La entrada de Jesús en Jerusalén
1.-Introducción
Un año antes, Jesús había huido de las multitudes, cuando querían coronarle. Durante este año había hecho grandes signos y milagros propios de un profeta enviado por Dios, pero, sobre todo, la reciente resurrección de Lázaro había acrecido en el pueblo la sensación de que el Mesías tan esperado era Jesús, el hijo del carpintero. Su tercera subida a Jerusalén para celebrar la Pascua se hace en medio del mayor fervor popular.
2.-La historia
Cristo y sus dicípulos entran en Jerusalén en medio de la aclamación de la multitud. Él lo hace sentado sobre un pollino, bendiciendo a las gentes que han salido a recibirle, mientras lleva girada hacia atrás su cabeza mirando a sus discípulos que lo siguen de cerca. En su mano izquierda porta el rollo de la Ley. En ese ambiente de aclamación es recibido por el pueblo con palmas de júbilo.
Vemos a varios niños en el icono con gestos muy variados: uno da de comer al animal; otro extiende una túnica para alfombrar su paso; un tercero está subido a un árbol cortando sus ramas para el agasajo popular.
3.-El icono
Cristo
Está sentado en el asno, con la mirada muy seria que contrasta vivamente con el ambiente de fiesta que le recibe. Él sabe que sube a Jerusalén por última vez. Mira hacia atrás, hacia sus discípulos. Sus manos recuerdan las presentaciones clásicas del Salvador y, así, mientras su mano derecha insinúa un gesto de bendición, porta el rollo de las escrituras en su mano izquierda.
Sus pies, en el ambiente que le rodea, son los que hacen exclamar a Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»!” (Is 52, 7). Viste túnica de color rojo púrpura, símbolo del amor y la realeza divina, y manto azul, símbolo de su humanidad.
Está tocado con la aureola cruciforme propia de Él.
El árbol
Cristo y el árbol son el eje vertical del icono, la composición, junto con el pollino, que atrae la mirada y alrededor de la cual se configura la escena total.
Por ello, no es difícil afirmar que el árbol del icono representa el árbol de la Cruz, que le espera en Jerusalén. Cristo que sabe que ese es el final, más allá de la euforia popular que le recibe, presenta un gesto triste y severo.
El pollino.
Con Cristo y el árbol, el burro sobre el cuál Cristo entra en Jerusalén conforma la figuración central del icono. Era necesario que se cumpliesen las Escrituras y Jesús pide a sus discípulos que le faciliten el asno de la profecía de Zacarías: “¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna".(Zc 9, 9)
Los discípulos
Son el grupo de personajes que ocupan la mitad izquierda del icono, encabezados por Pedro, que mira a su maestro con gesto preocupado. Este grupo es objeto de la mirada de Jesús.
Representan, por contraposición al grupo de la derecha, el pueblo nuevo que surgirá tras la pasión de Cristo.
Monte de los olivos
Remata por la parte superior la mitad izquierda de icono y es una figura de gran importancia histórica en la vida de Jesús. Segúnel texto evangélico reproducido antes, Jesús llegó a este monte en la víspera de la escena cuya fiesta celebra el icono: Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos.
El monte de los olivos es testigo de la escena inicial y será en él donde se precipitarán los acontecimientos del último día. Es dable pensar que durante toda la semana el monte de los olivos ofreciera el lugar donde Cristo y los discípulos convivieron.
El Pueblo
Frente a Jesús, al lado derecho, está n los personajes que han salido de Jerusalén a recibirlo. Muestran gesto adusto, nada que pudiera reflejar el ánimo alegre que “a priori” parece corresponderles en su espera del Mesías. Aún con ramos en algunas manos, simbolizan el rechazo de fondo de Israel hacia el hijo del carpintero y presagian el destino fatal que espera a Jesús.
No todos gritan hosanna: “Otros miran a los discípulos y les mandan callar; pero si callan estos gritarán las piedras, “(Lc 19, 39s).ya que no sólo aclaman los hombres, “Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8, 19).
Edificios
La parte superior derecha, en la posición simétrica a la que ocupa el Monte de los Olivos, aparece la ciudad de Jerusalén y, en medio de ella, la cúpula de la Iglesia del Santo Sepulcro. El icono nos señala que el verdadero Templo definitivo es su propio cuerpo, tal como dijo: “Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días”, donde se ofrece el verdadero sacrificio, su propia persona.
Los ramos
Los ramos de oliva son señal universal de paz, de alegría. Con ellos se recibe a Cristo.
Los niños
El icono nos hace ver qué verdad encerraban las palabras de Jesús “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Ellos, ajenos a la situación política o religiosa recogen la alegría genuina de los inocentes ante la llegada de Jesús. Es la reivindicación de las Bienaventuranzas, de los pacíficos, de los limpios de corazón.
Los niños entonces realizan la profecía del rey David: “De la boca de los niños de pecho | has sacado una alabanza contra tus enemigos para reprimir al adversario y al rebelde.» (Sal 8, 3)
4.-La fiesta
El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor celebramos los cristianos el comienzo de la Semana Santa apoyándonos en lo sucedido en Jerusalén cuando Cristo y sus discípulos suben a celebrar la Pascua el tercer año después de su bautismo en el Jordán.
Es una escena llena de signos contradictorios cuyo discernimiento nos ayudan a conocer el mensaje de Jesús: entra proclamado como Rey y Mesías, pero a lomos de un pollino; es recibido con palmas por el pueblo llano, pero sus gritos de entusiasmo molestan a la “nomenklatura” judía; es un día de gloria, que inaugura la semana de Pasión.
Durante las lecturas de la misa proclamamos las profecías, en boca de Isaías y Zacarías, que se cumplen este día:
"Pasad, pasad por los portales, despejad el camino del pueblo, allanad, allanad la calzada, limpiadla de piedras. El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra: «Decid a la hija de Sión: Mira a tu salvador, que llega, el premio de su victoria lo acompaña, la recompensa lo precede» (Is 62, 11s).
"¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna". (ZC 9,9).
5.-Reflexión teológica
Comienza la historia con una escondida lección del poder de Jesús sobre los hombres. Ha enviado a sus discípulos a coger un pollino que debían encontrar en una dirección dada. Van y lo toman sin más trabajo que decir al dueño “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Es claro que también pudo emplear ese poder cinco días después, pero entonces, ¿cómo iba a cumplir su misión?.
Si nosotros queremos confesar que Jesús es el Mesías prometido no es posible mirarle con los ojos de la carne, sino con los del espíritu. Y verle que se acerca manso y humilde, para que no le temamos por su poder, sino que le devolvamos amor por amor.
La realeza de Jesús ha renunciado a todo poder, pues su “reino no es de este mundo”. Su fuerza es el amor. No trae bienes mundanos de poder, violencia, lujo, sensualidad, control de los medios o planes de desarrollo; pero ofrece construir un Templo nuevo en tres días, alimentar con el pan de los ángeles, dar agua de vida eterna y enviar al Consolador.
Acepta la proclama real de los humildes, pero lo hace entronizado en un burro.
Quiere terminar con la muerte, pero acepta morir sin abrir la boca.
6.-Oración
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos ni jura con engaño.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso, el Señor valeroso en la batalla.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria. (Sal 24)