se halla organizada la religión exterior correspondiente a una determinada sociedad. Tendremos así un culto pagano, un culto hebreo, un culto cristiano. En éste segundo caso, culto viene a ser, como veremos, sinónimo de liturgia, y a este término nos atendremos preferentemente según el uso más común de los escritores modernos. (M. RIGHETTI ,Historia de la liturgia T1, págs. 7s)
Darle culto es el mandato de Yavhe a Moisés:
«Dirás al faraón: “Así dice el Señor: Israel es mi hijo primogénito. Yo te digo: Deja salir a mi hijo para que me dé culto» (Ex 4, 22s)
En seguida, vuelve a repetirse el mandato divino
«Dile: “El Señor, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti con este encargo: Deja salir a mi pueblo, para que me rinda culto en el desierto» (Ex 7, 16).
Y con idénticas palabras exigirá repetidas veces Moisés al Faraón la salida del pueblo hebreo al desierto
« El Señor dijo a Moisés: «Preséntate al faraón y dile: Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: Deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto (9, 1)
«El Señor dijo a Moisés:
«Madruga por la mañana, preséntate al faraón y dile: Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: “Deja salir a mi pueblo para que me rinda culto,(9, 13)
Hasta que Faraón parece ceder ante Moisés:
«No; marchad si queréis solo los hombres y rendid culto al Señor, pues eso es lo que pedíais». (10, 11).
Y el culto, es decir, la realización del culto a Dios es el fondo de la disputa entre Moisés y Faraón. Muy bellamente lo comenta Ratzinger:
«Israel sale de Egipto no para ser un pueblo como todos los demás. Sale para dar culto a Dios. La meta del Éxodo es la montaña santa, aún desconocida, el culto a Dios» (RATZINGER, El espíritu de la liturgia, pág 37)
2.-La Liturgia, en general
En un orden general, el diccionario de la RAE la define como
1. f. Orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones
2. f. Ritual de ceremonias o actos solemnes no religiosos
El conjunto de las prácticas rituales constituyen los actos litúrgicos, actos fuertemente reglados en sus libros oficiales y en sus ritos propios. Por ello, no son realizados por cualquier fiel de una determinada religión, sino por los ministros autorizados por la jerarquía de la iglesia a la que sirven.
En la Iglesia Católica son numerosas las citas que quieren definir qué sea la liturgia. El Concilio Vaticano II dice que
"la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza.(SC, 10). «Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo.»(SC, 7)
Palabras que recuerdan al profesor Mario Riguetti:
«la definición exacta de la liturgia no puede, en su esencia, ser otra que ésta: el ejercicio del sacerdocio de Cristo por medio de la Iglesia»(Righetti, pág. 11)
El catecismo de la Iglesia Católica (CIC) extiende la comprensión religiosa de la liturgia:
«La palabra "Liturgia" significa originariamente "obra o quehacer público", "servicio de parte de y en favor del pueblo". En la tradición cristiana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en "la obra de Dios" (cf. Jn 17,4). Por la liturgia, Cristo, nuestro Redentor y Sumo Sacerdote, continúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención».(1069)
«La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente la celebración del culto divino (cf Hch 13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio (cf. Rm 15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25).» (1070)
«La liturgia, obra de Cristo, es también una acción de su Iglesia. Realiza y manifiesta la Iglesia como signo visible de la comunión entre Dios y de los hombres por Cristo. Introduce a los fieles en la vida nueva de la comunidad.» (1071)
Esta consideración de “obra de Cristo” da la dimensión profunda de la liturgia católica. En ella es Cristo quien obra y el ministro que celebra lo hace en representación de Cristo, cabeza de la Iglesia, como servidor de un liturgo mayor. Así lo explica el CIC:
En la celebración litúrgica, la Iglesia es servidora, a imagen de su Señor, el único "Liturgo" (cf Hb 8,2 y 6), al participar del sacerdocio de Cristo (culto), de su condición profética (anuncio) y de su condición real (servicio de caridad) (CIC, 1070)
De forma más poética y mística dice Juan Pablo II”:
“¿Qué es la liturgia sino la voz unísona del Espíritu Santo y la Esposa, la santa Iglesia, que claman al Señor Jesús: `Ven’? ¿Qué es la liturgia sino la fuente pura y perenne de ‘agua viva’ a la que todos los que tienen sed pueden acudir para recibir gratis el don de Dios?” (Vicesimus Quintus Annus, n. 1)...
3.-La liturgia cristiana
Comprender el monumento religioso que constituye la Liturgia cristiana o, mejor, comprender cómo se ha ido formando hasta llegar a la que disfrutamos los cristianos del siglo XXI requiere hacer algo de historia que permita la necesaria perspectiva temporal y cultural de los tiempos y pueblos en los que se ha formado.
31.-La Unidad Litúrgica Primitiva.
Nuestro Señor trazó ciertamente las líneas fundamentales del culto litúrgico cristiano, tal como se vislumbra en los relatos de la última cena, pero es dable creer que los muchos detalles particulares que enriquecen el rito fueron creados por la iniciativa de los apóstoles, a quienes había investido de su misma misión divina y les había dado las facultades necesarias. Así, a medida que la comunidad iba desarrollando el culto, desarrollaba también las normas y ritos litúrgicos apropiados, y de esta sencilla manera, los ritos litúrgicos fueron tomando forma gradualmente.
En los tiempos apostólicos, la Eucaristía finalizaba los llamados ágapes (costumbre que será recogido en el diccionario como “Comida fraternal de carácter religioso que se celebraba entre los cristianos”). En estas reuniones, los cristianos comían la comida preparada para la ocasión y, tras ella, permanecían en oración. A semejanza de lo hecho por el Maestro, después de la cena tenía lugar la partición del pan y la comunión de los presentes.
En esas comidas se seguía la tradición apostólica, tal como lo detalla san Pablo:
«Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».(1Cor 11, 23ss)
Los Hechos de los Apóstoles mencionan estas comidas fraternas de los primeros cristianos, cuyos gestos y signos tendrían carácter fundante para las comunidades posteriores:
« Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones…. Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,42.46)
«El primer día de la semana, nos reunimos para la fracción del pan» (Hch20. 7)
Este orden corresponde a la descripción de la Última Cena en el evangelista Lucas
«Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros.» (Lc 22, 17ss).
Las comidas fraternales judías también incluían, además de la propia ingesta de los alimentos ritualmente preparados para este fin, los gestos rituales de partir el pan y bendecir las diferentes copas que se bebían durante la cena. En el empeño por diferenciar la nueva religión de la tradición judía, los apóstoles fomentaron la tendencia de separar las comidas eucarísticas y no eucarísticas, y, posteriormente, a distinguir también el lugar de la celebración de una y otra. En este sentido, san Pablo señala a los corintios la necesidad de esta distinción y les aconseja que no los mezclen:
"Por ello, hermanos míos, cuando os reunís para comer esperaos unos a otros. Si uno tiene hambre, que coma en casa, a fin de que no os reunáis para condena. Lo demás lo prescribiré cuando vaya."(1Cor 11,33ss)
Posteriormente, la comida eucarística comenzó a realizarse como un rito sagrado independiente (que luego comenzaron a llamarse liturgia) y a celebrarse dentro de los templos sagrados
32.-La Ruptura de la Unidad Litúrgica.
Varias concausas contribuyeron a la aparición de rituales litúrgicos diferentes en los siglos I-II. Por un lado, comprobamos en los Hechos y en las epístolas paulinas que el orden de la celebración no estaba escrito, sino que se transmitía oralmente. Por otro, el mismo hecho de la predicación, llevada a muy diferentes áreas geográficas por los distintos apóstoles, autoriza a ver con naturalidad la aparición de tradiciones particulares en las diferentes comunidades eclesiales iglesias fundadas por los apóstoles, sin que haya obstáculo alguno para afirmar que las liturgias allí vigentes era un patrimonio recibido de los mismos apóstoles.
Poco a poco, las diferentes localidades comenzaron a consolidar sus propios ritos litúrgicos.
Así, por ejemplo, la liturgia de San Marcos para la iglesia de Alejandría; la de Santiago para la de Antioquía, donde las liturgias de San Basilio el Grande y de san Juan Crisóstomo se hicieron canónicas; la de San Pedro, para la de Roma; y la tradición de San Juan Evangelista, para Éfeso. Por las razones observadas antes, es un hecho muy frecuente que los Padres del siglo III y del IV, hablando de algún rito o ceremonia en particular, afirmen que es de origen o tradición apostólica.
Todas estas liturgias, aunque difieran en el tenor literal de las oraciones rituales del sacerdote en la consagración del pan y el vino, son iguales en su significado último del mismo y único sacrificio de Cristo a través de su Iglesia.
Sobre este aspecto, el profesor Righetti encuentra las siguientes razones para explicar la diversidad litúrgica creada en los primeros siglos:
• a) La incertidumbre de las fórmulas litúrgicas, debida a la libertad concedida al obispo que presidía la sinaxis.
• b) La diversidad de las condiciones del ambiente en la cual se desarrolló el cristianismo en tiempos, lugares y pueblos diversos.
• c) La dificultad de mantener estable y nórmales relaciones entre las diversas iglesias, dada su distancia y las convulsiones que frecuentemente eran ocasionadas por las persecuciones.
• d) Las diferencias entre las agrupaciones particulares políticoreligiosas que constituían entonces las grandes circunscripciones en que estaba dividido el mundo cristiano. En la época del concilio de Nicea (325), estas circunscripciones se hallaban repartidas de hecho así:
En Oriente, tres grandes provincias metropolitanas: Antioquía, Cesárea, Alejandría.
En Occidente, Roma, cabeza del Imperio y metrópoli del mundo cristiano
En África. Manteniéndose siempre en estrecha relación con Roma, tenía generalmente como cabeza a Cartago, cuyos obispos reunían en torno de sí a los de todas las provincias africanas.
(Cfr. Riguetti, parte II, La Ruptura de la Unidad Litúrgica.),
33.- Las circunscripciones eclesiásticas
Durante los tres siglos de persecución la expansión de la predicación dio lugar a la consolidación de grandes áreas geográficas con identidades muy definidas, marcadas no sólo por las condiciones ambientales propias, sino también por las expresiones identitarias político-religiosas de las comunidades que habitaban dichas áreas geográficas.
Ya en el siglo IV, en la época del concilio de Nicea (325), de hecho estas circunscripciones se hallaban repartidas.
En Oriente, tres grandes provincias metropolitanas:
Antioquía, la más antigua y la más célebre de todas, era un centro activísimo de vida religiosa, del que se extendía el cristianismo ampliamente por los países circunvecinos. Nada menos que hasta Siria, Chipre, Asia Menor, Mesopotamia, Persia e, incluso, Jerusalén extendía Antioquía su esfera de influencia.
Cesárea de Capadocia, la metrópoli de la provincia central del Asia Menor, extendía su radio de acción sobre el exarcado independiente del Ponto y sobre Armenia, más allá de las fronteras del Imperio
Alejandría, finalmente, era después de Antioquía, su rival, otro de los puntos religiosos del Oriente. El concilio Niceno confirmó a su obispo la supremacía sobre las provincias de Egipto, de la Tebaida, de Libia, de Cirenaica y de la Pentápolis líbica
Constantinopla no comenzó a ejercer la influencia litúrgica de su rito bizantino hasta el siglo V, pero éste fue haciéndose cada vez más dominante, al punto de llegar en los siguientes siglos a imponerse sobre las antiguas sedes metropolitanas.
El rito bizantino, (o 'constantinopolitano', también llamado 'griego') es una de las cinco grandes familias de ritos litúrgicos cristianos, que componen el Oriente cristiano.
Las particularidades litúrgicas propias de estas últimas, aunque superadas por el rito bizantino, se mantuvieron, sin embargo, en las iglesias establecidas en las áreas que no se sometieron al poder político de Bizancio, manteniéndose autóctonas y alejadas del dominio de la ortodoxia y de la lengua griega.
El gran legado religioso de la civilización bizantina es, sin duda, la Iglesia de Oriente, que se conformó en medio de grandes disputas teológicas con la Iglesia Católica Apostólica Romana.
En Occidente,
Durante 1.000 años la Iglesia de Jesucristo se desarrolló unida por todo el imperio romano. Aun cuando Constantino dividió el imperio, estableciendo Constantinopla como capital de la parte oriental, la unidad se mantuvo entre los cinco patriarcados conocidos como la Pentarquía: Roma, Constantinopla, Antioquía, Jerusalén y Alejandría.
Roma, cabeza del Imperio y metrópoli del mundo cristiano, además de gozar de una indiscutible preeminencia jerárquica sobre todas las iglesias, actuaba como centro de una provincia eclesiástica que comprendía desde las sedes de la península italiana, hasta las más lejanas de España y las Galias.
En Africa
Cartago, al mismo tiempo que mantenía estrecha relación con Roma, reunía bajo la jurisdicción de su obispo al resto de las iglesias de las provincias de esa área.
(Cfr. Riguetti, parte II, Circunscripciones eclesiásticas)
34 Los Ritos Litúrgicos.
Las circunscripciones eclesiásticas, de las que hemos trazado, al menos de un modo general, los confines, formaban a finales del siglo IV o a principios del V otras tantas provincias litúrgicas distintas. En esta época, en efecto, que es la de los primeros y más importantes documentos de nuestra historia, la diferenciación litúrgica había tomado formas precisas y definitivas y llegado en algunos sitios a un estado de desarrollo muy avanzado.
La Iglesia católica, tanto en occidente como en oriente, tiene una amplia gama de ritos:
Hay cuatro troncos principales:
1.- En occidente:
El rito latino.
2.- En oriente:
a).- El rito siríaco (Antioquía).
b).- El rito bizantino que surgió de un grupo de ritos provenientes del rito de antioqueno bajo la influencia de san Basilio y san Juan Crisóstomo.
c).- El rito alejandrino (Egipto).
4. Las Liturgias Orientales
En la actualidad, el cristianismo ortodoxo es la religión predominante en Bielorrusia, Bulgaria, Chipre, Georgia, Grecia, Moldavia, Montenegro, Macedonia del Norte, Rusia, Rumanía, Serbia y Ucrania. Siendo Iglesias autocéfalas están adscritas a los patriarcados seculares de Rusia (la tercera Roma), Constantinopla (la segunda Roma) y, más moderno, Ucrania.
Las relaciones entre ellas están lejos de ser pacíficas. Por razón de antigüedad, el Patriarcado de Constantinopla ostenta el primado honorífico entre las iglesias ortodoxas en comunión, mientras Rusia es la iglesia ortodoxa que cuenta actualmente con mayor número de fieles, acercándose o superando los 100 millones.
Esta doble realidad, la antigüedad y la fuerza de los seguidores, funda el enfrentamiento entre los patriarcados de Constantinopla y Moscú, que ya viene de mucho tiempo atrás, desde el momento en el que Moscú, por el número de sus fieles a escala global y por la fuerza de su implantación, reivindicase una posición de mayor preeminencia en detrimento de la primacía simbólica del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.
Un momento crítico en este enfrentamiento se ha registrado muy recientemente (5 de enero de 2019), cuando el jerarca de la nueva Iglesia ortodoxa de Ucrania formalizó en Estambul (Turquía), en concreto, en la catedral de San Jorge, su independencia del Patriarcado de Rusia, después de 300 años de vínculos religiosos y políticos, convirtiendo a la Iglesia ortodoxa de Ucrania en la octava entidad autónoma reconocida de esta rama del cristianismo.
En la práctica de la Iglesia Ortodoxa existen tres ritos litúrgicos: la Liturgia de San Basilio el Grande, la liturgia de San Juan Crisóstomo, y la liturgia de San Gregorio, el divino.
41.-Liturgia de San Basilio el Grande
De san Gregorio Nacianceno se conocen sus palabras en el funeral de san Basilio, atribuyendo a éste la reforma de la liturgia de Cesárea, hecha cuando era presbítero en dicha ciudad. Reformó también el Oficio divino para sus monasterios.
En las iglesias de rito bizantino La Liturgia de San Basilio se celebra diez veces al año: 5 domingos de Gran Cuaresma, Gran Jueves, Gran Sábado, Navidad y víspera de Epifanía, día de la memoria del santo. Los demás días se sigue la liturgia de San Juan Crisóstomo, algo más breve
42.-Liturgia de San Juan Crisóstomo
Sobre la base de la liturgia de San Basilio el Grande, San Juan Crisóstomo recogió el rito de su liturgia, acortando algunas de las oraciones. Esta liturgia se celebra todos los días del año, excepto los primeros cinco domingos de la Gran Cuaresma y los días de Cuaresma entre semana.
"Esta Divina Liturgia celebrada en la fiesta de san Andrés apóstol, santo patrono de la Iglesia de Constantinopla, nos remonta a la Iglesia primitiva, a la época de los Apóstoles…. La Divina Liturgia en la que hemos participado se ha celebrado según el rito de san Juan Crisóstomo. La cruz y la resurrección de Cristo se han hecho místicamente presentes. Para nosotros, los cristianos, esto es fuente y signo de una esperanza constantemente renovada. Esta esperanza se encuentra magníficamente expresada en el antiguo texto conocido como Pasión de San Andrés: "Te saludo, oh cruz, consagrada por el Cuerpo de Cristo y adornada con sus miembros como piedras preciosas (...) Que los fieles conozcan tu alegría y los dones que atesoras...". (BENEDICTO XVI, viaje apostólico a Turquía, 28.11.2006).
43.-La Liturgia de los Dones Presantificados
La Liturgia de los Dones Presantificados es debida a San Gregorio, el Divino, que no quería dejar a los fieles sin la posibilidad de comulgar durante los cuarenta días de la Gran Cuaresma --excepto sábados y domingos--, en los cuales no se celebra la liturgia de san Juan Crisóstomo, para ser congruentes con el carácter penitencial del tiempo de ayuno cuaresmal, que es un tiempo de arrepentimiento y de lamento por los pecados, en el que toda fiesta está excluidas del culto. Para ello, la Iglesia establece que los miércoles y viernes de la Gran Cuaresma, se celebre la Liturgia de los Dones Presantificados.
En la Gran Cuaresma, los sábados y domingos se puede celebrar la Eucaristía, como de costumbre: Los sábados se celebra la habitual Liturgia de San Juan Crisóstomo; y los domingos se utiliza la Liturgia de San Basilio el Grande . El resto de los días se celebra la Liturgia de los Dones Presantificados. Durante el rezo de Vísperas se ofrece a los fieles la posibilidad de comulgar con la reserva eucarística que se ha preparado durante la Liturgia del domingo anterior.
44.-La Divina Liturgia
Los domingos normales, se celebra la Liturgia Divina, equivalente a nuestras Eucaristías occidentales. El orden de la liturgia es el siguiente: primero, se preparan los elementos para el Sacramento (los Dones Ofrecidos), luego los creyentes se preparan para el Sacramento, y finalmente, se realiza el Sacramento mismo y la Comunión de los creyentes. La liturgia se divide en tres partes, que se denominan:
• Proskomidia
La palabra griega proskomidia significa ofrenda. Este es el nombre de la primera parte de la liturgia en memoria de la costumbre de los primeros cristianos de llevar pan, vino y todo lo necesario para el servicio. Por eso, el mismo pan que se utiliza para la celebración de la liturgia se llama prosphora, es decir, ofrenda.
•
Liturgia de los catecúmenos
La segunda parte de la liturgia se llama liturgia de los "catecúmenos", porque durante su celebración pueden estar presentes no sólo los bautizados, sino también los que se preparan para recibir este sacramento, es decir, los "catecúmenos".
• Liturgia de los fieles.
En la liturgia de los fieles:
1) los Dones se transfieren del altar al trono;
2) los creyentes se preparan para la consagración de los dones;
3) los Dones son santificados;
4) los creyentes se preparan para la Comunión y reciben la Comunión;
5) luego se realiza la acción de gracias por la Comunión y la despedida.
5. Las Liturgias Occidentales.
51.-El Rito Galicano.
Una carta del papa Inocencio escrita en el año 416 da cuenta por vez primera de la existencia un rito litúrgico distinto del de Roma en Occidente, que posteriormente se llamaría galicano por tener su origen en la diócesis de Umbría (Francia). Presentaba, entre otras, la particularidad litúrgica de que el signo de la paz se da antes del canon.
Más tarde, este rito ejercería durante varios siglos una vastísima influencia por todo el Occidente, desde Irlanda hasta la Galia, España e, incluso, la parte norte de Italia, llegando casi a las mismas puertas de Roma.
52.- El Rito Ambrosiano:
El rito ambrosiano es una antigua tradición litúrgica de la diócesis de Milán, que se remonta al siglo IV, cuando era obispo de ella san Ambrosio. Es uno de los ritos litúrgicos latinos medievales que subsisten en la Iglesia católica, coetáneo con los existentes en Occidente en el área galicana. De las mutuas influencias entre ellas, opina el prof. Righetti:
Después de cuanto hemos dicho sobre el origen de las liturgias galicanas, creemos más adecuado a las necesidades de la moderna ciencia litúrgica comparativa incluir el rito ambrosiano no tanto entre la familia de las llamadas liturgias galicanas, sino más bien como subtipo en la liturgia de Roma. (Righetti)
Cuando el papa Gregorio I, a fines del siglo VI, reorganizó e implantó en toda la Iglesia católica el rito romano, no dejó de reconocer que en la diócesis de Milán el peso de la liturgia ambrosiana, era de gran importancia y permitió su continuidad. Casi 10 siglos más tarde, el Concilio de Trento mantuvo el interés de dicha liturgia para la diócesis milanesa.
Las cuatro partes principales de la liturgia:
1ª.- La misa. — Se desarrolla según las grandes líneas del sistema romano arcaico, con algunas particularidades. Por ejemplo:
.-lectura regular de tres lecturas: Antiguo Testamento, epístola y evangelio.
.-el Credo niceno-constantinopolitano, recitado después del ofertorio;
.-el prefacio, variable en cada dominica y fiesta,
.-el lavatorio de las manos inmediatamente antes de la consagración;
.-la fracción antes del Pater noster, conforme al uso romano pregregoriano;
2ª.- El oficio.
.-El texto de los Salmos no sigue la Vulgata, sino la Ítala (traducción de la Septuaginta, que, sin ser una traducción directa del hebreo, estuvo en uso desde el siglo II hasta el siglo V);.
3ª.- Los sacramentos.
.-El bautismo se administra por inmersión
.-en la extremaunción, salvo en caso de urgencia, se anteponen las letanías de los santos según una forma ambrosiana muy complicada;
.-en el matrimonio, el sacerdote, una vez que ha recibido el consentimiento de los esposos, coloca sobre sus manos entrelazadas el extremo de la estola diciendo: Ego.,.; la bendición de la esposa no se da después del Pater noster, sino terminada la misa.
4ª.- El año litúrgico.
.-El domingo está siempre consagrado a Dios, excluyendo como norma todas las fiestas de la Virgen o de los santos;
.-el Adviento comienza el domingo después de la fiesta de San Martín (11 de noviembre) y comprende habitualmente seis domingos;
.-la Cuaresma comienza con el domingo in capíte quadragesimae: por eso no se incluyen los cuatro días desde el Miércoles de Ceniza;
.-todos los viernes de Cuaresma son alitúrgicos: en ellos está prohibida la celebración de la misa;
.-en el día de Pascua y en toda la octava, el misal trae dos misas, una para los fieles y otra para los neófitos;
.-Los domingos después de Pentecostés están divididos en cuatro grupos: post Pentecosten (15); post Decollationem (5); desde octubre hasta la Dedicación, 20 de octubre (3); post Dedicationem (3). (Righetti)
53.- El Rito Romano.
La brevedad de las palabras sobre las liturgias anteriores de Oriente y Occidente se justifica porque todas están emparentadas con el rito latino, con el que comparten un origen común y con el que a través de la historia tuvieron frecuentes y recíprocos influjos.
El rito latino es originariamente el rito de Roma, que luego se extendió por Occidente hasta imponerse hegemónicamente. Es el empleado por la gran mayoría de católicos en general.
El rito romano actual es fruto de un desarrollo que conoció muchos cambios en los primeros 15 siglos hasta que el Concilio de Trento solicitó la unificación y normativa definitiva de lo existente. Fue Pío V quien realizó el rito litúrgico que se mantendría canónica durante 5 siglos, hasta el Papa Pablo VI, como veremos en puntos sucesivos.
La Lengua Litúrgica.
La insistencia de San Pablo a los Corintios para eliminar de sus reuniones el uso de idiomas desconocidos permite pensar que la práctica de la Iglesia primitiva fue la de celebrar la Fractio panis en la lengua propia de los fieles que asistían y, desde luego, No nos consta que Jesús hubiera impuesto a los apóstoles usar una lengua con preferencia a otras en la celebración de la eucaristía. Se puede creer que en Jerusalén y en los países limítrofes el servicio litúrgico se celebraba en arameo o en siro-caldaico; en Antioquía, Colosas, Efeso, Corinto, Tesalónica y Alejandría, en griego.
En Roma, en los primeros siglos del Imperio, junto con el latín, idioma nacional, vino a predominar ampliamente el griego. Los griegos, perdida su independencia política, habían impuesto a los romanos, sus vencedores, el primado de su cultura filosófica y literaria. Bajo Augusto, las escuelas con retóricos griegos, lo mismo en África como en otras partes, eran las más acreditadas y frecuentadas por la juventud romana; griegas eran las institutrices en las familias patricias. Por las manos de griegos y judíos helenizados pasaba todo o casi todo el comercio de entonces. Por lo cual no debe causar extrañeza que el griego, convertido en una especie de lenguaje internacional, fuese tan común en Roma, en las Galias, en África y de que hubiera sido aceptado por la primitiva comunidad cristiana de la urbe como idioma oficial y litúrgico, tanto más cuanto que estaba ella constituida preferentemente de griegos y de orientales. Todo esto se confirma no sólo por el hecho de que escribiera San Pablo en griego su carta dirigida a los romanos, San Marcos el Evangelio de San Pedro y todos los escritores romanos de los primeros dos siglos, desde San Clemente Papa a San Hipólito (+ v.235), sino también por el uso constante de la lengua griega en la redacción del antiquísimo símbolo bautismal, en la mayor parte de la nomenclatura eclesiástica primitiva y, sobre todo, en los más antiguos epitafios de las catacumbas.
El predominio litúrgico del griego duró hasta la mitad del siglo III y más tarde quizá, sea en virtud de la costumbre, sea también por el hecho de que él, mejor que el latín, se prestaba a servir como lengua de comunicación interprovincial entre las diversas comunidades cristianas del Imperio. Ciertamente, en tiempo del papa Fabiano (240-251) la iglesia romana era preferentemente latina; Se mantuvo, sin embargo, por largo tiempo la línea de la antigua lengua litúrgica. Hasta el siglo XIII, en Roma las profecías de las noches de Pascua se leían primero en griego y después en latín, la redditio symboli se hacía igualmente en griego y en latín; en los antiguos sacramentarlos, comenzando por el gelasiano, el texto del Gloria in excelsis y del Credo se encuentra escrito casi siempre en griego con letras latinas. Aun actualmente en la misa pontifical del papa, la epístola y el evangelio se cantan en latín y en griego.
6.- El Símbolo de fe
El Símbolo de la Fe es la oración que formula las principales creencias y dogmas de la Iglesia, sea la Católico-romana o la Ortodoxa-oriental. El elenco de las 12 afirmaciones dogmáticas fue aprobado en el siglo IV, en los Concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381), I y II ecuménicos, respectivamente.
6.1.-Un poco de historia
El I Concilio Ecuménico, celebrado en Nicea, condenó la doctrina arriana, que afirmaba que el Hijo de Dios, Jesucristo, fue creado por Dios Padre, no siendo, pues, verdadero Dios. No obstante la dura condena de Arrio pronunciada por el concilio de Nicea, la Iglesia siguió siendo combatida por puntos de vista que cuestionaban, tanto la cristología básica --la doble naturaleza, divina y humana, de Cristo--, como la propia divinidad del Espíritu Santo.
La reacción de la Iglesia, a través de los padres del concilio de Constantinopla (381), fue afirmar la fe de Nicea, y completar el credo niceno con proposiciones complementarias. Especialmente significativa fue la afirmación más extensa de este Credo relativa al Espíritu Santo diciendo:
“Y en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede (ekporeuetai) del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas”.
Aunque la fórmula evita llamar directamente “Dios” al Espíritu, el Concilio claramente pretendió con este texto hacer una afirmación de la fe de la Iglesia en la divinidad plena del Espíritu Santo, contra la doctrina que veía al Espíritu Santo como una criatura. Simultáneamente, el Concilio evitaba especificar el modo del origen del Espíritu, o dar explicaciones sobre las relaciones particulares del Espíritu con el Padre y el Hijo.
No se han conservado las actas del concilio de Constantinopla, pero el concilio de Calcedonia (451) --cuyas Actas se conservan escritas en griego-- recoge y reconoce como vinculantes para la fe cristiana los textos de los Credos de Nicea y de Constantinopla.
En las regiones de Oriente, Antioquía y Constantinopla, aparece proclamado en la Eucaristía desde principios del siglo VI. Y, poco más tarde, a partir del concilio de Toledo (589), desde España, el uso del Credo con el Filioque se extendió a través de la Galia y, con ello, también introducido en las Eucaristías del resto de Iglesias occidentales. Finalmente, lo vemos introducido en la liturgia eucarística de Roma en el siglo XI, con lo que se hace definitiva la aceptación general del Filioque en Occidente.
6.2.-El malentendido original
Desde el cisma de 1054, una de las causas originarias de división entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, ha radicado en los modos diferentes de concebir y de hablar sobre el origen del Espíritu Santo en la vida interior de la Trinidad.
No ha bastado con que las dos iglesias profesen “la fe de Nicea” como la expresión normativa de la común comprensión de Dios, y tomen como declaración clásica de esta fe la versión revisada del credo de Nicea asociada a la del primer concilio de Constantinopla, de 381. Y no basta porque la versión latina de este Credo añade, a su confesión de que el Espíritu Santo “procede del Padre”, el término Filioque: “y del Hijo".
Para la mayoría de cristianos occidentales, desde el siglo VI, este “y del Hijo” es parte de la formulación central de su fe y parte indispensable de la catequesis ordinaria de la Iglesia sobre del dogma de la Santísima Trinidad. Especialmente definitiva fue, a estos efectos de afirmación general, la aceptación papal, en 1014.
Por el contrario, para los cristianos orientales, la presencia de este término en la versión occidental del Credo ha sido una fuente de escándalo, por lo menos desde finales del siglo VIII. Y ello por un doble motivo: por la teología trinitaria que expresa, y porque supone la alteración unilateral del acuerdo de un Concilio ecuménico. La teología asociada al término Filioque y las razones de autoridad dadas por Roma para justificar su adopción se convirtieron en símbolos de las diferencia entre las Iglesias cristianas de Roma y Constantinopla.
Esta es la situación actual del texto del Credo Niceno-Constantinopolitano, en sus versiones latina, católico-romana y rusa. Aunque por razones de comprensión no se figura la versión griega del texto –versión canónica tras la pérdida de las actas del concilio de Constantinopla-- , sí hay que tener en cuenta que la divergencia entre Oriente y Occidente se debe a que la traducción latina no es fiel al texto griego, donde no figura la expresión «filioque», origen de la discordia dogmática entre ambas Iglesias. La versión rusa que se ofrece documenta suficientemente las diferencias existentes por este motivo.
VERSIÓN LATINA
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VER. CATÓLICO-ROMANA
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VERSIÓN RUSA
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1.-Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, Factorem caeli et terrae, visibilium omnium et invisibilium.
2.-Et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum, et ex Patre natum ante omnia saecula, Deum de Deo, Lumen de Lumine, Deum verum de Deo vero, genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem ómnia facta sunt;
3.-qui propter nos homines et propter nostram salutem descendit de caelis, et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine et homo factus est,
4.-crucifixus etiam pro nobis sub Pontio Pilato, passus et sepultus est,
5.- et resurrexit tertia die secundum Scripturas,
6.-et ascendit in caelum, sedet ad dexteram Patris,
7.-et iterum venturus est cum gloria, iudicare vivos et mortuos; cuius regni non erit finis.
8.-Et in Spíritum Sanctum, Dominum et vivificantem,
qui ex Patre Filioque procedit,
qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur, qui locutus est per Prophetas.
9.-Et unam sanctam catholicam et apostolicam Ecclesiam.
10.-Confiteor unum Baptisma in remissionem peccatorum.
11.- Et expecto resurrectionem mortuorum,
12.-et vitam venturi saeculi. Amen.6
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1.-Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra,de todo lo visible y lo invisible.
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2.-Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho;
3.-que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,
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y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
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4.-y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,
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5.-y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
6.-y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
7.-y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
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8.-Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
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9.-Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
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10.-Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados.
11.-Espero la resurrección de los muertos
12.-y la vida del mundo futuro. Amén.
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1.-Creo en un solo Dios, Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible
2.-Y en el único Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el Unigénito, nacido del Padre antes de todos los tiempos: Luz de la Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, increado, consustancial con el Padre, por Él todo fue creado.
3.-Por nosotros, pueblo, y por nuestra salvación, que descendió del cielo y se encarnó del Espíritu Santo y María la Virgen, y se hizo hombre
4.-Crucificado por nosotros bajo Poncio Pilato, sufriendo y sepultado
5.-Y resucitó al tercer día, según las Escrituras
6.-Y ascendió al cielo y se sienta a la derecha del Padre.
7.-Y de nuevo vendrá en gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
8.-Y en el Espíritu Santo, el Señor, dando vida,
que procede del Padre,
igualmente con el Padre y el Hijo de los adorados y glorificados, que habló por los profetas
9.-En la única santa iglesia católica y apostólica
10.-Confieso un bautismo para remisión de pecados
11.-Espero la resurrección de los muertos.
12.-Y la vida del próximo siglo. Amén.
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6.3.-En busca de la unidad
El Credo de Nicea, absolutamente compartido por toda la Iglesia, que se definía como «una, santa, católica y apostólica», han cubierto las disensiones existentes entre las comunidades cristianas orientales y occidentales del antiguo Imperio Romano hasta la ruptura, cuando la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa Oriental rompieron la comunión con el Cisma de 1054 .
La herida producida hace ya más de 1000 años compromete directamente el cumplimiento del mandato de Jesús y las posibilidades de la evangelización de ambas Iglesias:
No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Jn 17, 20s)
Nunca se ha dejado de trabajar en la restauración de la unidad a través de contactos de carácter ecuménico , pero en esta última etapa, tras el Concilio Vaticano II (1962-1965) parece que una nueva era en las relaciones de la Iglesia Católica con la Iglesia Oriental se ha abierto.
EL Decreto
Unitatis Redintegratio sobre el Ecumenismo (UR) se refiere a los cristianos de Oriente como
«nuestros hermanos separados» (Proemio) y hasta 28 veces los llama hermanos. Y, al estudiar la naturaleza de los vínculos que nos unen, dice:
«Puesto que estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo por su sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, por los que se unen a nosotros con vínculos estrechísimos» (UR 15).
Por su parte, la Iglesia Ortodoxa, receptiva al nuevo carácter de las relaciones, se reunió en en la Tercera Conferencia Pan-Ortodoxa (Rodas, 1964), y animó a las iglesias locales a prepararse para un diálogo futuro y atender en caridad con el Vaticano los esfuerzos ecuménicos que se iniciarán, a tenor de lo decretado en el Concilio:
«Este Sagrada Concilio desea ardientemente que los proyectos de los fieles católicos progresen en unión con los proyectos de los hermanos separados, sin que se pongan obstáculos a los caminos de la Providencia y sin prejuicios contra los impulsos que puedan venir del Espíritu Santo» (UR 24)
Dentro de este espíritu de reconciliación, el 7 de diciembre de 1965 se produjo la "DECLARACIÓN CONJUNTA CATÓLICO-ORTODOXA DE SU SANTIDAD EL PAPA PABLO VI Y EL PATRIARCA ECUMÉNICO DE ATENAGORAS I", donde se dice:
«el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I con su sínodo, de común acuerdo, declaran que:
A. Lamentan las palabras ofensivas, los reproches sin fundamento y los gestos reprobables que, de ambos lados, han marcado o acompañado los tristes acontecimientos de este período.
B. Asimismo, lamentan y quitan tanto de la memoria como de en medio de la Iglesia las sentencias de excomunión que siguieron a estos hechos, cuyo recuerdo ha influido en las acciones hasta nuestros días y ha obstaculizado relaciones más estrechas en la caridad; y entregan al olvido estas excomuniones.
C. Finalmente, deploran los desconcertantes acontecimientos precedentes y posteriores que, bajo la influencia de diversos factores —entre ellos, la incomprensión y la confianza recíproca— condujeron finalmente a la ruptura efectiva de la comunión eclesiástica.
El Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I con su sínodo se dan cuenta de que este gesto de justicia y perdón mutuo no es suficiente para terminar con las diferencias antiguas y más recientes entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa.»
Significativas y cuasi-proféticas resultan sus palabras últimas sobre la insuficiencia del gesto, con ser absolutamente inédito durante 1000 años, para terminar con todos los muros que en tal milenio se han levantado entre ambas Iglesias.
6.4.-Pasos concretos
La angustia por el pasado ha impulsado a ambas partes, particularmente en las últimas décadas, a trabajar para restaurar la unidad cristiana a través de esfuerzos ecuménicos.
1.- La Consulta Teológica Ortodoxa-Católica de América del Norte
Existe desde 1965, la Consulta Teológica Ortodoxa-Católica de América del Norte, una conferencia ecuménica permanente que se reune semestralmente bajo la dirección del Comité Conjunto de Obispos Ortodoxos y Católicos de esa región.
Desde 1999 hasta 2003 la “Consulta Teológica Norteamericana Ortodoxo-Católica” ha centrado su discusión sobre un tema que se ha significado durante más de doce siglos como una de las causas originarias de división entre nuestras Iglesias: nuestros modos divergentes de concebir y de hablar sobre el origen del Espíritu Santo en la vida interior del Dios trino.
En el documento final de los trabajos de la citada Consulta puede leerse:
Somos conscientes de que el problema de la teología del Filioque, y su uso en el Credo, no es simplemente un problema entre las comuniones católica y ortodoxa. Muchas Iglesias protestantes, también, basándose en el legado teológico del Occidente medieval, consideran que el término representa una parte integral de la confesión ortodoxa cristiana.
Sabedora de sus limitaciones, nuestra Consulta hace, no obstante, las siguientes recomendaciones teológicas y prácticas a los miembros y a los obispos de nuestras propias Iglesias:
• que en el futuro, por el progreso en la comprensión mutua que se ha producido en las últimas décadas, los ortodoxos y católicos se abstengan de etiquetar como heréticas las tradiciones de la otra parte sobre el tema de la procesión del Espíritu Santo;
• que los comprometidos en el diálogo sobre este tema distingan, tanto como sea posible, los temas teológicos del origen del Espíritu Santo de los temas eclesiológicos del primado y la autoridad doctrinal en la Iglesia, aun cuando estemos prosiguiendo ambas cuestiones juntos con seriedad;
• que la Iglesia católica, como consecuencia del valor dogmático normativo e irrevocable del Credo de 381, use sólo el texto original griego al hacer traducciones de este Credo para uso catequético y litúrgico;
• que la Iglesia católica, siguiendo un creciente consenso teológico, y en particular las declaraciones realizadas por el papa Pablo VI, declare que la condena realizada en el concilio de Lyon (1274) de aquellos “que pretenden negar que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo”, ya no es aplicable.
Washington, DC 25 de octubre de 2003
2.- La Comisión Teológica Mixta
La Iglesia Católica Romana se movió diligente para crear un diálogo ecuménico con todas las iglesias ortodoxas autocéfalas. En 1980 se creó una Comisión Teológica Mixta formada por Roma con 14 Iglesias Ortodoxas para avanzar juntos en un entendimiento teológico común.
Simultáneamente al estudio teológico, se han multiplicado los contactos entre el Papa de Roma y los Patriarcas de Constantinopla y Alejandría. Así, la entronización del Patriarca Nicolás VI de Alejandría, en 1968, fue ocasión para que la delegación vaticana le hiciese donación de una reliquia de san Marcos, fundador de la Iglesia alejandrina, como señal de hermandad entre las Iglesias. . En 2013, tuvo lugar en Roma un encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca Teodoro II, de Alejandría, y en abril de 2017, el Patriarca Teodoro II en El Cairo participó en una oración ecuménica conjunta con el Papa Francisco, el Papa copto Tawadros II y el Patriarca Bartolomé, de Constantinopla
6.5.-Problemas principales
Es tal la complejidad de las tumultuosas relaciones creadas durante más de un milenio entre Roma y la Ortodoxia, que creo necesario presentar un cuadro sinóptico con las principales causas de los problemas existentes, clasificados de manera que ayude a su mejor comprensión.
Así, las siguientes líneas van a detallar estos numerosos problemas agrupándolos según unas causas superiores común a algunod de ellos..
PROBLEMAS DE COMPRENSIÓN ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE
El cisma visto como un proceso
Falta de comunicación entre las Iglesias
Diferentes tradiciones teológicas
Diferentes formas monásticas
Diferencias culturales en el pueblo cristiano
DIFERENCIAS DOGMÁTICAS ENTRE AMBAS IGLESIAS
La Procedencia del Espíritu Santo
Las distinciones entre esencia y energía en la Trinidad
Los dogmas marianos
Sacramentos y purgatorio
DIFERENCIAS ECLESIOLÓGICAS
El papado y su jurisdicción universal
NUEVOS PROBLEMAS
La realidad socio política en el área oriental
Problemas de liderazgo en las Iglesias Ortodoxas
Reconocimiento de santos y mártires
PROBLEMAS DE COMPRENSIÓN ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE
El cisma visto como un proceso secular
El cisma también puede entenderse legítimamente como un proceso continuo de separación entre el Oriente griego y el Occidente latino que comienza alrededor del año 900.
No es un tema menor. Los errores de comunicación han dado lugar a un secular distanciamiento entre los pueblos respectivos, y, en los cristianos orientales, un fuerte sentimiento antirromano que, ya en 1438, hizo fracasar el Concilio de Florencia, sin duda el momento en el que el esfuerzo por recobrar la unión estuvo más cercano a lograr éxito.
Sentimiento que parece mantenerse aún entre los cristianos orientales en sus relaciones con la Iglesia Católica. Así, las estadísticas del año 2017 muestran que sólo el 35% de los practicantes ortodoxos están a favor de la comunión con la Iglesia católica, cantidad que no llega al 17% entre cristianos ortodoxos rusos
Falta de comunicación entre las Iglesias
El fenómeno del distanciamiento cultural entre el Occidente latino y el Oriente griego es crucial para comprender la relación histórica entre las iglesias católica y ortodoxa. Las diferencias, sean los textos de los Concilios, de Sínodos o de declaraciones de las jerarquías eclesiásticas, fueron generalmente transcrito en el idioma de las áreas respectivas, no siempre bien traducidas posteriormente y de difícil comprensión para la otra parte: el griego en Roma y el latín en Grecia. Como resultado, la comunicación se convirtió en un problema que se volvió más tenso con el paso de los años y varias obras fundamentales no fueron traducidas por ambos lados.
Diferentes tradiciones teológicas
Esto llevó a una división en la tradición teológica en uno u otro medio. Los teólogos orientales se basaron más en el trabajo de la filosofía griega , mientras que en Occidente fue el sistema legal romano el que impregnó las mentes de los teólogos.
Esto llevó a una división en la tradición teológica en uno u otro medio. Los teólogos orientales se basaron más en el trabajo de la filosofía griega , mientras que en Occidente fue el sistema legal romano el que impregnó las mentes de los teólogos.
Diferentes formas monásticas
La Iglesia ortodoxa tiene un monaquismo contemplativo muy desarrollado. Los monjes se retiran del mundo, ayunando, rezando y mortificando la carne, viviendo un ascetismo radical.
La mayoría de las órdenes religiosas y congregaciones católicas son de vida activa, no contemplativa, existiendo formas de monaquismo que combinan contemplación y actividad en el mundo. Son aquellas cuyos carismas los dirigen a la predicación, o a socorrer a los pobres, cuidar a los enfermos, educar a los niños y jóvenes en la fe, catequizar para los sacramentos, trabajar en las escuelas y universidades, etc
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Diferencias culturales en el pueblo cristiano
Se pueden detectar dos diferencias culturales importantes en la forma en que ortodoxos y católicos viven sus visiones del cristianismo.
La primera incluye las actitudes hacia la liturgia, un área donde las diferencias son sorprendentemente difíciles de definir. Los ortodoxos ven la liturgia como la obra principal de los cristianos, de la que fluyen todas las demás actividades. Los católicos, por su lado, tienden a ver la liturgia como una de las muchas labores cristianas; es importante y obligatoria, pero existe entre muchas otras obras importantes.
Otra forma en que se manifiesta la diferencia cultural se puede encontrar en los puntos de vista de cada tradición sobre la oración privada y el ascetismo. Uno puede legítimamente argumentar que en el catolicismo romano éstas han sufrido un considerable proceso de privatización. Las iglesias ortodoxas, por su lado, han conservado un sentido más profundo de que el ascetismo es un trabajo comunitario
DIFERENCIAS DOGMÁTICAS
La Procedencia del Espíritu Santo
Son varias y serias las diferencias dogmáticas que separan las iglesias Oriental y romana pero, concretamente en el Símbolo, sólo la cuestión del “filioque” separa ambas confesiones de fe.
Las distinciones entre esencia y energía en la Trinidad
Se trata de una distinción realizada y defendida por san Gregorio Palamas (1296-1359) como justificación teológica para la práctica hesicasta, ascética tan propia y querida por el monacato oriental desde los primeros siglos, y que hoy se ha convertido en algo definitivo para la teología ortodoxa moderna.
Desde el principio, la distinción «Palamita» entre esencia y energías en Dios fue vista por la teología occidental como la consideración de una división inadmisible dentro de Dios.
Los dogmas marianos
los dogmas romanos modernos de la Inmaculada Concepción y la Asunción, ambos sobre María, son generalmente aceptados sin mayores consideraciones como subespecies del problema de las afirmaciones infalibles papales. Nadie cree que esta división se pueda resolver por completo a nivel teológico. También hay heridas políticas que curar, especialmente por el proselitismo percibido por los católicos, sobre todo en el caso de las iglesias católicas orientales uniatas.
La Iglesia Católica ha adoptado el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esto significa que ni siquiera el pecado original tocó a la Madre del Salvador. Los ortodoxos glorifican la santidad de la Madre de Dios, pero creen que ella nació con el pecado original, como todas las personas;
El dogma católico de llevar a María al cielo en cuerpo y alma es una continuación lógica del dogma anterior. Los ortodoxos también creen que María en el cielo habita en cuerpo y alma, pero esto no está consagrado dogmáticamente en la enseñanza ortodoxa.
La Virgen María corredentora
Entre los católicos, existe una actitud hacia la Virgen María como Corredentora, que no es rechazada conciliarmente por los jerarcas católicos, pero que al mismo tiempo no está dogmatizada, sino que se mantiene en el marco de la veneración personal [75] . Los puntos de vista sobre la Virgen María como el Corredentora tienen difícil encaje en la doctrina ortodoxa.
Sacramentos y purgatorio
La Iglesia Católica confiesa que el sacramento del matrimonio se concluye de por vida y prohíbe el divorcio, mientras la Iglesia Ortodoxa en algunos casos lo permite.
La Iglesia Católica confiesa la existencia del purgatorio, como estado de las almas después de la muerte que, habiendo muerto en Gracia de Dios y que, por ello, alcanzarán la gloria eterna, aún no están totalmente preparadas para ella.
Para la Ortodoxia el alma de los difuntos pasa a una situación de predestinación eterna, sea de gloria o de desdicha, por lo que no existe purgatorio alguno que permita un tránsito hacia la situación definitiva. Pero acepta que las oraciones de los vivos puedan conmover el corazón de Dios Misericordioso para que mejore el futuro de las almas después del Juicio final.
DIFERENCIAS ECLESIOLÓGICAS
El papado y su jurisdicción universal
La "primacía del obispo de Roma", es una doctrina eclesiástica sobre el estatuto correspondiente al Papado, y desarrolla los principios de respeto y autoridad que se deben al Papa, obispo de Roma, por parte del resto del episcopado.
La Iglesia Católica define el papel y la función del Papa diciendo:
"El Sumo Pontífice, obispo de Roma y sucesor de san Pedro, "es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles" (LG 23). "El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad" (CIC 882)
Las Iglesias ortodoxas orientales, en especial las más numerosas de Grecia, Constantinopla y Rusia, entienden que el primado del obispo de Roma es puramente honorífico, considerándolo como primus inter pares ("primero entre iguales"), sin poder efectivo sobre otras iglesias.
Esta diferencia de visión es considerada:
Un punto central de desacuerdo. En el centro de nuestras diferencias se encuentra la forma en que cada una de nuestras tradiciones entiende el ejercicio adecuado de la primacía en el liderazgo de la Iglesia, tanto dentro de las diversas regiones del mundo cristiano como dentro del cristianismo en su conjunto.
De hecho, no parece exagerado decir que el obstáculo fundamental que impide que las Iglesias ortodoxa y católica crezcan de manera constante hacia la unidad sacramental y práctica ha sido, y sigue siendo, el papel que desempeña el obispo de Roma en el mundo católico. (La Consulta Teológica Ortodoxa-Católica Norteamericana, 2 de octubre de 2010)
https://www.usccb.org/committees/ecumenical-interreligious-affairs/steps-towards-reunited-church-sketch-orthodox-catholic
NUEVOS PROBLEMAS
La realidad socio política en el área oriental
La estrecha relación de las Iglesias Ortodoxas con los gobiernos respectivos complica el futuro de los buenos deseos de unidad proclamados por los máximos dirigentes de las Iglesias respectivas. Por ejemplo, en 2018, con el impulso político de Poroshenko, ex presidente de Ucrania, y del patriarca Bartolomé, de Constantinopla, se creó la Iglesia Ortodoxa de Ucrania (OCU) a partir de las estructuras eclesiales ya existente dependientes del Patriarcado de Moscú. Esta nueva iglesia recibió un tomos de autocefalia del Patriarca Bartolomé, de Grecia.
Ello provocó la ruptura y alejamiento (prácticamente un cisma) producido entre las iglesias de Grecia y Rusia, creando una situación que merma considerablemente la libertad de Roma para hablar simultáneamente con toda las Iglesias Ortodoxas. .
Problemas de liderazgo en las Iglesias Ortodoxas
Últimamente el diálogo ortodoxo-católico ha llegado a un callejón sin salida por la percepción de la Iglesia Ortodoxa Rusa de que el Patriarca de Constantinopla ha tratado de utilizar el diálogo con los católicos para inflar decididamente su primacía en la Iglesia Ortodoxa, que no es más que la primacía del honor, y convertirlo en una apariencia de autoridad papal, tal como existe en la Iglesia Católica
Reconocimiento de santos y mártires
Hay problemas, más o menos complicados, con respecto a los reconocimientos de santidad de católicos elevados a los altares que son consideradas herejes o perseguidores por la Iglesia Ortodoxa. "Los católicos hablan de la posible canonización del cardenal Stepinac. Este cardenal era croata, es venerado como santo en la Iglesia católica. Pero según la Iglesia ortodoxa serbia, durante la Segunda Guerra Mundial, el cardenal participó directa y directamente en la genocidio de los serbios", enfatizó el metropolitano Hilarión. (Cfr. https://en.wikipedia.org/wiki/Catholic%E2%80%93Eastern_Orthodox_relations
https://en.wikipedia.org/wiki/Theological_differences_between_the_Catholic_Church_and_the_Eastern_Orthodox_Church#Possible_linguistic_resolution)
7.-El movimiento litúrgico del S.XX
Un simple enunciado de alguno de los argumentos que el "movimiento litúrgico" surgido a finales del siglo XIX basta para dar idea suficiente de la marea que se fue creando en la Iglesia Católica en el tema litúrgico.
1.-Los pastores y teólogos constataban desalentados un mal que aquejaba a la celebración: el alejamiento de los fieles, que no acababan de encontrar en la liturgia ese centro de la vida cristiana que la liturgia debería ser. La clericalización de la celebración, el uso exclusivo del latín y la complejidad de las celebraciones eran los grandes desafíos que se presentaban para lograr una participación activa de los fieles, y no meramente pasiva, siendo “presentes ausentes”.
2.-La situación a la que se había llegado tenía una explicación, sobre todo por el tema de la reforma protestante y la respuesta del Concilio de Trento en el siglo XVI. Pero ahora, ya avanzado el siglo XX, era hora de dar una nueva respuesta, buscándola en la milenaria tradición de la Iglesia, que se remonta a los tiempos apostólicos.
3.-Los papas recogieron y formularon este anhelo.
Pío X
Primero San Pío X, por ejemplo, hablaba de que los fieles deberían mantener el verdadero espíritu cristiano sobre todo en la celebración litúrgica, porque en ella está su fuente primaria e indispensable, y por eso había que fomentar la participación activa en los sagrados misterios y en la oración de la Iglesia.
«El Motu proprio «Tra le sollecitudini», promulgado por San Pío X, muy poco tiempo después de la inauguración de su pontificado, significó el refrendo de la Iglesia al Movimiento litúrgico y la alta dirección del mismo por el Magisterio pontificio…añadiendo a continuación unas frases que han quedado para siempre como una de las más bellas expresiones del ideal de la liturgia: «Siendo nuestro vivísimo deseo que el verdadero espíritu cristiano vuelva a florecer en todo y que en todos los fieles se mantenga, lo primero es proveer a la santidad y dignidad del templo, donde los fieles se juntan precisamente para adquirir ese espíritu en su primer e insustituible manantial, que es la “participación activa” (lat. «actuosa communicatione») en los sacrosantos misterios y en la pública y solemne oración de la Iglesia» (cfr. J. LÓPEZ MARTÍN, Vida Litúrgica y Práctica Sacramental)
Pío XI
«Es absolutamente necesario que los fieles no asistan a los oficios como extraños a los mismos o como espectadores mudos, sino que, penetrados por la belleza de las realidades litúrgicas, deben participar en las ceremonias sagradas, …ya no acontecerá que el pueblo no responda, o responda apenas con una especie de ligero o débil murmullo, a las oraciones comunes recitadas en lengua litúrgica o en lengua vulgar» (Bula Divini Cultus, de 20.12.1928).
Pío XII (2 de marzo de 1939 hasta su muerte en 1958)
Especial importancia tuvo Pío XII, que inició una reforma litúrgica bastante interesante que luego fue asumida por la reforma litúrgica postconciliar
«La nueva versión latina de los Salmos», realizada bajo la orden de Pío XII por el Pontificio Instituto Bíblico en 1945, fue un acontecimiento de notable importancia para la reforma litúrgica, pues a partir de este trabajo maduró en la mente del Papa la idea de la reforma de toda la liturgia, de la cual el salterio se constituyó en la primera piedra.
Dos años después, la Encíclica Mediator Dei, (20.11.1947),se constituye en el documento magisterial más importante –a nivel litúrgico– de todo el período postridentino al ser la primera encíclica en la historia dedicada completamente al tema litúrgico. No es extraño que se la denominara la «carta magna del Movimiento Litúrgico»
El 28 de mayo de 1948 fue nombrada la Comisión para la Reforma Litúrgica, conocida con el nombre de Comisión «Plana», presidida por el cardenal Clemente Micara, prefecto de la Sagrada Congregación de los Ritos, y que contó inicialmente con otros seis miembros, posteriormente con otros cinco. Fue secretario de esta Comisión el Padre Aníbal Bugnini. La Comisión trabajó hasta el 8 de julio de 1960, cuando fue disuelta y constituida la Comisión Preparatoria del Concilio
En 1955 se da un nuevo paso concreto, aunque tímido, en el camino de la reforma. Pio XII renueva la liturgia del Triduo Pascual, modificando profundamente la celebración del “Sábado de Gloria” al trasladar la vigilia Pascual desde la mañana de ese día a la noche.
Nueve años después de la Mediator Dei, en 1956, con la celebración del Congreso Internacional de Asís, el movimiento litúrgico parece alcanzar su madurez. Previamente, a través de la revista «Roma Ephemerides liturgicae», se promovió una encuesta entre un buen número de liturgistas sobre la reforma del misal, del breviario, del calendario, del martirologio y de los libros litúrgicos. Se desarrolló del 18 al 21 de septiembre de 1956, y se concluyó en Roma al día siguiente con audiencia pontificia, donde Pío XII, dijo: «El movimiento litúrgico ha aparecido como un signo de las disposiciones providenciales de Dios respecto al tiempo presente, como un paso del Espíritu Santo en su Iglesia».
Los dos puntos que suscitaron mayor interés y fueron objeto de vivaces polémicas: el problema de la lengua vulgar y la reforma del oficio divino no fueron recogidos por el Papa Pío XII, y no verían su plena aprobación hasta la promulgación de la Sacrosanctum Concilium, en 1963, que indicaba ya la dirección de la futura renovación.» (Cfr. JAIME CRISTÓBAL ABRIL GONZÁLEZ, El Espíritu de la Reforma Litúrgica)
Juan XXIII
Se lamentaba del déficit de participación del pueblo:
“Cuánto sufro al pensar que no habéis entendido las bellas oraciones que he recitado. (...) Es necesario que un día estos tesoros lleguen a ser asequibles a todos”.
8.-La Reforma litúrgica de Pablo V
Pablo VI (21 de junio de 1963 hasta su muerte el 6 de agosto de 1978)
El 4 de diciembre de 1963, Pablo VI publica la CONSTITUCIÓN SACROSANCTUM CONCILIUM SOBRE LA SAGRADA LITURGIA, primer fruto del Concilio Vaticano II y, también, del movimiento litúrgico iniciado a principios del siglo.
El nombre de Pablo VI siempre estará asociado con la reforma litúrgica. A inicios de febrero de 1964, bajo la dirección de Annibale Bugnini, un Consilium para la Ejecución de la Reforma Litúrgica emprendió la tarea de aplicar la Constitución conciliar sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium, promulgada el 4 de diciembre anterior.
A partir de esto, una avalancha de decretos empezaron a modificar la liturgia tradicional; entre 1965 y 1969, se reemplazó el latín, los altares se voltearon, se introdujeron las concelebraciones, se escribieron tres Cánones Eucarísticos, se difundió la comunión en la mano y se eliminaron las oraciones al pie del altar, las oraciones leoninas, el ofertorio y el Último Evangelio.
Pablo VI culminaría estos trabajos previos con la promulgación de la nueva liturgia que sustituía a la tridentina o tradicional. Finalmente, el 3 de abril de 1969, se promulgó una nueva composición que incorporaba todos estos cambios dando lugar al Novus Ordo Missae (NOM). Así es como se le conoce ahora a la "Misa de Pablo VI", en su forma completa y obligatoria.
Todo ello supuso una transformación en la liturgia romana como no se había conocido, por lo menos, desde Trento, quinientos años antes. Y una transformación nada pacífica. A partir de entonces, en nombre de un supuesto “espíritu del Concilio” y muchas veces contra el tenor literal de los textos del mismo, una ola de cambios sacudió a la Iglesia latina: cualquiera que tuviese un ministerio que lo permitiera emitía juicios o decidía en cualquier ámbito del culto, desde la organización del espacio del templo hasta el tenor de las oraciones de la liturgia.
No habían pasado tres años y medio cuando, el 19 de abril de 1967, el mismo Pablo VI, en su alocución a los miembros del Consilium, decía en tono amargo:
“Dolor y preocupación son los episodios de indisciplina que se difunden en las diversas regiones con motivo de las celebraciones comunitarias… con grave perturbación para los buenos fieles y con inadmisibles motivaciones, peligrosas para la paz y el orden de la misma Iglesia… Nos urge más expresar nuestra confianza en que el episcopado sabrá vigilar estos episodios y tutelar la armonía propia del culto católico en el campo litúrgico y religioso, objeto en este momento posconciliar de los más asiduos y delicados cuidados; también extendemos nuestra exhortación a las familias religiosas, de las cuales la Iglesia espera hoy como nunca una contribución de fidelidad y ejemplo; y luego la dirigimos al clero y a todos los fieles para que no se dejen embaucar por la veleidad de caprichosas experiencias, sino que sobre todo traten de dar perfección y plenitud a los ritos prescritos por la Iglesia…
Pero mayor aflicción nos proporciona la difusión de una tendencia a desacralizar, como se osa decir, la liturgia (si es que todavía merece este nombre) y con ella, fatalmente, al cristianismo. La nueva mentalidad, cuyas turbias fuentes no sería difícil descubrir, pretendida base de esta demolición del autentico culto católico, implica tales revoluciones doctrinales, disciplinares y pastorales que no dudamos en considerarla aberrante; y lo decimos con pena, no solo por el espíritu anticanónico y radical que gratuitamente profesa, sino más bien por la desintegración religiosa que fatalmente lleva consigo” ("Osservatore Romano“, 20-IV-67).
La fiebre del cambio no remitió y dos años después, el 3 de septiembre de 1969 insistía de nuevo el Papa en la importancia de la recta celebración de la liturgia, ya que muchos no se daban por enterados de la severa corrección que se hacía desde diversos puntos por la competente jerarquía de la Iglesia:
“Quisiéramos exhortar a las personas de buena voluntad, sacerdotes y fieles, a no tolerar este indócil particularismo, que ofende, además de la ley canónica, el corazón del culto católico, que es la comunión; la comunión con Dios y la comunión con los hermanos, de la que es mediador el sacerdocio ministerial autorizado por el obispo. Semejante particularismo tiende a formar su Iglesia, o tal vez su secta, es decir, apartarse de la celebración de la caridad total, a prescindir de la estructura institucional, como se dice hoy, de la Iglesia autentica, real y humana, para hacerse la ilusión de poseer un cristianismo libre y puramente carismático, pero en realidad amorfo, evanescente y expuesto al soplo de todo viento de la pasión, de la moda o del interés temporal o político. Esta tendencia a separarse gradual y obstinadamente de la autoridad y de la comunión de la Iglesia puede llevar desgraciadamente muy lejos. No, como han dicho algunos, a las catacumbas, sino fuera de la Iglesia” ("Pastoral Liturgica", Boletín del Secretariado nacional de Liturgia, nn. 43-44, pp. 1-4).
Falleció el 6 de agosto de 1978 sin haber visto ni siquiera una ligera mejoría en el panorama litúrgico de la reforma y hubo que esperar a sus sucesores, especialmente Juan Pablo II para que pusieran un poco de orden.
El conocido columnista en asuntos vaticanos Sandro Magister explicaba el ambiente en el que se había creado la reforma litúrgica de Pablo VI con este artículo:
«Lo quiere el Papa». Es así como monseñor Annibale Bugnini (1912-1982), el artífice de la reforma litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II, acallaba siempre a los expertos que cuestionaban una u otra de sus innovaciones más desconsideradas.
El Papa era Pablo VI que, efectivamente, había confiado precisamente a Bugnini el papel de secretario y factótum del consejo para la reforma de la liturgia, presidida por el cardenal Giacomo Lercaro.
Bugnini gozaba de pésima reputación entre algunos de los componentes del consejo. «Perverso y melifluo», «manipulador», «sin cultura ni honestidad»: así lo definió en sus «Memorias» el gran teólogo y liturgista Louis Bouyer (1913-2004), muy estimado por Pablo VI.
Al final, este Papa estuvo a punto de hacer cardenal a Bouyer y castigó a Bugnini exiliándolo como nuncio en Teherán cuando se dio cuenta de los daños que había ocasionado y de la falsedad de ese «Lo quiere el Papa» en el que el réprobo se escudaba.
Sin embargo, en los decenios siguientes los herederos de Bugnini dominaron el campo. Su secretario personal Piero Marini fue el maestro de las ceremonias pontificias de 1983 a 2007. Y recientemente se han publicado libros sobre Bugnini que exaltan su papel. (SANDRO MAGISTER, 19.abril.2018)
(Veáse https://infovaticana.com/blogs/sandro-magister/pablo-vi-la-reforma-liturgica-la-aprobo-le-gustaba-poco/)
9.- El Concilio Vaticano II
Sobre los comienzos de los debates conciliares, dice Benedicto XVI
”Creo que fue muy acertado comenzar por la liturgia. Así se manifiesta la primacía de Dios, la primacía de la adoración: «Operi Dei nihil praeponatur». Esta sentencia de la Regla de san Benito (cf. 43,3) aparece así como la suprema regla del Concilio. Alguno criticaba que el Concilio hablara de muchas cosas, pero no de Dios. Pero sí que habló de Dios. Y su primer y sustancial acto fue hablar de Dios y abrir a todos, al pueblo santo por entero, a la adoración de Dios en la celebración común de la liturgia del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En este sentido, más allá de los aspectos prácticos que desaconsejaban iniciar de inmediato con temas polémicos, digamos que fue realmente providencial el que en los comienzos del Concilio estuviera la liturgia, estuviera Dios, estuviera la adoración. No quisiera entrar ahora en los detalles de la discusión, pero siempre vale la pena volver, más allá de las aplicaciones prácticas, al Concilio mismo, a su profundidad y a sus ideas esenciales.
Diría que había varias: sobre todo el Misterio pascual como centro del ser cristiano, y por tanto de la vida cristiana, del año, del tiempo cristiano, expresado en el tiempo pascual y en el domingo, que siempre es el día de la Resurrección. Siempre recomenzamos nuestro tiempo con la Resurrección, con el encuentro con el Resucitado y, a partir del encuentro con el Resucitado, vamos al mundo.
En este sentido, es una pena que actualmente el domingo se haya transformado en el fin de semana, cuando es la primera jornada, es el inicio; interiormente debemos tener presente esto: que es el inicio, el inicio de la Creación, el inicio de la recreación en la Iglesia, encuentro con el Creador y con Cristo Resucitado. También este doble contenido del domingo es importante: es el primer día, o sea, fiesta de la Creación: estamos en el fundamento de la Creación, creemos en el Dios Creador; y es encuentro con el Resucitado, que renueva la Creación; su verdadero objetivo es crear un mundo que sea respuesta al amor de Dios.
También había algunos principios: la inteligibilidad, en lugar de quedar encerrados en una lengua desconocida, no hablada, y también la participación activa. Lamentablemente, estos principios también se han malentendido. Inteligibilidad no quiere decir banalidad, porque los grandes textos de la liturgia —aunque se hablen, gracias a Dios, en lengua materna—no son fácilmente inteligibles; necesitan una formación permanente del cristiano para que crezca y entre cada vez con mayor profundidad en el misterio y así pueda comprender.
Y también la Palabra de Dios. Cuando pienso día tras día en la lectura del Antiguo Testamento, y también en la lectura de las epístolas paulinas, de los evangelios, ¿quién podría decir que entiende inmediatamente sólo porque está en su propia lengua? Sólo una formación permanente del corazón y de la mente puede realmente crear inteligibilidad y una participación que es más que una actividad exterior, que es un entrar de la persona, de mi ser, en la comunión de la Iglesia, y así en la comunión con Cristo2.2(BENEDICTO XVI,«Discurso a los párrocos y al clero de Roma».14 de febrero del 2013»: (L’osservatore romano (ed. española) XLV n.8 (24 febrero 2013) )
De la Sacrosantum Concilium conviene destacar:
1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia.(SC 1)
El sacrosanto Concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios. Desea, además, que, si fuere necesario, sean íntegramente revisados con prudencia, de acuerdo con la sana tradición, y reciban nuevo vigor, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de hoy. (SC 4)
REFORMA DE LA SAGRADA LITURGIA
Para que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma Liturgia. Porque la Liturgia consta de una parte que es inmutable por ser la institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden bien a la naturaleza íntima de la misma Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria. (SC III, 24)
El Papa Francisco, poco dado a hablar de temas litúrgicos decía en 2017:
“Efectivamente, el encuentro con la modernidad y la introducción de las lenguas habladas en la liturgia ha suscitado numerosos problemas de lenguas, de forma y de género musical”…“A veces, reinaba cierta mediocridad, superficialidad y banalidad, en detrimento de la belleza y de la intensidad de las celebraciones litúrgicas”.
“La liturgia, es verdaderamente entrar en el misterio de Dios, dejarse llevar al misterio y estar en el misterio. Es la nube de Dios la que nos envuelve a todos”, explicaba en marzo de 2015 en una homilía en la Casa de Santa Marta.( La Croix, 06/03/2017)
10.-El debate litúrgico posterior al Concilio Vaticano II:
El presente trabajo propone, para mejor cconocer el ambiente existente aquellos años, una aproximación a tres autores de gran importancia en el debate litúrgico posterior al Concilio Vaticano II:
1.- Salvatore Marsili,
Marsili entiende la liturgia como un momento de la historia de la salvación, destacando así la continuidad entre los hechos salvíficos y el rito que los actualiza. Para valorar mejor sus aportes el estudio investiga la comprensión marsiliana de la historia de la salvación
2.- Louis Bouyer
En los escritos de Louis Bouyer la liturgia es comprendida como la «encarnación » del misterio de nuestra fe: el misterio pascual. A través de sus obras se identifican cuatro sentidos del misterio: como la naturaleza íntima de Dios; como su designio salvífico respecto del hombre y del mundo (sabiduría); como la realización de este designio en la cruz; y como misterio de culto en el cual los hombres somos convertidos en adoradores en espíritu y en verdad
3.- Joseph Ratzinger.
Para Joseph Ratzinger la forma esencial del culto cristiano puede ser sintetizada en la expresión paulina logiké latreía (Rom 12,1). La referencia al «logos» en su teología constituye un fundamento sólido que permite distinguir tres dimensiones de la liturgia: cristológica, cósmica y cognoscitivo-existencial. En la liturgia el Logos encarnado, el logos en el mundo y el logos en el hombre se encuentran. El presente texto pone de manifiesto cómo los tres autores nos sitúan en la perspectiva histórico salvífica que propone Sacrosanctum Concilium y desarrolla el Catecismo de la Iglesia Católica.
(CARLOS VARELA VEGA, Una aproximación al pensamiento litúrgico de Salvatore Marsili, Louis Bouyer y Joseph Ratzinger)
11.-Tras la Traditionis custodes, del Papa Francisco.
Hasta el 16 de julio de 2021 el clima en que se desarrollaba la liturgia en la Iglesia Romana era, por ser benévolos, de confusión tolerada. Convivían los textos del Concilio Vaticano II, en concreto la Sacrosantum Concilium, las disposiciones del papa Pablo VI, las exageraciones litúrgicas llevadas a cabo según un inconcreto “espíritu del Concilio”, el cisma provocado por Lefevre como denuncia a las transformaciones litúrgicas y, finalmente, las disposiciones de Juan Pablo II y Benedicto XVI –éste con el motu proprio summorum pontificum???-- para hacer posible la convivencia con aquellos que deseaban utilizar el rito anterior al Concilio.
El 16 de julio de 2021, el Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, hace pública la Carta apostólica en forma de motu proprio del sumo pontífice FRANCISCO, «TRADITIONIS CUSTODES» sobre el uso de la liturgia romana antes de la reforma de 1970.
Su primer artículo dice:
Art. 1. Los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano (TRADITIONIS CUSTODES)
Como indica el preámbulo del motu proprio, se ponía así final imprevisto, tanto al uso del Misal Romano publicado por San Juan XXIII en 1962, como a la existente voluntad de los pontífices san Juan Pablo II y Benedicto XVI de promover la “concordia y la unidad en la Iglesia, con paternal solicitud hacia aquellos que en algunas regiones se adhirieron a las formas litúrgicas anteriores a la reforma deseada por el Concilio Vaticano II”, como señala el preámbulo del motu proprio:
12.-Oración
El diácono recita ahora la gran letanía. A las peticiones, el coro responde con una de estas tres fórmulas, a elección :
Señor, ten piedad, o
Señor, ten misericordia, o
Kyrie eleison.
• Por la paz que es don de lo alto y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.
• Por la paz del mundo entero, por la estabilidad de las santas Iglesias de Dios, y por la unión de todos, roguemos al Señor.
• Por esta santa casa, y por los que a ella vienen con fe, piedad y temor de Dios, roguemos al Señor.
• Por nuestro arzobispo (u obispo) N ., por el venerable colegio de presbíteros, por los diáconos que sirven en Cristo, por todo el clero y el pueblo, roguemos al Señor.
• Por las autoridades civiles (o nuestro rey N.) y los que nos gobiernan, roguemos al Señor.
• Por este santo monasterio y su higúmeno N. (o/y esta ciudad o comarca), por toda ciudad y comarca, y por los fieles que en ellas habitan, roguemos al Señor.
• Por un clima favorable, por la abundancia de los frutos de la tierra, y por tiempos tranquilos, roguemos al Señor.
• Por la seguridad de los que viajan por tierra y de los que navegan por aire y mar, por la salud de los enfermos, por la libertad de los oprimidos y de los cautivos, roguemos al Señor.
(Pueden añadirse intenciones particulares.)
• Para vernos libres de toda desgracia, castigo, peligro y angustia, roguemos al Señor.
• Ayúdanos, sálvanos, ten misericordia de nosotros, oh Dios, y protégenos con tu gracia.
Haciendo memoria de nuestra santísima Señora, la inmaculada, bendita y gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen María13, y de todos los santos, encomendémonos a nosotros mismos, y los unos a los otros y nuestra vida entera a Cristo Dios.
(Gran letanía de entrada, Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo)
13.-Bibliografía
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