Arte religioso y arte sacro
2.-El arte sacro
3.-Arte sacro y liturgia
4.-Características del arte sacro
5.-Sobre el artista de arte sacro
6.-Oración
No sólo la poesía o la literatura, también la escultura o la pintura, incluso cualquiera de las nuevas disciplinas artísticas aparecidas en el último siglo, puede expresar, de alguna manera, lo humanum, es decir lo que concierne al ser humano. Incluso podemos decir que en todas las artes se puede dar una tensión que mueva al espectador a detenerse ante la obra artística, contemplarla como si el tiempo se parase, salir de sí mismo movido hacia un mundo superior… quedar momentaneamente en una situación como de arrebato místico ante la belleza contemplada o ante el mensaje transmitido, situación en todo parecida a la que transmite una experiencia religiosa. Y, así, aceptando esta generalización, podemos decir que toda obra artística cuenta con la posibilidad de expresar un sentimiento religioso.
El deseo de captar la atención del hombre que se encierra en toda forma de arte no se hace sin acudir a interesarle en algún aspecto de sus inquietudes vitales, es decir, intentando contestar a alguna de las preguntas que le acompañan en la vida sin encontrar respuesta. Esa respuesta, con pretensión siempre de ser original y definitiva, es en su sentido profundo como una respuesta «religiosa» a las preguntas fundamentales de la vida.
Pero lo religioso no es ciertamente lo sagrado, ni mucho menos lo sacro cristiano. El arte sacro cristiano, de hecho, existe para proclamar la verdad del Evangelio, para alabar al Señor, para servir a la liturgia sacra.
1.-Arte sagrado y arte sacro
Como hemos visto, llamamos arte sagrado al que, estando inspirado en motivos religiosos, lleva al creyente a experimentar la presencia del misterium. En términos humanos es una experiencia indefinible del Ser supremo, del Ser Fascinante, en la terminología de Otto (El arte y lo sagrado).
Este grado de la experiencia espiritual que proporciona la imagen es, para Juan Plazaola, propio del arte sacro: “Una imagen religiosa sólo alcanza la categoría de lo sacro cuando irradia una atmósfera de seducción y de temor al mismo tiempo” (El Arte sacro actual, BAC, pág. 21)
La sociedad secular plantea unas preguntas críticas sobre el arte con motivos religiosos que pertenecen a un arte puramente profano porque ¿cómo considerar la relación en este arte entre la expresión artística de un suceso o personaje religioso y la sanción de la Iglesia sobre dicha expresión? ¿Cómo interpretar el fabuloso tesoro artístico compuesto por las imágenes en poder de la Iglesia, cuando éstas fueron hechas en y para una clara sociedad tradicional? ¿Cómo encarnarlas ahora, en una cultura profana que ha roto con cualquier referencia religiosa? ¿Cómo enfrentar una comprensión del mundo y la existencia humana en el arte litúrgico, arte destinado al culto, en un claro contexto de falta de fe y general descreimiento?
La experiencia nos dice que, a medida que se vacían las iglesias y disminuye la asistencia a los templos, aumenta la asistencia a los museos y galerías de arte que, naturalmente, exhiben las colecciones de arte que con motivos religiosos han hecho los pintores de los siglos XV al XVIII. Ello es porque para apreciar el arte de inspiración religiosa no es imprescindible ser religioso. Cuando el Auditorio se llena para escuchar el Requiem, de Mozart, o una cantata inspirada en los Salmos, de Bach, no se puede suponer que se ha llenado de cristianos.
y para sentir estas mociones sólo se precisa tener alma humana, porque la trascendencia no debe entenderse como relacionada directamente con un concepto divino.
2.-El arte sacro
“Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro” (Sacrosantum Concilium, 122).
En todas las culturas y en todos los tiempos el hombre ha dedicado recursos y habilidades a distinguir espacios que le sirvieran para dar culto a Dios, distinguiendo, así, espacios sagrados en medio del espacio pagano donde ejercía sus actividades ordinarias. Este primer arte arquitectónico fue sucesivamente complementado con obras propias del resto de las bellas artes, como pintura o escultura, que buscaban crear el ambiente propicio para cubrir la sensibilidad religiosa de los hombres de su tiempo.
Así, surge “el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro”, como nos indica el Concilio Vaticano II, sin aclarar muy bien qué cosa sea cada uno de ellos, aunque indica que son obras que “por su naturaleza, están relacionadas con la infinita belleza de Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de obras humanas”(SC 122).
3. Arte sacro y liturgia
Como hemos visto anteriormente, la Constitución Sacrosanctum Concilium establece una distinción entre arte religioso y arte sacro cuando dice: «Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro» (n. 122).
Destaca, pues, el arte religioso –es decir, la expresión artística que expresa sentimientos religiosos- entre las bellas artes. Afinando más el acercamiento, podemos decir que es arte religioso el que expresa un sentimiento humano de búsqueda de Dios; el que refiere la necesidad de infinito que el hombre alberga en sí mismo; el que se hace eco del dolor, a veces de la desesperación, ante el inutil resultado de no encontrar nada que la satisfaga; pero también el que sabe expresar el íntimo sentimiento de agradecimiento a un ser superior y misterioso por el simple don de la existencia … todo lo cual, en principio, es posible de ser producido por cualquiera de las bellas artes, independientemente de otras consideraciones ajenas a ella misma, como, por ejemplo, la experiencia religiosa del artista.
En la cumbre del arte religioso está el arte sacro. El arte sacro, sin embargo, no es simplemente la expresión de la dimensión religiosa de todo hombre, sino que está íntimamente conectado a la fe. Vive en ella y por ella. La fe es una virtud teologal porque es emanación de la gracia santificante, teniendo a Dios como objeto directo y como motivo.
La dimensión sagrada del arte, se explica en referencia a la “sacralidad” del rito. El adjetivo “sacro” se atribuye sobre todo al culto, a los ritos, a los lugares “sacros”
La dimensión sacra del arte, de hecho, se explica con la referencia a la “sacralidad” del rito. El adjetivo “sacro” se atribuye, antes que nada, al culto, a los ritos, a los lugares, precisamente, “sacros” y, consiguientemente, al arte “sacro” y a sus obras.
"Por tanto, el arte sacro es integralmente arte, pero encuentra su razón de ser en la sacralidad del rito al que se destina y que la conforma desde dentro, para que se destine íntimamente e internamente a la sacralidad, espejo de las verdades de fe, celebraciones y liturgias».(RODOLFO PAPA, en https://es.aleteia.org/2015/07/16/puede-ser-el-abstracto-tambien-arte-sacro/2/)
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El arte sacro se distingue, por tanto, del arte religioso por este vínculo íntimo con la liturgia; el arte sacro es «un arte adecuado a la liturgia» [J. RATZINGER, “El espíritu de la Liturgia”, cap.III]; el vínculo con la liturgia es posible gracias a la fe.
4. Características del arte sacro
Como muy bien afirma Kandiski, «Todo artista, como hijo de su época, ha de expresar lo que le es propio a esa época» (KANDINSKY, V. De lo espiritual en el arte. Paidós. 1996, pág. 65).
¿Significa eso que hoy “Todo artista, como hijo de su época, puede ignorar 2.000 años de tradición en la pintura sacra cristiana”?
Mientras la liturgia sea la oración de Cristo y la finalidad del arte sacro tenga la dimensión litúrgica que ha tenido hasta ahora, hay que afirmar que el arte sacro contemporáneo ha de mantener las características que ha presentado inequívocamente a lo largo de estos años.
Merece la pena destacar tres de ellas:
1. Tiene que ser bello, como es bello el Sacerdote único y eterno, Jesucristo, que es quien celebra la liturgia de la Iglesia. Y aunque no sea objeto del arte sacro darnos la salvación ni asumir la totalidad de la misión sacerdotal, sí debe mostrarnos el camino hacia ello facilitando la comprensión de la Escritura y de la fe de la Iglesia.
«Actualmente, existe una "separación" que el Papa califica de "dramática" entre "la búsqueda de la belleza, comprendida aunque reductivamente como forma exterior, como apariencia que perseguir a toda costa, y la de la verdad y la bondad de las acciones".
Esta separación transforma la belleza "en mero esteticismo, y sobre todo para los más jóvenes, en un itinerario que desemboca en lo efímero, en la apariencia banal y superficial, o incluso en una fuga hacia paraísos artificiales, que enmascaran y esconden el vacío y la inconsistencia interior".
La belleza, añade, siempre ha sido considerada como "una vía para llegar a Dios" » (BENEDICTO XVI, mensaje al presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el arzobispo Gianfranco Ravasi, 25.11.2008)
2. Debe ser universal, capaz de expresarse en continuidad con la multiplicidad de los estilos que ha acogido a lo largo de la historia: clásico, románico, renacentista, gótico, etc.
3. Debe ser figurativo, es decir, acoger la figura, el realismo de la naturaleza humana de Cristo, centro de la acción litúrgica. Esta posibilidad –la de poder hacer imágenes de la divinidad- afirmada definitivamente en el Concilio II de Nicea, tiene su fundamento en el mismo Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que dijo «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre».
El arte sacro ha sido figurativo siempre, y esta característica es inherente a su dimensión litúrgica, como indica el Catecismo de la Iglesia: «La iconografía cristiana transcribe, a través de la imagen, el mensaje evangélico que la Sagrada Escritura transmite por la palabra. La imagen y la Palabra se iluminan mutuamente» (CIC n.1160).
A este respecto, el de la necesidad de la figura para la presentación real del misterio, el Papa Benedicto XVI lo dejó bien claro: «La total ausencia de imágenes no es conciliable con la fe en la encarnación de Dios» (J. RATZINGER, “El espíritu de la Liturgia”).
Como corolario a estas afirmaciones, puede decirse que todos los sistemas figurativos son capaces de expresar el arte sacro, mientras que “a sensu contrario”, todos los sistemas que rechazan la figura (arte pobre, abstracto, informal…) son incapaces de producir arte sacro y, en el fondo, ni siquiera arte cristiano.
5.-Sobre el artista de arte sacro
Cuando acepta un encargo de arte sacro, el artista no ve mermada su capacida técnica, ni su habilidad creativa, ni la transmisión al lienzo de su impronta personal, porque la Iglesia carece de un estilo artístico propio.
Pero la producción artística sacra es muy diferente a la de una fabrica de automóviles, por ejemplo. Para ella se precisa un don que no procede del mundo materialista, sino del religioso: se precisa fe.
Por ello, la producción de arte sacro pone condiciones tanto al estilo artístico, como a la persona del altista. Por un lado, la vivencia de la fe cristiana es condición necesaria al artista de arte sacro cristiano. Por otro, sólo el arte figurativo es capaz de de representar adecuadamente el misterio de Cristo, Dios y hombre verdaderos
Consecuentemente, el decoro de la liturgia y de los elementos de la misma-entre ellos, la obra artística sacra- exige que ni la Jerarquía debe hacer encargo alguno a artista que esté alejado de la comunidad eclesial, ni éste, en el supuesto de recibir el encargo de un trabajo sacro, debe aceptarlo si su estilo o profesión religiosa no son acordes con las exigencias de la tradición artística cristiana.
En este sentido, explicó, es necesario, dentro de la conexión de la belleza con la verdad y la bondad, volver a "vincular la belleza con la razón", pues "una razón que quisiera despojarse de la belleza resultaría disminuida, como también una belleza privada de razón se reduciría a una máscara vacía e ilusoria".
6.-Oración
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.