El Presbiterio
Antiguamente indicaba el consejo del obispo con los presbíteros. En la actualidad, designa la parte de la iglesia que rodea el altar mayor y que llega hasta las gradas, por las cuales se sube a él. Algunas veces está separado de la nave con una barandilla o comulgatorio
4.I.-El altar
Las primeras referencias bíblicas al altar se encuentran en San Pablo
“No podéis beber del cáliz del Señor y del cáliz de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios” (1 Cor. 10,21);
“Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los que dan culto en el tabernáculo” (He 13,10)
Las características del altar y su ornato vienen bien señaladas en la Instrucción General del Misal Romano, del que se extraen las siguientes indicaciones:
296. El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales, es también la mesa del Señor, para participar en la cual, se convoca el Pueblo de Dios a la Misa; y es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía.
297. La celebración de la Eucaristía, en lugar sagrado, debe realizarse sobre el altar.
298. Es conveniente que en todas las iglesias exista un altar fijo, que signifique más clara y permanentemente a Cristo Jesús, la Piedra viva (1Pe 2, 4; Ef 2, 20
299.El altar ocupe el lugar que sea de verdad el centro hacia el que espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles.
301. Según la costumbre tradicional de la Iglesia y por su significado, la mesa del altar fijo debe ser de piedra, y ciertamente de piedra natural.
303. Es preferible que en las iglesias nuevas que van a ser construidas, se erija un solo altar, el cual signifique en la asamblea de los fieles, un único Cristo y una única Eucaristía de la Iglesia.
El Altar es uno de los elementos más importantes y significativos de la liturgia cristiana. Es el símbolo de Cristo como “piedra angular”. Además simboliza un ara de sacrificio, pero sobre todo, es la Mesa del Señor, en la que, más que inmolarse una víctima, se hace presente.
Las características esenciales que se dan de todo altar cristiano son:
a) Ser y aparecer como una mesa.
b) Estar separada de la pared para que se pueda estar cara al pueblo.
c) Constituir el centro de la atención de toda la asamblea.
d) Ser único, dedicado sólo a Dios.
e) Sin imágenes ni reliquias sobre su superficie.
En el Antiguo Testamento, el altar era un monumento o piedra sobre los cuales se ofrecían sacrificios. La primera mención de él se encuentra en Gén 8, 20, cuando Noé después del diluvio edificó un altar y ofreció holocaustos. Abrahán también edificó un altar cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22, 9). Los patriarcas erigieron altares en los lugares en donde Dios se les manifestó, para conmemorar los favores recibidos (Gén 12, 7-8; 13, 18; 26, 25; 33, 20; 35, 1-7). Las Escrituras no dicen nada del material o de la forma de dichos altares.
En el Nuevo Testamento, el primer altar cristiano fue la mesa en la cual Nuestro Señor, en la Última Cena, instituyó la Eucaristía. En la Basílica de Letrán se conservan reliquias que se cree son partes de esa mesa-altar.
Antiguamente, las misas se hacían de espaldas al pueblo. Una instrucción emitida por el Concilio Vaticano II el 26 de septiembre de 1964, fijó varios cambios en el altar, principalmente el de su libre colocación, de manera que el sacerdote pudiera presidir la Misa de frente a la comunidad. Los manteles del altar: antiguamente eran tres paños de lino que cubrían el altar en que se celebraba la Santa Misa; el de encima llegaba hasta el suelo por ambos lados. Simbólicamente representaban el sudario en que fue envuelto el cuerpo del Señor.
Actualmente, el Misal Romano señala que “sobre el altar ha de ponerse por lo menos un mantel por reverencia a la celebración del Memorial del Señor y el banquete en que se distribuye el Cuerpo y la Sangre de Cristo” ,(OGMR 268).
4.II.-El ambón
La Palabra revela la Historia de la Salvación: Cristo se dirige al fiel cristiano y éste responde con la fe y, con ello, se prepara para participar en el banquete eucarístico. El ambón, como verdadero espacio cultual distinto, reúne a la asamblea alrededor del libro, antes de que ésta se reúna en el lugar del sacrificio, alrededor del cáliz.
Las características del ambón vienen bien señaladas en la Instrucción General del Misal Romano, del que se extraen las siguientes indicaciones
309. La dignidad de la Palabra de Dios exige que en la iglesia haya un lugar conveniente desde el que se proclame, y al que durante la Liturgia de la Palabra, se dirija espontáneamente la atención de los fieles.
Conviene que por lo general este sitio sea un ambón estable, no un simple atril portátil. El ambón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal manera que los ministros ordenados y los lectores puedan ser vistos y escuchados convenientemente por los fieles.
En la comprensión de la “Liturgia como cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia” (SC 10), que tiene en el Sacrificio eucarístico la « fuente y cima de toda la vida cristiana »(LG 11), se revela la verdadera importancia del ambón, porque la cena eucarística se realiza en dos mesas bien diferenciadas, tanto en su lugar, como en su momento: La mesa de la Palabra y la mesa del sacrificio, el ambón y el altar.
El origen del ambón cristiano está, como tantas otras cosas, en la sinagoga judía, en aquellos pupitres desde donde los rabinos procedían a las lecturas de los rollos bíblicos. Es muy conocido el pasaje que relata su uso por el sacerdote Esdras:
“El día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. 3 Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley. 4 El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión” (Neh 8,2ss).
Empleado desde el principio en la liturgia de la Iglesia pronto fue un lugar sagrado que, junto con el altar y la sede episcopal, formaba el presbiterio. Su situación en el espacio sagrado no ha sido fija. En la Basílica, con su planta longitudinal y la cátedra situada en el ábside, es decir, en el fondo más alejado de la nave que ocupan los fieles y separado de estos por el altar, la necesidad de dirigirse a los fieles, bien en la proclamación de la Palabra, bien en la homilía, hizo que la posición natural del ambón estuviese adelantada, en una posición próxima a los fieles, delante del altar.
Se sabe que en Siria, en los siglos IV y V, estaba colocado en medio de la nave, que, naturalmente, estaba orientada hacia el oriente, de manera que la luz matutina atravesaba la nave e iluminaba el ambón, que era contemplado perfectamente por todos los fieles unidos en una misma dirección de la mirada.
A partir del Siglo X se comienza a distinguir el lugar de la proclamación evangélica del destinado a la epístola, y se coloca un segundo atril lateral, a la altura del ambón que se retira de su posición central para acercarse a la pared lateral de la nave. La arquitectura interior se ve obligada a lograr un compromiso entre los diversos intereses litúrgicos: relativa cercanía del ambón y la cátedra; orientación del ambón hacia los fieles; evitar dar la espalda a la sede, situada en el ábside.
Tras un periodo de situación incierta, el ambón fue sustituido por los púlpitos que aún se pueden contemplar en nuestras catedrales, adosados a una de las columnas que marcan la nave central, a la izquierda del pueblo y derecha del Obispo.
Actualmente, a partir del Vaticano II, la presencia del ambón se ha hecho imprescindible en nuestras iglesias, por pequeñas que sean. Un ambón considerado como un lugar de culto, más que como un mueble o atril que sostiene los libros sagrados durante la liturgia de la Palabra.
La presencia simultánea del altar y del ambón recuerda constantemente a la comunidad las dos mesas en que se apoya la liturgia cristiana: la Palabra y el Sacramento
4.iii.-La cruz
La centralidad del crucifijo en la celebración del culto divino se resaltaba mucho más en el pasado, cuando estaba vigente la costumbre de que la mirada y la orientación de los cuerpos, tanto del sacerdote como de los fieles, se dirigieran durante la celebración eucarística hacia el crucifijo, puesto en el centro, sobre el altar, que normalmente estaba adosado a la pared. Por la actual costumbre de celebrar “hacia el pueblo”, con frecuencia el crucifijo es hoy colocado a un lado del altar, perdiendo de este modo la geométrica posición central.
“La Cruz es el único sacrificio de Cristo «único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2,5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, «se ha unido en cierto modo con todo hombre» (GS 22,2), él «ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual» (GS 22,5). El llama a sus discípulos a «tomar su cruz y a seguirle» (Mt 16,24) porque él «sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1 P 2, 21). Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10,39; Jn 21,18-19; Col 1,24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35): «Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo» (Sta. Rosa de Lima, Vida)” (CIC 618).
4.iv.-La sede
Las características de la sede vienen bien señaladas en la Instrucción General del Misal Romano, del que se extraen las siguientes indicaciones
310. La sede del sacerdote celebrante debe significar su ministerio de presidente de la asamblea y de moderador de la oración. Por lo tanto, su lugar más adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impidan, por ejemplo, si por la gran distancia se torna difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar. Evítese, además, toda apariencia de trono. Conviene que la sede se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de ser destinada al uso litúrgico.
Asimismo dispónganse en el presbiterio sillas para los sacerdotes concelebrantes y también para los presbíteros revestidos con vestidura coral, que estén presentes en la celebración, aunque no concelebren.
Póngase la silla del diácono cerca de la sede del celebrante. Para los demás ministros, colóquense las sillas de tal manera que claramente se distingan de las sillas del clero y que les permitan cumplir con facilidad el ministerio que se les ha confiado.
Nos referimos al lugar donde el sacerdote se sienta para presidir la celebración. Sede significa asiento, pero la sede es mucho más que un sitio para sentarse: es un lugar simbólico, porque desde la sede es el mismo Jesucristo quien preside la asamblea en la persona del ministro.
La sede debe aparecer claramente como el lugar donde Jesucristo reúne a su Iglesia y actualiza el anuncio de la salvación. Es necesario que, durante los trabajos de planificación del templo, el arquitecto ponga todo su empeño en darle realce a la sede y preocuparse para que la asamblea pueda entender y asumir el simbolismo que tiene esta silla presidencial.
Es importante que aparezca como un lugar estable frente a la asamblea, al igual que el altar y el ambón, y no como un simple objeto que se retira cuando ya no es necesario. Debe haber un esfuerzo por hacer que esta “silla” sea distinta a la que usan los que concelebran u otros ministros.
La sede presidencial debe ser considerada como un lugar privilegiado para el Señor y nunca como la silla de honor reservada para el párroco. Ha de ser vista por la asamblea como aquella sede en la que se sentará el Hijo del Hombre y ante el cual se congregarán todas las naciones (Mt 25, 31).
4.v.-La Cátedra.
Es el trono o sede del obispo desde donde enseña a su pueblo. Por lo tanto, la Cátedra está ubicada solamente en la Iglesia principal o Catedral de una diócesis. Una Catedral, entonces, recibe este nombre porque allí se encuentra ubicado el trono o cátedra del obispo.
Los demás sacerdotes, al presidir alguna celebración en la Iglesia Catedral, no pueden utilizar la cátedra, puesto que ésta está reservada para el pastor de la comunidad. Por esa razón, los sacerdotes o ministros utilizarán una sede secundaria, ubicada generalmente a un costado del altar mayor, pero siempre dentro del presbiterio.