51    LA VIRGEN ABRAZANDO A CRISTO MUERTO (PIEDAD)

Gerard David
Óleo sobre madera, de 11.4 x 16.2 cm.
Compuesto a inicios siglo XVI (1500 a 1510)
Gótico tardío flamenco (neerlandés).
En The Hermitage, St. Petersburgo
____________________________________________________ Encarnación PUERTAS FERNÁNDEZ

 
Stabat Mater dolorosa.     G. B. Pergolesi

Aproximación a la obra

Gerard David es considerado el último gran maestro de la Escuela de Brujas, ciudad a la que llegó tras su formación en Haarlem. Aunque en la etapa inicial ya había evidenciado su poder superior como colorista, en Brujas estudió y copió obras maestras de los hermanos Van Eyck, Rogier van der Weyden, y Hugo van der Goes. Entró directamente bajo la influencia de Memling, el maestro a quien siguió más de cerca; y fue de éste de quien adquirió una solemnidad de tratamiento, mayor realismo en la representación de la forma humana y un arreglo ordenado de las figuras.

Las obras religiosas de David se caracterizan por una grave solemnidad a la vez que por la suavidad y el recogimiento. Se inicia en la pintura con iluminaciones claras, tonos cálidos y figuras poco monumentales, evoluciona posteriormente hacia la representación de personajes bien integrados en su marco espacial, con coloridos fríos pero muy ricos en matices.

En sus últimas obras se nota un aire más humanizado e intimista en el tratamiento de los temas religiosos.

La obra que nos ocupa –Virgen abrazando a Cristo muerto- pertenece a esa última etapa. Parece como si hubiera sido seccionada del cuadro Descendimiento de la Cruz en el que se vería claramente cómo la Virgen María sostiene a Cristo entre sus brazos dentro de la gran escena del descendimiento.

El motivo (clásico en la iconografía cristiana desde el gótico al barroco) adquiere aquí un extraordinario calor y viveza por la fuerte policromía dorada, por la amabilidad de los dos rostros y por el gesto de la Virgen que no sólo abraza sino besa también, convirtiendo la pintura en una de las Piedades más cercanas e íntimas.

Comprensión de la obra

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La tabla a la que nos hemos acercado -Virgen abrazando a Cristo muerto- es el resultado de la creación artística y creyente que surge en el autor al intentar éste plasmar la gran estampa de amor que se transmite como colofón a un Descendimiento de la cruz, del mismo David. En esta composición marco Jesús está siendo lavado, ungido y envuelto en el sudario antes de ser llevado a la tumba. Y la Madre lo retiene suavemente, sabiendo que no puede hacer otra sino seguir pronunciando su palabra de la primera hora: “¡hágase! –fiat mihi secumdum verbum tuum-“.

Estructura del cuadro.

a. El conjunto

El cuadro muestra, quizás, uno de los máximos y más dolorosos momentos de amor que experimenta en la vida una persona: cuando una madre tiene físicamente entre los brazos al ser que más puede querer, a su hijo, en los últimos instantes de la presencia tangible de éste en la tierra. Y ello, además, después del gran sufrimiento que han vivido hijo y madre durante los momentos de pasión y crucifixión.

Se desprende del rostro y del gesto suave –del abrazo- un amor incondicional e inmenso, pero, a la vez, por parte de la Virgen, una admirable conformidad con el destino del Hijo y el suyo, una comprensión absoluta de lo que ha sucedido y va a suceder en torno a aquella entrega total.

¿D 
ónde mejor que en los brazos de la madre puede descansar el Misterio del Hijo muerto?

El hábil tratamiento de la luz, típico de los primitivos flamencos, embellece aún más la tabla. La necesaria tenebrosidad del fondo queda así soslayada, sobreseída por la esperanza.

b. Las dos figuras

Sobre el fondo oscuro, se realza la luminosidad del cuerpo de Jesús (quedando en penumbra la cara) y del rostro de la Virgen. Ambos están rodeados en la parte superior de sus cabezas por una pequeña aureola que les da brillo especial.

Si nos fijamos en Jesús, su rostro nos transmite el dolor, el sufrimiento, el padecimiento del calvario que ha vivido en los últimos instantes de su presencia física en la tierra, ¡pero que en su cuerpo físico ya han finalizado! En realidad el Señor parece sumido en un tranquilo sueño. Las manchas de sangre que llenan su frente nos recuerdan las espinas que llevó clavadas, dándoles un sentido y una misión: quitar las que cada uno de nosotros teníamos.

No representa un cuerpo excesivamente escultural, pero tampoco es delgado; su cuello demuestra la corpulencia física que posee y que guarda.

La cabeza desprende unos destellos que simulan la transformación de la corona de espinas en una corona de gloria. Su perfil joven tiene extraordinaria belleza e infinita serenidad, como si aguardara el inmediato resurgir de la vida.

La luminosidad del cuerpo nos guía en un recorrido por su brazo que alcanza su momento fundamental en el orificio bañado en sangre de su mano. El derramamiento de esa sangre que mana habla del amor tan grande de Dios por el hombre: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito” (Jn. 3, 16).

En la Virgen sí está el dolor en su estado más puro. Podemos ver la absoluta naturalidad materna del trance que vive, toda la pureza de su persona simbolizada en el color blanco del velo que entorna la sencillez y hermosura de su cara doliente, radiante de luminosidad; una luz reflejada en su tez por la energía que brota del cuerpo de Jesús. Sus ojos, casi cerrados expresan a la vez el dolor y la conformidad. La lágrima que brota del ojo izquierdo de su cara parece nos hace recordar las palabras que le dirigiera el anciano Simeón: “Una espada atravesará tu corazón” (Lc.2,35). Hasta tal punto llegaba la entrega de María al Padre que sacrificó la posesión de su Hijo –entendiéndola como el derecho sobre él por ser su madre- a cambio de la entrega de éste a favor de la humanidad.


us manos sencillas, delgadas, con unos dedos muy finos, sostienen y retienen la cabeza y el brazo de Jesús que tiende a caérsele.


l color oscuro de su vestimenta en señal de luto por el momento que está viviendo aún.

Contemplación de la obra. Oración.

¡Cuánta expresión de amor en ese abrazo tan íntimo de la Madre al Hijo!. La contemplación de la tabla nos lleva, sin duda, al misterio del amor en su grado más alto. A veces nuestros amores (el amor materno, en particular) son tremendamente egoístas, posesivos… Esta imagen de María nos introduce en el amor desprendido, que pasa por la aceptación de la libertad del otro, y por el sufrimiento de la inevitable separación liberadora. ¡Cuánto nos falta aprender en este asunto del amor! ¡Y qué escuela tan magnífica para esta enseñanza es la de la Virgen Dolorosa! … Nos quedamos mirándola mucho tiempo, sin prisa; agradeciendo el acierto del autor que, sin duda, entendió mucho de esa actitud de la Madre.

Sin embargo, todo el cuadro respira una atmósfera de espera, de serena y segura esperanza. Sólo ésta puede paliar el dolor, y lo hace aunque no lo quite. No es que lo disminuya sino que lo abre a un despertar futuro próximo… Cabría suponer que domina la angustia de la Virgen (como en otras Piedades que se definen como La quinta angustia, o en el Descendimiento de Van der Weyden, por ejemplo), pero aquí Gerard David nos ha querido introducir más bien en el preludio de la resurrección: Jesús duerme un instante, y María vela su sueño hasta el nuevo amanecer.

Así nuestra fe, sin duda. Luchando contra nuestro propio sufrimiento hasta que se alumbre en él la luz de una firma esperanza que brota del cuerpo del Señor.

Y ya tu alma descansa en el regazo
que te brindó el Madero.
¡Oh fiebre iluminada a fijo plazo!
¡Oh silencio severo!

¿Te acuerdas? Eras joven. La campiña
en gala de primores
te daba lirios, y dulzor la piña.
Después, los ruiseñores,

en nupcias de frescor con el estío,
piaron tu diadema.
Ahora, ya ves: se ha puesto luto el río
y en el agua se quema.

El sol, con esta Muerte que albergaba,
es igual que la luna.
¿Pues cómo ha de ser el sol, si se alumbraba
con la luz de tu cuna?

Todo es noche en tus miembros ateridos.
Relámpagos que oprimen.
En tus cabellos, cielos florecidos
evidencian el crimen.

Mi eternidad concreta
es sólo este manojo de claveles,
esta luz violeta…

Pietá
(Manuel Díez Crespo)

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