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La crucifixión del Señor
INDICE
1. Introducción2. La historia
3. El icono
4. La fiesta
5. La liturgia
6. Reflexión teológica
7. Oración
1. Introducción
Jesús es detenido la noche del jueves en Getsemaní y durante toda la noche sufre la parodia de juicio religioso ante las autoridades judías que, finalmente, deciden que ha de morir. Lo llevan por la mañana ante Pilato, autoridad romana con poder para la muerte del reo, para que así lo haga.
Conseguida la sentencia, lo llevan a las afueras de Jerusalén, a un lugar llamado Gólgota", palabra aramea que significa "calavera”, o Calvario, dicho en latín. Allí la tradición sitúa el sepulcro de Adán y hoy se levanta la iglesia del Santo Sepulcro.
LA ESCENA
La escena que contempla el icono se desarrolla en la colina del Gólgota, insinuado por el montículo sobre el que se yergue la cruz. La figuración es variada según los iconos, desde los más sobrios, que se limitan a las personas de Cristo, María y Juan, a las que añaden las figuras de la Magdalena acompañando a la Virgen, y el centurión y el Cirineo, tras Juan; finalmente, las más ricas, además de a los dos ladrones crucificados al lado de Jesús, suman buena representación del pueblo jerosolimitano, multitud de ángeles celestiales, y el sol y la luna asombrados del escarnio divino.
En la base del montecillo un espacio oscuro con una calavera indica que, según la tradición, se halla la tumba de Adán. Como de la figuración aparece la ciudad de Jerusalén, en cuyas afueras se hace la ejecución.
2. La historia
Crucifixión y muerte de Jesús
3.- El icono
Contra lo que podría esperarse, el icono bizantino no expresa un cuerpo desfigurado por el dolor en el crucificado, sino una figura tranquila, con curvas dulces, generalmente inclinado hacia la Virgen.
Todo a su alrededor: su madre, las mujeres que le acompañan, Juan y el centurión, con la ciudad al fondo; los ángeles, en representación del mundo celestial; el sol y la luna, en nombre de la naturaleza; y, finalmente, la deidad en lo alto testigos de este acontecimiento imposible de imaginar.
El crucificado
Clavado en la cruz, Cristo aparece desnudo, despojado de sus, en la cima de su kenosis final. Sus rasgos serenos le dan apariencia de hombre dormido, indicando que ya descansa en del Padre. El pintor del icono lo refleja así para indicar la entrega total de Jesús a la voluntad del Padre.
El color pálido del cuerpo lo resalta sobre el fondo y hace destacar la cruz de color más oscuro como corresponde al drama de la pasión. La cruz se planta firmemente en el suelo, mientras que el cuerpo forma una noble curva que suspende su peso sobre los pies, y lo hace parecer ligero como el aire, inclinado hacia la Virgen, que se mantiene en pie a la derecha de la cruz y parece querer precipitarse hacia su Hijo.
El cuerpo presenta, más o menos evidentes según los iconos, las heridas de los clavos y la hendidura de la lanzada en el costado, del que emana sangre y agua que son recogidas por los ángeles.
En el icono, el Dios-hombre aparece en su doble naturaleza divina-humana, como uniendo con su cuerpo a Dios, que aparece por encima del cuadro, con la humanidad a su lado. Los ángeles, volando en la parte superior de la cruz representan los espíritus celestiales, y los personajes alrededor de la cruz, la Virgen, Juan y el centurión Longino, la cara de la humanidad.
El árbol de la cruz
El icono de la crucifixión muestra la verticalidad absoluta de la cruz en un signo del movimiento de “descenso-ascenso” del Verbo divino en su misión redentora. Sus brazos, que marcan la línea horizontal del cuadro se abren como signo del abrazo universal de la Cruz.
La cruz se encuentra fuertemente enraizada en la tierra, clavada hasta la misma tumba de Adán y, por encima de ella, alcanza a la misma deidad, como signo de dónde se está desarrollando la lucha cósmica entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás.
La Virgen
La Virgen está ahí, al pie de la cruz, vestida con su manto púrpura que la envuelve por completo. Es su manto de santidad, de la gracia del Espíritu que hace de la Virgen la toda Santa, especialmente en este culmen de dolor y de amor, en plena comunión con su Hijo.
Su mano derecha nos señala la cruz al espectador del icono , y su mano izquierda, con su inmovilidad subraya el movimiento de la derecha. Sus dedos están cerca de la garganta, como para ahogar el grito que se escapa ante el dolor indescriptible que la domina. La Virgen Madre está inmovilizada por el dolor de su alma traspasada por la espada anunciada por el anciano Simeón. Con sus ropas oscuras destaca del cuerpo pálido e irreal de su Hijo.
Con una mano lo indica, para que todos lo reconozcamos; con la otra mano parece querer ahogar el dolor inmenso que la envuelve, por ser la Madre de este Hijo; por participar con fortaleza, pero con plenos sentimientos humanos y maternales, en este momento supremo del sacrificio del Hijo. “Mujer, he ahí a tu Hijo”. Una palabra que la ha hecho Madre, de nuevo, por la gracia del Espíritu, pero esta vez de todos los discípulos de Jesús.
La cruz tiene tres travesaños
El travesaño inferior, bajo los pies del Señor, está ligeramente inclinado. Este escabel en Sal 109, 2], con un lado inclinado hacia abajo, señala la suerte del ladrón a la izquierda, y el otro inclinado hacia arriba, la suerte del ladrón de la derecha.
Un tropario compara la cruz como un balance del destino. Como balance de la justicia que se cumplirá en la eternidad, la cruz está en el medio, como una misteriosa relación, entre el Reino y el infierno.
El discípulo amado.
También Juan, más distante de la cruz, refleja su inmenso dolor de joven apóstol que ha sido fiel al Maestro hasta el final. Su cabeza reposa sobre su mano ligeramente dobladas y parece dirigir sus pensamientos al Señor. Su mirada se pierde en el horizonte y medita el misterio contemplativo de la Pasión.Ha recogido el testamento de Jesús: “Ahí tienes a tu Madre”. Y la ha acogido entre sus bienes más preciosos.
El título de “El rey de los judíos”
Todos los iconos presentan el letrero mandado hacer por Pilato indicando la causa del ajusticiamiento. La dimensión de la tablilla no permite figurar la leyenda en los tres idiomas en los que fue indicada la misma.
"Crucificaron también con él a dos ladrones"
Algunos iconos figuran también a los dos ladrones mencionados en los Evangelios que fueron clavados a uno y otro lado de Jesús. La suerte de ambos está descrita en una de las últimas palabras de Jesús: “Mañana estarás conmigo en el paraíso”, dirigidas al buen ladrón, a quien la tradición atribuye el nombre de Dimas; dejando el de Gestas al otro.
En uno de los iconos que se muestran puede observarse cómo los dos ladrones son figurados muy claramente en función de estas atribuciones de bueno y malo. El ladrón a la derecha de Cristo está dibujado de frente al espectador, mirando a Jesús, con gesto tranquilo; el otro, de espaldas, con la cabeza alzada hacia el cielo, como gritando su desesperación. Sobre éste, para mayor señalamiento, el iconógrafo ha dibujado un demonio volando encima de él.
La ciudad de Jerusalén
El fondo de la tabla muestra los muros de Jerusalén, pues Cristo fue crucificado fuera de las murallas de la ciudad, signo de la situación de los cristianos respecto al mundo, tal como señala san Pablo: “Jesús, para consagrar al pueblo con su propia sangre, murió fuera de la puerta. Salgamos, pues, hacia él, fuera del campamento, cargados con su oprobio; que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura” (Heb 13, 11-15).
Desde el icono, el monje que lo ha pintado nos recuerda esta condición del bautizado.
Los ángeles
Representan la presencia del mundo celestial en el momento de la crucifixión; más aún, señalan la los sentimientos de los ángeles en un instante que trasciende la historia humana para integrarse en la eternidad divina. El icono los representa siempre con actitud de adoración, ya con las manos cubiertas con un velo, ya portando los instrumentos de la pasión; otras veces, su revuelo llena el espacio escénico y lo llena de alegría y gozo por la victoria de Cristo sobre el mal y la muerte.
4.- La fiesta
En el umbral del año litúrgico ortodoxo se celebra una doble fiesta: de la Natividad de Nuestra Señora (8 de septiembre) y de la exaltación de la santa Cruz, el 14 de septiembre. Es una tensión buscada, porque la Iglesia siempre ha señalado la tensión en que se desarrolla la vida cristiana: la muerte de la vida; el dolor del Viernes Santo de alegría de la Pascua; la Crucifixión de la resurrección; la oscuridad del infierno de la radiación luminosa del resucitado. Estas dos cuestiones no pueden estar ausentes de nuestra oración y nuestra meditación sin agotarlos.
De igual modo, la Iglesia Católica pocos días después de la Natividad de María celebra la fiesta de la Exaltación de la Cruz. La Iglesia nos prepara con una semana de antelación, a la fiesta de la Cruz. El domingo anterior, además de las lecturas propias de este domingo, se permite la lecturas de otras en relación especial con la cruz. Así:
El distinto acento de las iglesias de Oriente y Occidente en la reflexión sobre el objeto de la Redención se traslada a esta festividad. La Iglesia Católica recuerda insistentemente que el sujeto de la fiesta es la cruz de Jesucristo, aquélla sobre la que se expía el pecado de Adán y de todos los hombres posteriores a él. La Iglesia Ortodoxa traslada ese momento expiatorio a la misma encarnación, a la kenosis inicial. Un buen equilibrio dentro de los misterios de la Historia de la Salvación exige no olvidar ninguno o sobredimensionar unos sobre otros. Así, ante la Cruz celebra la Encarnación del Hijo de Dios, su muerte “por nosotros los hombres y por nuestra salvación” y la Resurrección gloriosa que “mata la muerte”, destruye las puertas del infierno y abre las del Reino a todos los justos desde Adán hasta el fin de los tiempos.
5.- La liturgia
En el punto anterior se muestran las lecturas propias de esta fiesta en la Iglesia de Roma.
Vamos a añadir, por su belleza, la homilía pascual de un autor anónimo del S. II, que canta así el misterio de la cruz gloriosa:
él es mi alimento; él es mi delicia.
En sus raíces hundo mis raíces y crezco.
Por sus ramos me extiendo,
con su rocío me refresco;
su espíritu, como brisa acariciadora, me envuelve.
Me cobijo a su sombra, donde he plantado mi tienda,
y he encontrado en el estío un refrescante refugio.
Florezco con sus mismas flores,
me sacio libremente de sus frutos deliciosos,
destinados para mí desde el principio.
Este árbol es alimento para mi hambre,
Manantial para mi sed,
vestido para mi desnudez,
Este árbol es mi refugio cuando temo,
mi cayado cuando vacilo,
premio en el combate, trofeo de la victoria.
Este árbol es la senda angosta y la puerta estrecha,
la escala de Jacob, sendero de ángeles,
en cuya cima Cristo mismo se ha apoyado.
Este árbol, de dimensiones celestiales,
se eleva desde la tierra hasta el cielo.
Es fundamento de todas las cosas,
pilar del universo,
punto de apoyo del mundo entero,
vínculo cósmico que mantiene en la unidad
la inestable naturaleza humana,
asegurada con los clavos invisibles del Espíritu,
para que unida a Dios no pueda jamás separarse.
Su parte superior llega hasta el cielo,
su parte inferior toca la tierra,
sus brazos abiertos sobre la inmensidad,
resisten a soplo de todos los vientos.
El era todo en todos, por doquier.
Y mientras llenaba de sí el universo entero,
se ha despojado de sus vestidos
para trabar batalla con las potencias del mal.
Sin duda inspirado en este texto, Kiko Argüello ha compuesto este precioso canto a la “Cruz gloriosa”
es el árbol de la salvación.
En él yo me nutro,
en él me deleito;
en sus raíces crezco,
en sus ramas yo me extiendo.
Su rocío me da fuerza,
su espíritu como brisa me fecunda;
a su sombra he puesto yo mi tienda;
en el hambre es mi comida,
en mi desnudez, el vestido
y en la sed, el agua viva.
Angostos senderos,
mi puerta estrecha,
escala de Jacob,
lecho de amor donde nos ha desposado el Señor.
En el temor es la defensa;
en el tropiezo me da fuerza;
en la victoria es mi corona
y en la lucha, ella es el premio.
Árbol de vida eterna,
misterio del universo,
columna de la tierra,
tu cima toca el cielo
y en tus brazos abiertos brilla el amor de Dios.
Himno a la cruz gloriosa
6.-reflexión teológica
La Cruz, ya sea celebrada el 14 de septiembre o en Viernes Santo, colocan ante nuestros ojos el valor de la sangre de Cristo en nuestra vida, la radicalidad de nuestro seguimiento de Cristo, las relaciones vitales entre la cruz y el amor.
Nuestro redentor en la Cruz es el mismo Hijo de Dios que se encarnó treinta años antes; no ha perdido su condición divina, ni allí se va a registrar separación alguna entre las dos naturalezas en ningún momento; sigue siendo el Camino, la Verdad y la Vida eterna aun cuando ofrezca a su Padre esa vida; aun cuando se siente abandonado de todos, incluido su Dios, no deja de ser el Verbo divino. Por eso, por todo este desbordamiento de amor, que lleva a la destrucción aparente de quien es el Amor crucificado, la naturaleza se conmueve, el sol se oculta, los muertos salen de sus tumbas y el velo del Templo se desgarra…
María, que permanece al lado de su hijo durante su Pasión, que nos es entregada como madre, es, desde ese mismo momento, la madre del nuevo Adán y madre de la Iglesia, madre, cuán nueva Eva, de la nueva humanidad engendrada en la sangre de Cristo.
¿Qué lugar ocupa María en nuestra vida? ¿La vemos al lado? Su cercanía o lejanía es un termómetro de nuestra vida espiritual, porque ella es la Madre de todos los creyente, de todos los que sufren, la madre dolorosa que acompaña en sus dolores a todos sus hijos, la que, invitada a nuestra vida, sabe verla con ojos maternales y, adelantándose a nuestras necesidades, sabe dirigirse a su Hijo diciéndole: “Se les ha acabado el vino”
7.-Oración
“Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado asido de ellos
el pecho del amor muy lastimado”.
(San Juan de la Cruz)
Oramos con la Iglesia de Oriente, diciendo:
“Adoramos, Señor, tu cruz
y confesamos tu santa Resurrección.
Por medio del árbol dela cruz,
el anuncio de la verdadera alegría
ha llegado al mundo entero”.
(Liturgia oriental del Viernes Santo)
Soneto a Jesús Crucificado:
No me mueve mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor de tal manera,
que aunque no hubiera cielo yo te amara,
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar por que te quiera;
porque aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera
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El lavatorio de los pies de los discípulos
3.2.-El lavatorio de los pies
3.3.-El diálogo con Pedro
3.4.-El significado del acto
5.2.-“Lo comprenderás más tarde”
5.3.-Símbolo del bautismo
5.4.-Símbolo de la eucaristía
5.5.-Un ejemplo de humildad
1. Introducción
2. Los textos
3. La historia
• L. CL. FILLION opina de una manera parecida: sitúa el altercado al principio, con ocasión de la colocación de los apóstoles alrededor de la mesa, y la acción de Jesús como respuesta inmediata a tal disputa (Vie de N.S. Jésus-Christ, tome III, pág. 342-343).
• FERNANDEZ TRUYOLS, en Vida de Nuestro Señor Jesucristo, pág. 576. BAC
• MARTIN DESCALZO, Vida y misterio de Jesús de Nazaret, pág. 949s. Ed. Sígueme
• La primera escena comprende el hecho del propio lavatorio.
• La segunda recoge el diálogo con Pedro.
• la tercera explica el significado del acto.
3.1.-“Los amó hasta el extremo”
"Jesús tuvo esta conversación junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora” (Jn 8,20)
3.2.-El lavatorio de los pies
.
3.3.-El diálogo con Pedro
3.4.-El significado del acto
4. El icono
5. Reflexión teológica
5.1.-“que venía de Dios y a Dios volvía”
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir”. (Jn 12,33s)
5.2.-“Lo comprenderás más tarde”
5.3.-Símbolo del bautismo
Otra interpretación teológica del episodio está relacionada con el tema del bautismo. El agua es un símbolo teológico de primera clase y aparece con profusión en el Evangelio de Juan, que abre la vida pública de Jesús en el Jordán, en el bautismo con agua del Bautista:
5.4.-Símbolo de la eucaristía
5.5.-Un ejemplo de humildad
6.-La fiesta
7. Oración
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte
Tú me mueves, Señor, muéveme al verte
clavado en una cruz y encarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera;
pues, aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera. Amén.
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La última cena
1. Introducción
2. La historia del rito pascual
3. Cuestiones previas a la cena
4.-El Séder de Pésaj.
5.-La última cena
6.-La institución eucarística
7.-La historicidad de la institución
8. El icono
9. La fiesta
10. Reflexión teológica
11. Oración
1. Introducción
- En esa noche de vértigo Jesús cena por última vez con sus discípulos.
- En esa noche dispone su modo de permanecer siempre entre nosotros, en el pan partido y en la copa bendecida, en la Eucaristía.
- En esa noche se consuma la traición de Judas
- En esa noche nos da, con un gesto inédito, una última y suprema lección magisterial preñada de consecuencias morales: lava los pies a sus discípulos.
- En esa noche se despide de sus amigos con el testamento que Juan relata en su Evangelio.
2. La historia del rito pascual
3.-Cuestiones previas a la cena
4.-El Séder de Pésaj.
- maror (lechuga romana),
- z'roa (una tibia de cordero asada),
- haroset,
- jrein (raíz de rábano picante con remolacha),
- karpás (palos de apio) y
- beitzah (huevo).
5.-La última cena
- Jesús tomaría una copa llena de vino rojo ligeramente mezclado con un poco de agua, la bendeciría consagrando el vino, cantaría la oración, bebería de ella y la pasaría a sus compañeros para que también lo hicieran.
Nos cuenta Lucas:
"Y cuando llegó la hora, se sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios».
- Los presentes se sientan y apuran la copa de vino reclinados sobre el lado izquierdo.
Al final, se lavan las manos, sin pronunciar la bendición.
- Se trae la mesa con los platos de las viandas al centro de los comensales, que permanecen recostado en sus cojines.
- Jesús pronuncia una bendición sobre las hierbas amargas, toma algunas hojas, coge un poco de haroset con ellas y las come. Seguidamente, todos hacen lo mismo.
- Se trae el cordero pascual a la mesa y, entonces, Jesús, explica el significado de la cena que están compartiendo y de los ritos asociados a ella.
- Se comienza a recitar la Hagadá:
Este es el pan de aflicción que comieron nuestros antepasados, en la tierra de Egipto. "¡El que tenga hambre, que_ venga y coma!" "El que necesite, que venga y celebre la Pascua". Este año estamos aquí, y el próximo en Tierra de Israel. Este año somos siervos, pero el año que viene seremos libres.
- Una segunda copa llena de vino se comparte por todos, terminándose esta fase de la cena con el canto “Bendito seas, Señor, rey del universo, que nos has librado y libraste a nuestros padres de Egipto…”
- En este momento, mientras se va bebiendo la segunda copa en las celebraciones familiares con niños, se invita a los pequeños a hacer cuatro preguntas rituales.
- Se termina con la primera parte del Hallel. (Salmos 79,6-7; Sal 69,25; Lam 3,66).
- Comienza un tercer acto. Tras un lavado de manos de todos los presentes, Jesús tomó el pan ázimo, lo partió en trozos, toma su parte, añade unas hierbas amargas, lo moja en el haroset y lo consume; a continuación, el resto de convidados en la mesa hace lo mismo.
Dice el Evangelio de Mateo:
"Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
6.-La institución eucarística
- Se procede a la bendición del cordero pascual y se reparte entre todos. Aunque es posible repartir otras viandas, pues el ritual deja cierta libertad en este momento, es preceptivo que el cordero sea lo último que se come, y consumido hasta el final, sin que puedan dejarse sobras.
Y, tomando un cáliz, después de pronunciar la acción de gracias, dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios». Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros»" (Lc 22, 14-21).
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre»" (Mt 26, 26-29).
- Acabada la cena se reparte una tercera copa, la copa de la bendición, así llamada porque se hacía con una fórmula especial, tras la que se consume la copa.
- Se canta la segunda parte del Hallel, salmos 114-117 y 115-118 de la Biblia hebrea.
- Con una cuarta copa termina habitualmente la cena pascual.
7.-La historicidad de la institución
8.- El icono
9. La fiesta
cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte, confió a la
Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor,
concédenos alcanzar por la participación en este sacramento, la
plenitud del amor y de la vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que siendo Dios vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu
Santo, por los siglos de los siglos. Amén
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo Señor nuestro.
Pues Él, al revelarnos el verdadero sentido del sacerdocio,
se ofreció a ti como víctima salvadora,
y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
De esta manera, cuando comemos su carne,
inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos;
y cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros,
quedamos limpios de nuestros pecados.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles
y con todos los coros celestiales,
cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
10.- Reflexión teológica
- Una vez más en la oración, iniciada según las formas rituales de la tradición bíblica, Jesús muestra su identidad y la determinación para cumplir hasta el final su misión de amor total, de ofrecimiento en obediencia a la voluntad del Padre. La profunda originalidad de la donación de sí mismo a los suyos, a través del memorial eucarístico, es el culmen de la oración que distingue la cena de adiós con los suyos. Contemplando los gestos y las palabras de Jesús esa noche, vemos claramente que la relación íntima y constante con el Padre es el lugar en el que Él realiza el gesto de dejar a los suyos, y a cada uno de nosotros, el Sacramento del amor, el «Sacramentum caritatis».
11. Oración
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén
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La entrada de Jesús en Jerusalén
1.-Introducción
Un año antes, Jesús había huido de las multitudes, cuando querían coronarle. Durante este año había hecho grandes signos y milagros propios de un profeta enviado por Dios, pero, sobre todo, la reciente resurrección de Lázaro había acrecido en el pueblo la sensación de que el Mesías tan esperado era Jesús, el hijo del carpintero. Su tercera subida a Jerusalén para celebrar la Pascua se hace en medio del mayor fervor popular.
2.-La historia
Cristo y sus dicípulos entran en Jerusalén en medio de la aclamación de la multitud. Él lo hace sentado sobre un pollino, bendiciendo a las gentes que han salido a recibirle, mientras lleva girada hacia atrás su cabeza mirando a sus discípulos que lo siguen de cerca. En su mano izquierda porta el rollo de la Ley. En ese ambiente de aclamación es recibido por el pueblo con palmas de júbilo.
Vemos a varios niños en el icono con gestos muy variados: uno da de comer al animal; otro extiende una túnica para alfombrar su paso; un tercero está subido a un árbol cortando sus ramas para el agasajo popular.
3.-El icono
Cristo
Está sentado en el asno, con la mirada muy seria que contrasta vivamente con el ambiente de fiesta que le recibe. Él sabe que sube a Jerusalén por última vez. Mira hacia atrás, hacia sus discípulos. Sus manos recuerdan las presentaciones clásicas del Salvador y, así, mientras su mano derecha insinúa un gesto de bendición, porta el rollo de las escrituras en su mano izquierda.
Sus pies, en el ambiente que le rodea, son los que hacen exclamar a Isaías: “Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!»!” (Is 52, 7). Viste túnica de color rojo púrpura, símbolo del amor y la realeza divina, y manto azul, símbolo de su humanidad.
Está tocado con la aureola cruciforme propia de Él.
El árbol
Cristo y el árbol son el eje vertical del icono, la composición, junto con el pollino, que atrae la mirada y alrededor de la cual se configura la escena total.
Por ello, no es difícil afirmar que el árbol del icono representa el árbol de la Cruz, que le espera en Jerusalén. Cristo que sabe que ese es el final, más allá de la euforia popular que le recibe, presenta un gesto triste y severo.
El pollino.
Con Cristo y el árbol, el burro sobre el cuál Cristo entra en Jerusalén conforma la figuración central del icono. Era necesario que se cumpliesen las Escrituras y Jesús pide a sus discípulos que le faciliten el asno de la profecía de Zacarías: “¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna".(Zc 9, 9)
Los discípulos
Son el grupo de personajes que ocupan la mitad izquierda del icono, encabezados por Pedro, que mira a su maestro con gesto preocupado. Este grupo es objeto de la mirada de Jesús.
Representan, por contraposición al grupo de la derecha, el pueblo nuevo que surgirá tras la pasión de Cristo.
Monte de los olivos
Remata por la parte superior la mitad izquierda de icono y es una figura de gran importancia histórica en la vida de Jesús. Segúnel texto evangélico reproducido antes, Jesús llegó a este monte en la víspera de la escena cuya fiesta celebra el icono: Cuando se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos.
El monte de los olivos es testigo de la escena inicial y será en él donde se precipitarán los acontecimientos del último día. Es dable pensar que durante toda la semana el monte de los olivos ofreciera el lugar donde Cristo y los discípulos convivieron.
El Pueblo
Frente a Jesús, al lado derecho, está n los personajes que han salido de Jerusalén a recibirlo. Muestran gesto adusto, nada que pudiera reflejar el ánimo alegre que “a priori” parece corresponderles en su espera del Mesías. Aún con ramos en algunas manos, simbolizan el rechazo de fondo de Israel hacia el hijo del carpintero y presagian el destino fatal que espera a Jesús.
No todos gritan hosanna: “Otros miran a los discípulos y les mandan callar; pero si callan estos gritarán las piedras, “(Lc 19, 39s).ya que no sólo aclaman los hombres, “Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8, 19).
Edificios
La parte superior derecha, en la posición simétrica a la que ocupa el Monte de los Olivos, aparece la ciudad de Jerusalén y, en medio de ella, la cúpula de la Iglesia del Santo Sepulcro. El icono nos señala que el verdadero Templo definitivo es su propio cuerpo, tal como dijo: “Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días”, donde se ofrece el verdadero sacrificio, su propia persona.
Los ramos
Los ramos de oliva son señal universal de paz, de alegría. Con ellos se recibe a Cristo.
Los niños
El icono nos hace ver qué verdad encerraban las palabras de Jesús “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Ellos, ajenos a la situación política o religiosa recogen la alegría genuina de los inocentes ante la llegada de Jesús. Es la reivindicación de las Bienaventuranzas, de los pacíficos, de los limpios de corazón.
Los niños entonces realizan la profecía del rey David: “De la boca de los niños de pecho | has sacado una alabanza contra tus enemigos para reprimir al adversario y al rebelde.» (Sal 8, 3)
4.-La fiesta
El Domingo de Ramos en la Pasión del Señor celebramos los cristianos el comienzo de la Semana Santa apoyándonos en lo sucedido en Jerusalén cuando Cristo y sus discípulos suben a celebrar la Pascua el tercer año después de su bautismo en el Jordán.
Es una escena llena de signos contradictorios cuyo discernimiento nos ayudan a conocer el mensaje de Jesús: entra proclamado como Rey y Mesías, pero a lomos de un pollino; es recibido con palmas por el pueblo llano, pero sus gritos de entusiasmo molestan a la “nomenklatura” judía; es un día de gloria, que inaugura la semana de Pasión.
Durante las lecturas de la misa proclamamos las profecías, en boca de Isaías y Zacarías, que se cumplen este día:
"Pasad, pasad por los portales, despejad el camino del pueblo, allanad, allanad la calzada, limpiadla de piedras. El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra: «Decid a la hija de Sión: Mira a tu salvador, que llega, el premio de su victoria lo acompaña, la recompensa lo precede» (Is 62, 11s).
"¡Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador, pobre y montado en un borrico, en un pollino de asna". (ZC 9,9).
5.-Reflexión teológica
Comienza la historia con una escondida lección del poder de Jesús sobre los hombres. Ha enviado a sus discípulos a coger un pollino que debían encontrar en una dirección dada. Van y lo toman sin más trabajo que decir al dueño “El Señor lo necesita, y lo devolverá pronto”. Es claro que también pudo emplear ese poder cinco días después, pero entonces, ¿cómo iba a cumplir su misión?.
Si nosotros queremos confesar que Jesús es el Mesías prometido no es posible mirarle con los ojos de la carne, sino con los del espíritu. Y verle que se acerca manso y humilde, para que no le temamos por su poder, sino que le devolvamos amor por amor.
La realeza de Jesús ha renunciado a todo poder, pues su “reino no es de este mundo”. Su fuerza es el amor. No trae bienes mundanos de poder, violencia, lujo, sensualidad, control de los medios o planes de desarrollo; pero ofrece construir un Templo nuevo en tres días, alimentar con el pan de los ángeles, dar agua de vida eterna y enviar al Consolador.
Acepta la proclama real de los humildes, pero lo hace entronizado en un burro.
Quiere terminar con la muerte, pero acepta morir sin abrir la boca.
6.-Oración
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos ni jura con engaño.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, héroe valeroso, el Señor valeroso en la batalla.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternales:
va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios del universo, él es el Rey de la gloria. (Sal 24)
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Jesús y la mujer adúltera
1. Introducción
Estamos ante una historia que se narra en el Evangelio de Juan, y cuya autenticidad está fuertemente controvertida. Se considera actualmente que la perícopa es un añadido posterior al escrito del apóstol.
Está colocada en el cap. 8, en medio de un ambiente social de controversia entre Jesús y las autoridades religiosas judías, derivado de las consecuencias que el modo y el contenido de las palabras de Jesús están teniendo en el pueblo.
Las discusiones de Jesús, que enseña a las gentes con autoridad propia de un rabí o un profeta, con los letrados judíos han sido públicas y en el Templo, y todos han visto que no sólo no condena a los pecadores públicos, sino que come con ellos y les perdona sus pecados. Y, simultáneamente, sostiene tanto el valor de la Ley de Moisés y su acatamiento personal (Mt 5, 17), como que Él es más que un profeta (Mateo 12:41 ).
Las propuestas cada vez más audaces de Jesús sobre su persona y su misión son absolutamente intolerables para el establisment religioso y está dando lugar a una creciente hostilidad, hasta tal punto que “después de estas cosas, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo” (7,1).
En esta tesitura, los escribas y fariseos deciden ponerle una trampa, obligarle a decir públicamente una palabra que ponga en evidencia la contradicción personal de quien sostiene postulados antitéticos simultáneamente: Si se pronuncia a favor de la ley de Moisés, se acabó su personaje bondadoso y de perdón; si, por el contrario, perdona los pecados se declarará infractor público de la ley mosaica. En cualquier caso, un impostor, ya sea para unos, ya sea para otros.
2. La historia
Se cuenta en los primeros 11 versículos del 8º capítulo del Evangelio de Juan, con un desarrollo propio de una función dramática –principio, nudo y desenlace- que se presta a un fácil análisis. Tres son los protagonistas --los escribas, la mujer pecadora y Jesús- y cuatro las partes bien diferenciadas en estos 11 versículos.
Antecedentes
La historia se desarrolla durante la vida pública de Jesús. El evangelista lo indica con pocas palabras:
Principio
(Jn 1, 3b-6a).
No hay dudas del planteamiento y de la interpelación directa a Jesús: ¿Tú qué dices de esto?.
Él había dicho:
Todo ello con afirmaciones sobre su persona de difícil digestión para los letrados
Y, también,
Los fariseos razonan consecuentes con las enseñanzas de la sinagoga judía sobre el valor de la Torá, y pretenden demostrar que ella –que castigaba el pecado de adulterio con la lapidación- es incompatible con la enseñanza de Jesús sobre el amor misericordioso de Dios.
Si Jesús absuelve a la mujer sorprendida en flagrante adulterio, se dirá que no respeta los preceptos de Moisés; y si Él la condena, se dirá que es inconsistente con su mensaje de misericordia hacia los pecadores.
Nudo:
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».”(6b-8a).
Jesús responde de modo paradójico, parece abstraerse de la situación real con esa actitud de mirar al suelo e inscribir con el dedo en la arena, lejos de atender directamente a la cuestión planteada por los escribas y fariseos. No parece tener prisa en responder, sino que se toma un tiempo para hacerlo.
Con esta actitud, el protagonismo y el dominio de la escena han cambiado de manos. Es Jesús quien impone su tiempo al desarrollo escénico, lejos de la presión inicial de los acusadores judíos. No sólo impone su ritmo, también deja claramente establecido que no tiene nada que temer.
Finalmente, la insistencia de los acusadores le obliga a contestar, y lo hace con una sentencia cuya ejecución está condicionada. La sentencia de Jesús impone una condición a la aplicación de la ley mosaica:
sin, por ello, absolver a la mujer.
Desenlace
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».(8b- 11)
El movimiento de los judíos acusadores es la afirmación de que las palabras de Jesús son incontestables: es el acusado quien se queda en el campo, mientras los acusadores desaparecen.
Jesús, que actuaba presionado por los escribas, toma la iniciativa dirigiéndose a la mujer, hasta ahora tratada como un objeto. No hay pronunciamiento sobre ella, sino que la saca del papel de acusada para decirla, con ese “Ve y no peques más” que Dios no quiere que el pecador muera, sino que se arrepienta del mal y viva.
3. El icono
Pocas palabras hacen falta para explicar los símbolos de este fresco de Rávena: la mujer, en el suelo, con vestiduras de color marrón, color del “humus”, de la tierra, signo de humildad, mira hacia Jesús de quien únicamente puede llegar misericordia.
Jesús muestra su vestimenta canónica, un manto azul con una faja vertical de oro, propia de la clase alta romana. Dotado de su nimbo cruciforme dirige su mano hacia la mujer, como queriendo levantarla del suelo.
Detrás de Jesús, el fariseo acusador señala a la mujer. Enfrente, un grupo de espectadores asiste a la escena.
Tanto en el mosaico mostrado en el inicio del artículo, como en el presente, ambos del artista P. Marko I. Rupnik, se recoge el diálogo entre Jesús y la mujer samaritana. Los dos se miran a la cara, y Cristo la ve como como no se ha mirado a la mujer desde hace mucho tiempo.
Ésta viste el manto marrón que indica su humilde condición, mostrando sus manos, unidas delante de ella y dirigidas a Jesús en un gesto universal de acogida.
Jesús, aún con un dedo en el suelo, la mira y se lleva su otra mano al corazón, indicando que ha llegado el momento de dejar hablar a su corazón misericordioso.
4. Reflexión teológica
La reflexión oportuna de esta escena puede hacerse a partir del comportamiento de la mujer y de Jesús en esta última escena en la que se quedan solos, frente a frente.
La mujer:
Recibe la noticia de su no condena sin decir: «¡Ha sido una falsa acusación! ¡Yo no he cometido adulterio!» u otra excusa al uso. Su silencio es un reconocimiento de su culpa.
Es llamada a la conversión con una apelación distinta al legalismo o al miedo al castigo (la mujer pecó conociendo la Ley y la condena de las adúlteras). Es un encuentro personal y una experiencia de amor que le dice «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» quien la puede obligar a cambiar de conducta.
Jesús.
Queda como el único de los presentes con autoridad para condenar y, sin embargo, no lo hace, mostrando que no vino al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
No ignora el pecado, ni el castigo que éste merece, pero su misericordia cubre la suerte del pecador esperando que acoja su gracia y se convierta.
El perdón y la salvación que Jesús ofrece a la mujer no vienen de la ley o de la moral, sino del encuentro con su misericordia divina; el encuentro personal con Él salva a la mujer, como salvó a la samaritana o a Mateo.
Su conducta muestra cuál debe ser el comportamiento cristiano ante el pecado y el pecador, comportamiento que puede expresarse con el célebre dicho “«Odia el delito y compadece al delincuente».
5.-Oración
"Yo prometo al alma que venere esta Imagen de La Misericordia que no perecerá. Yo le prometo ya aquí, en la tierra, la victoria sobre sus enemigos, especialmente en la hora de la muerte. Yo, el Señor, la protegeré como a Mi propia Gloria... Yo doy a la Humanidad un vaso, con el cual deben venir a la Fuente de Mi Misericordia a buscar gracias... Ese vaso es este cuadro, con la inscripción ¡Jesús, yo confío en Ti!. Yo deseo que el primer domingo después de Pascua Florida se celebre la fiesta de la Misericordia. Cualquiera que se acerque en este día a la fuente de la vida obtendrá remisión completa de culpa y pena. La Humanidad no obtendrá la Paz hasta que venga con confianza a Mi Misericordia"
"Di a la Humanidad sufriente que venga a Mi Misericordioso Corazón, y le daré la Paz. Vengo ahora como Rey de la misericordia, antes de venir como Justo Juez, para que no haya ninguno que pueda excusarse en el día del juicio, que poco a poco se va acercando".
"A la almas que propaguen Mi Misericordia, Yo las protegeré por toda su vida como una madre a su hijo, y en la hora de la muerte, para ellos no seré Juez, sino Redentor. En esta última hora, el alma no tiene otra protección que Mi Misericordia. ¡Feliz aquella alma que durante su vida estuvo hundida en Mi Misericordia, pues la justicia no le alcanzará".
"Yo preservaré a las ciudades y casas en las cuales se encontrase esta Imagen". (Nota: Las importantes poblaciones de Cracovia y Vilna, donde estaba establecida esta devoción, fueron preservadas de la destrucción casi total de Polonia en la Segunda guerra mundial.)
"Yo también protegerá a aquellas personas que veneren esta Imagen y tuvieran confianza en Mi Misericordia”.
(El origen de esta devoción es muy reciente y se debe a Sor María Faustina Kowalska. Elena Kowalska, nació en Glogowice en 1905, cerca de Cracovia, en Polonia. Unas pocas semanas antes de su vigésimo cumpleaños, entro a la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Misericordia con el nombre María Faustina. A partir de 1931 y hasta 1938, año de su muerte, sor Faustina, tuvo una serie de revelaciones de Jesús la cuales dejó por escrito en un diario compuesto por más de 600 páginas. Fue beatificada el 18 de abril de 1993 por S. S. Juan Pablo II y proclamada santa el 30 de abril de 2000. La fiesta de la misericordia se celebra el domingo siguiente al de Pascua de Resurrección.
La encíclica sobre la misericordia divina ("Dives in misericorida", 30 de septiembre de 1980) subraya como función principal de la Iglesia proclamarla, practicarla y pedirla.)