El Sagrario
En los primeros siglos nació la costumbre de reservar las especies sacramentales. Se guardaban primeramente en las casas y luego en los Templos. Así estaban dispuestas siempre para los enfermos. Era natural que los fieles expresaran su veneración y adoración ante la presencia del Señor en ese entonces. Ahora sabemos que es Dios mismo sacramentado quien habita en este lugar. Es, por lo tanto, el lugar más importante de toda la Iglesia, aún más que el altar.
Este fue el origen de los sagrarios otabernáculos. Hechos de diferentes formas o estilos. Pero, no debemos perder de vista que el fin primario y principal de la reserva de las sagradas especies en la Iglesia fue la administración del viático. Los fines secundarios son la distribución de la comunión en las Iglesias fuera de la misa, y adoración de nuestro Señor Jesucristo oculto.
Sólo a partir del siglo XII la Iglesia organizó un culto eucarístico público, después de las controversias sobre la presencia real. Durante mucho tiempo se adoptó la costumbre de reservar el Pan de Vida en una pequeña torre o en una paloma eucarística suspendida encima del altar. También las especies eucarísticas se reservaron en la Sacristía.
A partir del siglo XVI se introdujo la costumbre de fijar establemente el Sagrario sobre los altares. La historia de la conservación del Santísimo Sacramento tuvo una última etapa cuando se fijó el Sagrario sobre el Altar mayor de las Iglesias (vale decir sobre el más importante). Esto se mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.
Claro está que en muchos templos se encuentra ubicado cerca del altar principal, pero algunos prefieren que el Sagrario esté en una capilla aparte, para que sea un lugar de oración y adoración personal y comunitaria. Lo importante es que exista un Sagrario que los fieles reconozcan fácilmente para que puedan escuchar la dulce voz que les llama: “Vengan a Mí los que se sienten cargados y agobiados porque Yo los aliviaré” (Mt 11, 28).
Las características del lugar de la reserva de la santísima eucaristía vienen bien señaladas en la Instrucción General del Misal Romano, del que se extraen las siguientes indicaciones:
314. Para cualquier estructura de la iglesia y según las legítimas costumbres de los lugares, consérvese el Santísimo Sacramento en el Sagrario, en la parte más noble de la iglesia, insigne, visible, hermosamente adornada y apta para la oración.
Como norma general, el tabernáculo debe ser uno solo, inamovible, elaborado de materia sólida e inviolable, no transparente y cerrado de tal manera que se evite al máximo el peligro de profanación. Conviene, además, que se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano antes de destinarlo al uso litúrgico.
315. Por razón del signo conviene más que en el altar en el que se celebra la Misa no haya sagrario en el que se conserve la Santísima Eucaristía.
Por esto, es preferible que el tabernáculo, sea colocado de acuerdo con el parecer del Obispo diocesano:
a) o en el presbiterio, fuera del altar de la celebración, en la forma y en el lugar más convenientes, sin excluir el antiguo altar que ya no se emplea para la celebración (cfr. n. 303);
b) o también en alguna capilla idónea para la adoración y la oración privada de los fieles,que esté armónicamente unida con la iglesia y sea visible para los fieles.
316. Cerca del sagrario, según la costumbre tradicional, alumbre permanentemente una lámpara especial, alimentada con aceite o cera, por la cual se indique y honre la presencia de Cristo.