La resurrección del Señor
3.2.-testimonios de la resurrección de Cristo
3.3.-Puntos por aclarar
1. Introducción
La iconografía surgida sobre el tema de la Resurrección del Señor ayuda a adentrarse en el misterio de salvación vivido por Cristo, siguiendo la voluntad del Padre divino. Y también cuáles son las diferencias surgidas entre Oriente y Occidente durante la contemplación de este misterio.
Ambas Iglesias tienen un mismo Credo y confiesan una misma fe, pero la manera de abordar en el arte el misterio es muy diferente. Este Credo dice:
.-fue crucificado,
.-muerto y
.-sepultado,
.-descendió a los infiernos
.-al tercer día resucitó de entre los muertos
subió a los cielos
Occidente –la Iglesia Católica- se enfrenta a este evento de manera procesal: padece--> es crucificado--> muere--> es enterrado--> desciende a los infiernos--> resucita el domingo.
Cuan si fuera un fotógrafo se sitúa frente al suceso y empieza a describir la historia, a decir cómo ocurrió.
Oriente –la Iglesia Ortodoxa- no está interesada en describir la historia, sino en hacer teología. Lo importante es que resucitó, no cómo resucitó. No busca el cómo, sino el porqué y el para qué; es decir, cuál es el significado del suceso.
Estos dos diferentes enfoques teológicos darán lugar a dos corrientes iconográficas muy diferentes sobre el tema de la Resurrección, que veremos en los puntos siguientes.
2.- La historia
En Getsemaní se hace historia humana el coloquio divino que tan bien reflejara Rublev en su icono La Trinidad. Allí, el cáliz con los pecados del mundo es puesto en la mesa-altar por Dios Padre y ofrecido al Hijo, bajo la mirada conmovida del Espíritu Santo.
En la contemplación del icono de La Trinidad, de Rublev, veíamos que lo que el Padre pedía al Hijo era su encarnación en la historia humana, no tanto para eliminar el sufrimiento traído por el pecado, como para compartirlo con el hombre. La crucifixión de Cristo ilumina un poco el misterio del sufrimiento de los inocentes, aunque sea con una luz paradójica, pues ante ello no cabe sino decir que Dios es “débil”. No con una debilidad que afecte a su omnipotencia, sino débil en su Amor crucificado.
En Getsemaní, la humanidad del Hijo se estremece ante la magnitud del pecado que debe cargar sobre sus hombros y grita “«Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú» (Mt 26, 39)”, pero sabe bien cuál es la contestación que se encierra en el silencio divino, como acaba de confesárselo a Pilato: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37).
En aquel coloquio divino se determinaron los roles trinitarios en la Historia de la Salvación: “El Padre es el Amor que crucifica; el Hijo es el Amor crucificado; y el , Espíritu Santo es la fuerza invencible de la Cruz”, según definición del Patriarca Philarète, de Moscú.
La Crucifixión de Cristo es participada, a su modo, por cada divina persona y el misterio de Dios se hace más incomprensible aún al ver cómo el Dios de la historia se hace Dios en la historia. La crucifixión lleva la realidad del sufrimiento al interior de la Trinidad. El grito de “Elí, Elí, lemá sabaqtaní (es decir:«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)»(Mt 27, 46) se dirige también al “al Señor y dador de vida”, que abandona al Hijo igual que el Padre lo ha abandonado.
El Espíritu Santo, que procede del amor mutuo del Padre y del Hijo, parece rehusar en ese instante su origen, y el dolor de este necesario abandono es su forma de sumarse al sacrificio del Hijo, unirse a su cruz y hacerse, así, garante de la victoria final de la Cruz.
Una dimensión que sobresale en el drama de la Pasión es la tremenda soledad con que debe afrontarla Cristo y que, de alguna manera, ya ha sido anticipada por sus tipos veterotestamentarios. Abrahán debe ofrecer su hijo único sin ninguna garantía que condicionara la petición o mitigara el drama de su decisión libre y abandonada a la sola voluntad divina. El destino de los profetas tiene una dimensión trágica
“otros fueron torturados hasta la muerte, rechazando el rescate, para obtener una resurrección mejor. Otros pasaron por la prueba de las burlas y los azotes, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los aserraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados el mundo no era digno de ellos , vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos estos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido” (Hb 11, 35-39),
precisamente por esta falta de garantías sobre el resultado de la misión que Dios le encarga.
Jesús sabe que es libre cuando el momento de la decisión definitiva llega en Getsemaní. Siente el peso de su libertad y el peso de su soledad. Y es la tensión entre, por un lado, el rechazo instintivo de su cuerpo al dolor y de todo su ser a la espantosa visión del pecado de la humanidad con que cargaba; y, por otro, su amor al Padre y su deseo de que se cumpla su voluntad, lo que provoca su angustia y su sudor de sangre.
Para ser verdaderamente humana, la decisión debe ser humanamente libre y al ser el hombre creado a imagen y semejanza de Dios, los imprevisibles derroteros que elija su libertad deben ser libres; tan libres que deben ser imprevisibles para Dios mismo.
Por eso, en cada hombre Dios corre una aventura. Con cada hombre Dios hace una alianza y nada mitiga, ni para el hombre ni para Dios, los riesgos de la libertad humana. Nada debilita en el hombre esa soledad, que en última instancia supone la falta de garantías. La voluntad de Dios debe ser hecha sin garantía final alguna… y Cristo lo sabe y se pregunta amargamente si su sacrificio servirá para algo: “Pero, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». (Lc 18, 8).
En una tensión semejante a esa, tensión entre el primer Adán y el nuevo Adán, entre el hombre viejo y el hombre nuevo, nos encontramos todos y no podemos eludir responder a la radicalidad del planteamiento, porque “donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.” (Mt 6, 21). Elección necesaria para cada hombre, porque aunque la salvación ya ha sido objetivamente realizada por Cristo, es preciso asumirla personalmente, conforme a la afirmación de San Agustín: “'Dios que te ha creado sin contar contigo, no te salvará sin ti” (Sermo CLXIX, 13).
Hablando san Pablo de Cristo –posiblemente ante un icono del “Descenso a los Infiernos”- dice: “Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo” (Hb 2, 16s).
Pero Cristo, que ha dicho “para eso he venido yo al mundo” en el interrogatorio de Pilato no termina su misión con el hecho puro de la crucifixión. Él “muere para algo”.
3.-Los textos
Podemos afirmar que desde el mismo Paraíso Dios anunció una promesa de salvación, que fue concretando y dando pistas de cómo sería ésta. Se haría a través de un enviado, de un Mesías cada vez mejor perfilado en la escritura.
3.1.-Profecías de la resurrección de Cristo
3.2.-Testimonios de la resurrección de Cristo
- un grupo de mujeres, en la mañana después del entierro de Cristo, se dirigen a la tumba para ungir el cuerpo de Cristo (confr. Mt 28, 1; Mc 16, 16-2; Lc 24, 1; Jn 20, 1).
- Al llegar a la tumba, las mujeres descubren que la roca redonda que sellaba la sepultura ha sido movida de su sitio (conf. Mt.28, 2s; Mc 16, 3-4; Lc 24,2; Jn 20,16)
- Asustadas ante una tumba vacía, ven a un ángel que les explica la situación y les da un mensaje. (Mt 28, 5s; Mc 16, 5s; Lc 24,3s).
- las mujeres corren a Jerusalén para transmitir las noticias a los apóstoles, pero no son creídas (confr. Mt 28, 8; Lc 24, 8ss; Jn 20,2)
- Pedro y el "discípulo amado" corren hacia la tumba y, al encontrarla vacía, regresan. (Jn 20, 3-10; Lc 24,24)
- Siguiendo a los discípulos, María Magdalena regresa a la tumba, permaneciendo allí después de la partida de aquellos. Entonces Cristo se le aparece. (Jn 20, 11-18; Mt 28,9).
- Ese mismo día, Cristo se aparece a Pedro y a los discípulos que se dirigían a Emaús y, posteriormente, a los otros discípulos que permanecían en Jerusalén (Lc 24, 13-32.34, 36-43; 1 Cor 15,5, Mc 16, 12s; Jn 20,19-23)
3.3.-Puntos por aclarar
4.-Los iconos de la Resurrección
4.1.-Los iconos de la Resurrección en Oriente
4.2.-Los iconos de la Resurrección en Occidente
5.- El icono
Cristo
.-En el centro de la imagen, se encuentra el vencedor de la muerte, Cristo, y la mirada triunfante de su rostro está en plena armonía con el momento de gloria que vive.
.- El nimbo de su cabeza muestra la cruz que será canónica a partir de este momento para toda la iconografía del Salvador.
.-- A la altura de su cabeza figuran las letras “IC XC ", de su nombre griego IesouS XristoS, con una línea encima para indicar que es una abreviatura. En el nimbo, en los brazos de la cruz, hay tres letras griegas: O (omicron), W (omega) y N (ni), formando la palabra Jehová , el nombre bíblico de Dios.
.--Le rodea una mandorla característica de su posición gloriosa. Los colores azules de los anillos son propios de su naturaleza humana.
.--Sus vestidos son trasunto de su gloria, tal como él mismo mostró a los discípulos predilectos en el Tabor:
“Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz” (Mt 17, 2)
.--con su mano derecha “agarra” la muñeca del brazo de Adán, en gesto que indica, tanto su energía y decisión, como el que no precisa ayuda alguna de Adán para sacarle del Seol.
.--con su mano izquierda sujeta la cruz, mostrando que ésa es la verdadera llave capaz de abolir el poder y el estado de la muerte, y abrir el paraíso y la gloria ",
.--Sus pies muestran las señales de los clavos que sólo un día antes le sujetaban a la cruz.
El cuadro
.--En la parte superior de la imagen, hay dos ángeles sosteniendo en sus manos los símbolos de la Pasión. Como señal de respeto, las manos están cubiertas con sendos paños.
.--A la izquierda se muestran los reyes y profetas del Antiguo Testamento: David, Salomón, Moisés, y más. Algunos están dotados de aureolas que indican que se trata de santos. Las manos que le señalan están significando que le reconocen como el Redentor esperado. cuando bajó al infierno. .y preparó su sermón para encontrar una respuesta a las almas de los caídos.
.--En el cuarto inferior de la imagen el suelo del Hades aparece roto dejando ver el “fondo de la tierra” y los “tesoros del Hades”: los candados y grilletes, clavos y cerraduras, con los que han sujetado a los justos a los que Cristo viene a rescatar.
Es el "fondo de la tierra", "los tesoros del Hades", donde el Señor bajó para declarar la salvación "por los siglos de los siglos".
.--En este suelo, en su parte central, la muerte está representada por un anciano encadenado. Está atado por ángeles con los mismos lazos con los que la raza humana estaba atada y subyugada.
.--La esquina inferior derecha aparece ocupada por una Eva que extiende sus manos suplicantes para ser salvada como Adán.
6. Reflexión teológica
“Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe" (1Co 15,14). Así de contundente se muestra san Pablo, indicando que el hecho de la resurrección es la roca sobre la que se asienta la salvación traída por Cristo, según la voluntad del Padre.
En especial, se hacía necesario sanar la más notable y definitiva de esas consecuencias: la muerte, su dominio ineludible sobre la creación, la corrupción inevitable y universal del cuerpo, el fin de la vida.
El poder de la muerte radica en su autonomía, en su acción independiente de cualquier influjo o componenda. Llega sin condiciones ajenas a ella misma. Pero Cristo, que ha asumido todo lo humano, ha asumido también su muerte o, mejor dicho, asume la muerte que entró en el mundo por el pecado. La muerte de Cristo no puede ser el débito de un pecado que Él no ha padecido, no es la consecuencia de una fugacidad inherente a todo lo creado tras el pecado de Adán. Es una “muerte voluntaria”, una entrega libre de la propia vida ofrecida a Dios como reparación de aquella ofensa inicial: es un hombre nuevo para una humanidad nueva.
En su abandono total en manos del Padre, en su sacrificio por los pecados del mundo, no sólo ofrece su muerte, sino también la muerte misma, que persigue a la humanidad como la gran victoria de Satanás sobre Adán. Y, por ello, al morir en la cruz muere con él la propia realidad de la muerte, la consecuencia terrible de un pecado ya redimido.
Por eso, muerta la muerte, “Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio”, (Hch 2, 24) y su alma vuelve a unirse por la acción del Padre “que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria” (1Pe 1, 21). Ver este triunfo final de Cristo es lo que hace exclamar a Pablo “Muerte, ¿dónde está tu victoria?”.
La aceptación por el Padre de esta entrega sacrificial voluntaria genera una nueva alianza y como consecuencia la “muerte de la muerte”, y se hace realidad la oración sacerdotal de Cristo: “Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.” (Jn 17, 4s).
Sin embargo, una vez reconocida la centralidad de la resurrección en el mensaje cristiano, las Iglesias Ortodoxa y Católica tienen distintas maneras de entender la salvación llevada a cabo en la cruz:
6.1.-En la Iglesia Ortodoxa
Para la Iglesia Ortodoxa, la encarnación del Verbo divino persigue restaurar al hombre a la situación anterior al pecado de Adán, recuperar la imagen y semejanza con Dios perdida en el Edén, y busca como meta de la vida la divinización del hombre hecha posible por la humanización del Verbo.
Es la doble promesa de la Alianza Nueva, eliminar el pecado, como aspecto negativo de la promesa, e implantar un nuevo corazón, según la profecía de Ezequiel, como aspecto positivo.
”Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne" (Ez 36, 25-27).
Como consecuencia, Oriente ha expresado en sus iconos la necesaria relación que hay entre la redención y liberación de las consecuencias que el pecado de Adán trajo sobre la humanidad, y el Descenso a los Infiernos de Cristo. Y, simultáneamente, las consecuencias de esa liberación sobre todos y cada uno de los hombres y mujeres, desde Adán y Eva, hasta la última pareja de la historia por venir.
6.2.-En la Iglesia Católica,
Para la Iglesia Católica, el Hijo se hace hombre para redimir a la humanidad como nuevo Adán y satisfacer al Padre por la ofensa del pecado original. Pone el énfasis en la búsqueda personal de la santidad.
La disputa con el pelagianismo hizo que desde san Agustín, el aspecto negativo de liberación del pecado original siempre haya prevalecido sobre aquél positivo del don del Espíritu Santo.
En Occidente, la necesaria dimensión temporal del hombre obligó a pensar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo en términos procesuales, como si la secuencia del Credo: ... "Creo en Jesucristo...
fue crucificado,
muerto y
sepultado;
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios, Padre todopoderoso”.
fijase los acontecimientos de aquellos días como hechos sucesivos, sujetos al paso del tiempo y de las horas...
No ha sido así, ni podemos conocer cómo se produjo el evento más extraordinario de la historia. La Iglesia Oriental no lo refleja directamente en su iconografía y la Católica canta en su Pregón Pascual: ¡Oh noche maravillosa, tú sola conociste la hora en que Cristo resucitó!
mientras su arte refleja, con mayor o menor profusión, cada una de estas etapas, como si hubiesen sido recorridas sucesivamente aquella noche maravillosa.
7. Oración
Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche
de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mí gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza
que la santa Iglesia te ofrece
por rnedio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.
8. Apéndice bíblico
8.1.-Antiguo Testamento
Jer. 23: 5, 5
Mirad que llegan días —oráculo del Señor— | en que daré a David un vástago legítimo: | reinará como monarca prudente, | con justicia y derecho en la tierra
Mic. 5: 2 ,
Miq5 1 Y tú, Belén Efratá, | pequeña entre los clanes de Judá, | de ti voy a sacar | al que ha de gobernar Israel; | sus orígenes son de antaño, | de tiempos inmemoriales
Mal. 3: 1 .
1 Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí. De repente llegará a su santuario el Señor a quien vosotros andáis buscando; y el mensajero de la alianza en quien os regocijáis, mirad que está llegando, dice el Señor del universo.
Dan. 7:13 , 14 .
13 Seguí mirando. Y en mi visión nocturna | vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo*. | Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia.
14 A él se le dio poder, honor y reino. | Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo
sirvieron. | Su poder es un poder eterno, no cesará. | Su reino no acabará.
Como prototipo de su futura resurrección, Cristo dice que "no habrá otra señal que la señal del profeta Jonás , ya que Jonás estuvo en el vientre de la ballena durante tres días y tres noches, así que el Hijo del Hombre estará en el corazón de la tierra tres días y tres noches "
Mt 12,39s.
39 Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. 40 Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. 41
8.2.-Los cuatro evangelios
Mateo, 28
1 Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María la Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2 Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. 3 Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; 4 los centinelas temblaron de miedo y quedaron como muertos. 5 El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. 6 No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía 7 e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. Mirad, os lo he anunciado». 8 Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
9 De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él. 10 Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
11 Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12 Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, 13 encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. 14 Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros». 15 Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.
Evangelio de Marcos, 16
1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. 2 Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. 3 Y se decían unas a otras: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». 4 Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. 5 Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: 6 «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. 7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”». 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían.
9 Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. 10 Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. 11 Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
12 Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. 13 También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
14 Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. 15 Y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 16 El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 17 A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18 cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
19 Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20 Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Lucas, 24
1 El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2 Encontraron corrida la piedra del sepulcro. 3 Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. 5 Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6 No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, 7 cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». 8 Y recordaron sus palabras. 9 Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.
10 Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. 11 Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. 12 Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.
Juan, 20
Jn20 1 El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 2 Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». 3 Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. 4 Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; 5 e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. 6 Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos 7 y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. 9 Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. 10 Los dos discípulos se volvieron a casa.
11 Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». 14 Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». 16 Jesús le dice: «¡María!». Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». 17 Jesús le dice: «No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”». 18 María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto».
8.3.-Epístolas de san Pablo
En las epístolas del apóstol Pablo, el tema de la resurrección de Cristo se revela con gran profundidad teológica:
- 1 Cor. 5: 7;"Nuestra Pascua, Cristo, es asesinada por nosotros"
- Col 2:12 “Habiendo sido enterrado con Él en el bautismo, en Él también has resucitado por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó de los muertos"
- Rom. 6: 3-5 “Entonces fuimos sepultados con Él por el bautismo de muerte, para que así como Cristo fue resucitado de la muerte por la gloria del Padre, así podamos caminar en una vida nueva. Porque si estamos unidos con Él en la semejanza de su muerte, debemos estar unidos en la semejanza de la resurrección.”
- 2 Cor. 5: 14-17 “Porque el amor de Cristo nos abraza, razonando de la siguiente manera: si uno murió por todos, entonces todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que aquellos que viven ya no vivan para sí mismos, sino para los difuntos por ellos y resucitados. ... Así que quien está en Cristo es una nueva criatura; lo viejo ha pasado, ahora todo es nuevo ”
- 1 Cor.15: 4 , 12-14 , 22-23 “Fue enterrado y resucitó al tercer día, según las Escrituras ... Si se predica acerca de Cristo que resucitó de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, entonces Cristo no resucitó; pero si Cristo no ha resucitado, entonces nuestra predicación es inútil, inútil, y tu fe ... Como todos en Adán mueren, así en Cristo todos volverán a la vida, cada uno en su propio orden: el Cristo primogénito, luego Cristo, en su venida”