Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).

La niña María entra al servicio del Templo

 
 

Canten hoy, pues nacéis vos, los ángeles, gran Señora, y, ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios. Canten hoy, pues a ver vienen nacida su Reina bella, que el fruto que esperan de ella es por quien la gracia tienen. Digan, Señora, de vos, que habéis de ser su Señora, y, ensáyense, desde ahora, para cuando nazca Dios.
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El Templo es la habitación de Dios entre los hombres. La construcción del Templo fue el sueño de David y el gran logro de Salomón, que lo inauguró diciendo: “He querido erigirte una casa para morada tuya, un lugar donde habites para siempre” (1Re 8, 13).

 

El pueblo de Israel tenía siempre presente el Templo en sus oraciones y el buen israelita peregrinaba al Templo para encontrarse con su Dios:

Pero el Señor está en su templo santo,

el Señor tiene su trono en el cielo(sal 10)

 

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”(Sal     ).

 

La veneración hacia la madre de Jesús llevó a ver en ella la realidad de los lugares teofánicos del AT y, así, pronto fue cantada como la zarza ardiente de Moisés, el Arca de la Alianza, el Monte Sion… La Iglesia oriental alabó a María como templo, santuario, palacio, morada, relicario, y tabernáculo que, por su pureza, era digna de ser habitáculo divino; tal como se expresó en homilías, oraciones, himnos y rezos diversos.

 

Por ello, el Templo, lugar de la teofanía permanente de Dios para Israel, no podía dejar de ser considerado como tipo de la Virgen María y  pronto surgieron relatos, primero orales, después escritos, recogiendo aspectos de la vida de María que supliesen las escasas referencias que los Evangelios hacen a la madre de Jesús. 

Los más notables, entre los que hablan de la infancia de la Virgen, se encuentran los escritos apócrifos Protoevangelio de Santiago (siglo II), Evangelio del Pseudo Mateo (siglo IV) y Evangelio de la Natividad de María (siglo IX).

Según ellos, sus padres Joaquín y Ana habían llegado a una edad avanzada sin tener descendencia, con la pesadumbre que tal situación acarreaba.. Como tantos otros israelitas en su situación, pedían a Dios un hijo y, ya por adelantado, acompañaban su oración prometiendo al Señor ofrecerle el hijo deseado si se dignaba concederles descendencia.

 El nacimiento de la Santísima Virgen fue el resultado de esta oración y a la edad de tres años sus padres se dispusieron a cumplir la promesa realizada años antes. Joaquín, que era sacerdote que prestaba servicio en el Templo condujo a su hija a Jerusalén para ser consagrada al Señor y dedicada al servicio del templo.

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Los apócrifos recogen el hecho de la siguiente forma:

Y, después de haber celebrado un sacrificio conforme al uso de la ley, dejaron allí a la Virgen, para ser educada en el recinto del templo, con las demás vírgenes. Y ellos regresaron a su casa.(Evangelio de la Natividad de María, 3)

Y, cuando hubo sido depositada delante del templo del Señor, subió corriendo las quince gradas, sin mirar atrás, y sin reclamar la ayuda de sus padres, como hacen de ordinario los niños. Y este hecho llenó a todo el mundo de sorpresa, hasta el punto de que los mismos sacerdotes del templo no pudieron contener su admiración. (Evangelio del Pseudo Mateo,2)

Entonces la hizo sentar sobre la tercera grada del altar. El Señor derramó gracia sobre la niña, quien danzó, haciéndose querer de toda la casa de Israel. (Evangelio del Pseudo Mateo)

San Juan Damasceno narra el suceso, diciendo:

“Nace [María] en casa de Joaquín y es conducida al templo, y en seguida plantada allí en la Casa de Dios, y nutrida allí por el Espíritu Santo, quedó constituida en asiento de todas las virtudes cual fructuosa oliva; como que había apartado de su mente toda sensualidad de esta vida y de su cuerpo, conservando así con virginal pureza, no solamente su cuerpo, sino también su alma, cual correspondía a la que había de llevar a Dios en su seno.”

Dicen los Apócrifos que la niña fue subiendo con rapidez por su propio pie las gradas de acceso al santuario, y nosotros podemos imaginárnosla recitando el salmo 26:

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:

habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;

gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo.

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El culto en el Templo

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Todo allí le hablaba del Mesías, el esperado de las gentes, y podemos imaginarnos que en medio de las lecturas de los libros sagrados, esa espera tan inminente ya para el pueblo judío, fuese especialmente sentida por quien había sido elegida para traerlo al mundo.

¿Qué sentiría al oír las palabras del profeta Zacarías

Alégrate y goza, Sión, pues voy a habitar en medio de ti —oráculo del Señor- (Zc 2,14)

Allí se preparaba, en la oración y servicio, a recibir el gran mensaje,  y allí permaneció en compañía de otras doncellas y piadosas mujeres, hasta sus desposorios con San José, dedicada a la oración y al servicio del templo.

Se trata de un tiempo y una disposición vital en la virgen que sobrepasan todo entendimiento, pues es en esta permanente acogida de la Palabra del Señor cuando la Virgen empieza a ser Theotokos, madre de Jesús, según sus propias palabras:

Uno se lo avisó: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo». Pero él contestó al que le avisaba: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?».  Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». (Mt 12, 47ss)

Por eso, por esa preeminencia de la acogida interior de la Palabra sobre cualquier acontecimiento material, el Concilio Vaticano II se atreve a decir

"La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo" (LG 64).

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Origen de la fiesta

Celebrada el 21 de noviembre, esta fiesta constituye una de las cuatro festividades marianas que la cristiandad occidental tomó de la oriental, junto a las de la Anunciación, la Natividad y la Asunción. Se trata, pues, de una verdadera festividad ecuménica.

Lo que la Iglesia celebra en la fiesta de la Presentación de María es que ella entra al Templo para convertirse  ella misma en el templo viviente de Dios. De esta manera inaugura el Nuevo Testamento cumpliendo la profecía de Ezequiel:

«Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre”»(Ez 37, 26-28).

Para nosotros, cobra protagonismo en este día el valor simbólico de la fiesta:  La disponibilidad en la consagración, la aceptación de la voluntad divina y la generosidad y abnegación creyente de María son el ideal de todos los creyentes que se acercan al Santuario de Dios

Desde Oriente la festividad fue introducida en Occidente en fecha muy tardía (siglos X-XII) y de modo paulatino, La Presentación de María en el templo comenzó a generalizarse en Europa como celebración litúrgica en 1372, cuando el papa Gregorio XI ( 1370-1378) la introdujo en el calendario de la Curia Pontificia. En general, las comunidades monacales acogieron con gran solemnidad esta festividad pues veían en María, y más concretamente en el misterio de su consagración en el Templo, un símbolo extraordinario de su propio carisma contemplativo. La Virgen, dice la tradición, fue alimentada por un ángel con pan del cielo. Entre las paredes del monasterio, este pan angélico es la theoría, la visión de Dios que el monje persigue en esta vida. La fiesta no tardó en ser adoptada por toda la cristiandad occidental.

El origen apócrifo de la tradición dificultó enormemente la adopción definitiva de la fiesta en la Iglesia Católica y ayudó a consolidarla la devoción popular ya existente y el enorme influjo de la Iglesia oriental . La festividad litúrgica de la Presentación de María fue, finalmente, conservada, si bien re-interpretada para señalarla como resultado de una  personal y autónoma “consagración” de María a Dios,  reafirmando con ello el carácter de la Inmaculada Concepción, el deseo de consagración de María a Dios y la virginidad perpetua de María.

Se aprovechó para acoger los sentimientos que ya estaban en el corazón del pueblo cristiano,  relacionando a María con el Nuevo Templo de Dios, y la Nueva Alianza en el Nuevo Arca de su Seno Virginal; así como otras escenas de María que ya se recogían en numerosos iconos, como tejiendo el velo del Templo, que se rasga cuando muere su Hijo en la Cruz. Además se intenta ponerla en relación con el matrimonio de María con José., cuya existencia conocemos por el Evangelio, pero sin mayores detalles. 

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Iconografía

 

En el icono bizantino 

.- El altar del pontífice tiene su trono, donde un ángel alimenta a María durante once  años.

.- Muchas veces parece que Santa Ana habla, proclamando las grandezas de Dios por dejarle engendrar en la ancianidad (como nos dicen los apócrifos) a una criatura tan pura. Esto se representa con una actitud orante de la madre de María o con los labios abiertos.

.- La protagonista principal es María, una niña de tres años. Los secundarios son sus padres, Joaquín y Ana y, por último, el Sumo Sacerdote.

.- Un grupo de doncellas a modo de coro, que muchas veces aparecen en la iconografía, sobre todo occidental, con candelas encendidas.

.- El lugar es el templo de Jerusalén, que dentro de la iconografía cobra un papel esencial simbólico y cuyo interior se materializa casi siempre mediante el altar de los holocaustos (por lo general, inserto bajo un cimborrio o baldaquino, apeado sobre cuatro columnas) o incluso mediante el sancta sanctorum.

 

En el icono occidental

.-Se representa al Sumo Sacerdote con los brazos abiertos esbozando un abrazo, que a alude a la Cruz, mostrando el papel de María al pie de la Cruz, signo de su futura vocación de mediadora.

.-La Virgen-niña que asciende por los quince escalones mencionados por los apócrifos y deja atrás a sus padres, para ser recibida por el sacerdote del templo.

.-siempre se representa el Templo de Salomón en Jerusalén (“el templo del Señor”) asentado sobre quince escalones de acceso,

.-Estas quince gradas representan los quince salmos graduales que se recitaban según se iba ascendiendo al santuario. (El apócrifo dice que San Joaquín se queda sentado en la tercera grada y la Virgen-niña fue imbuida de gracia y sigue ascendiendo Ella sola; dice el texto que sube danzando.

.-Es curioso que esta imagen no sea la que vemos en nuestros cuadros, ya que se presenta a María subiendo ella sola, sin ayuda del padre, para manifestar la plena voluntad de su consagración. La Niña sube sin mirar atrás, ágil y sin dudar. Todos se sorprenden de la decisión de María.

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Oración

"Cristo nace, rendidle gloria; Cristo desciende de los cielos, salid a su encuentro; Cristo está sobre la tierra, alzaos; el Hijo que antes de todos los siglos ha sido engendrado del Padre, y en los últimos tiempos de la Virgen, sin semen, se ha encarnado; renuevo de la raiz de Jesé, y flor que procede de ella, oh Cristo, de la Virgen has brotado"  (Jorge de Nicomedia).

 

 

 

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