26    JESÚS EN EL LAGO

Rembrandt
Lienzo, 160 X 127 cm. Compuesto en 1633
Barroco holandés.
Propiedad de Isabella Stewart. Gardner Museum en Bostgon, pero robado en 1990
__________________________________________________Mari Carmen MARTÍN TEJEDOR

 
Miserere Mei Deus,  por el King's College Choir, Cambridge Allegri

Aproximación a la obra

La vida de Rembrant fue una contínua tempestad que amainó al conocer a Saskia (con la que se casa en 1633). Con toda probabilidad esta etapa de bonanza el autor la atribuyó a la fe y al estado de ánimo espiritual que, de momento, renacía, aunque fuera por un tiempo. La imagen de Jesús calmando la tempestad significaba, probablemente para él una referencia clara respecto a su vida. Una imagen plástica con la cual podía identificarse y esperanzarse.

Rembrandt, en sus primeras obras, evitaba dibujar paisajes. Hasta 1630 aproximadamente no redujo el tamaño de las figuras y les dio un entorno identificable. Pero cuando dio este paso lo hizo con determinación. El aguafuerte El Angel apareciéndose a los pastores y dos metamorfosis mitológicas, contienen un verdadero compendio de elementos paisajísticos, teniendo lugar en riberas con espesos bosques. Los tres cuadros son escenas de la intervención divina en la tierra. Casualmente, entre la realización de las dos mitologías, Rembrandt pintó este Cristo en el mar de Galilea. Con él realizó la que sería su única marina. Fue el mismo año en que se prometió con su primera esposa y madre de su hijo Titus.

La escena representa un mar extraordinariamente embravecido: sobre el lago Tiberiades rodeado de montañas descargaban frecuentemente vientos que levantaban esas olas y amenazaban con hundir cualquier pequeña nave.

Comprensión y conocimiento de la obra

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Las referencias bíblicas a que alude la pintura Cristo en la Tormenta sobre el mar de Galilea son prácticamente similares en los evangelios sinópticos. Tanto Marcos, como Mateo y Lucas (Mc 4,35; Mt 8, 23; Lc 8,22) hacen un relato parecido de la Tormenta. Estando Jesús en la barca con sus discípulos, se levantó una gran tormenta en la mar, con olas que cubrían la embarcación. Los discípulos asustados increpan a Jesús que se había adormecido, pidiéndole que les salve, porque piensan que van a perecer. Jesús les dice que por qué tienen miedo, y les enfrenta a su falta de fe. A continuación increpa a los vientos y al mar, y sobreviene la calma. Los discípulos quedan sorprendidos de que los elementos naturales le obedezcan. En el evangelio de Juan (Jn 6,16) la relación de los hechos sufre un cambio sustancial: Cristo, al comenzar la tormenta, no está con ellos; cuando están intentando escapar de la tormenta, se acerca caminando sobre las aguas y los discípulos tienen miedo. Jesús les calma y la barca toca tierra inmediatamente.

En el cuadro que nos ocupa, parece que Rembrandt recoge la visión de los evangelios sinópticos. La pintura representa el momento álgido de la tormenta, cuando todavía Jesús está adormilado en la parte inferior de la barca. El pequeño velero está totalmente desarbolado. Junto a Jesús se encuentran algunos de los discípulos rogándole (no sin cierta molestia) que haga algo, porque saben que ellos no pueden hacer nada más ya para salvarse de perecer en las aguas. La simbología representa la indefensión del hombre. Una indefensión que al creyente le hace recurrir a Jesucristo.

Es interesante señalar que Rembrandt casi nunca dibujó nubes. Apenas salen en sus muy numerosos aguafuertes de paisajes (sólo en tres de los veinticuatro). En sus pinturas, por el contrario, las nubes comienzan a desempeñar un importante papel. Y esto es lo que ocurre en la pintura que nos ocupa. Rembrandt fue un pintor del buen tiempo. En la mayoría de sus dibujos y aguafuertes luce un sol de verano. Por eso hace un efecto aún más dramático su presencia en este cuadro. El característico claroscurismo de Rembrandt, basado en contornos en los que se diluye la luz dando lugar a sutilísimos destellos, otorga a esta creación una gran fuerza expresiva.

Lo que más llama la atención al contemplar la pintura sobre la que queremos meditar es esta fuerza que cautiva. Rembrandt, como buen representante del barroco, no escatima ningún detalle que pueda considerar importante para la consecución de su arte.

En la barca se desarrolla una gran actividad. Casi frenética en las figuras más alejadas de Cristo, mientras que la cercanía de Jesús parece tranquilizar a los que están a su lado. Entre estos dos extremos, están los que le gritan a Jesús para que les salve.

Es impresionante el efecto de la gran ola alzando la popa y el escoramiento del poderoso mástil. Y llama la atención el gesto de abatimiento y de derrota del timonel, detrás de Jesús, que parece renunciar al intento de gobernar el navío.

La versión de Rembrandt entra en el realismo, y es totalmente distinta de la que, tiempo atrás, pintó también Juan de Flandes pero evitando la tremenda agitación de la tormenta.

Contemplación y oración sobre la obra

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Si contemplamos el cuadro en su conjunto nos da una sensación de angustia, por la situación que representa. Sin embargo, al acercarnos a las figuras, tanto metafórica como literalmente, descubrimos nuevas sensaciones.

Con alguna frecuencia en nuestra vida tenemos la impresión de perder pie, de que el suelo sobre el que navegamos se hunde, se resquebraja o se hace terriblemente inseguro. Aparecen circunstancias dolorosas que escapan a nuestras capacidades de dominio. Nada obedece a nuestras órdenes desesperadas. ¿ Qué hacer entonces? Recurrir a quien parece que tiene la paz y puede controlar los elementos.

Para un creyente siempre existe la posibilidad real de acercarse al Señor : “ Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados“ y “ Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

Quién no ha experimentado en su vida la situación de no encontrar medios humanos para sobrevivir a una situación difícil tiene que experimentar todavía mucho. Y, si es cristiano, tiene también que experimentar la gracia de encontrarse con la intervención poderosa de Jesús que ha increpado a la tormenta y nos ha devuelto la calma, la aceptación serena de la situación e incluso la alegría. Cristo aprovecha cualquier oportunidad o circunstancia para invitarnos a confiar en él, a confiar en su amor y en su fuerza de lo alto. De la misma manera que a los discípulos, nos invita a todos los que nos acercamos a él confiados, y a no tener miedo alguno: “Confiad, yo he vencido al mundo”.

La vela en el horizonte ¿a dónde la barca irá?
-¿No temes salir del puerto?
-Nada puedo temer ya.

Me lleva un aire celeste
y conmigo el Patrón va
a la línea donde, amantes,
se confunden cielo y mar.

Pasaré del uno al otro…
¡Casi estoy pasando ya!

(Julia Estevan Echevarría)

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