Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).
 

El Concilio II de Nicea

Concilio II de Nicea

5.-El Concilio II de Nicea: el debate teológico.

5.1.-Razones en contra del culto a las imágenes
 
5.2.-Razones a favor del culto a las imágenes

 

 

Las consideraciones sobre el movimiento iconoclasta hacen ver que los problemas a los que  Nicea II hacía frente no eran marginales, sino que afectaban al núcleo mismo de la doctrina cristológica. En la práctica, la iconomaquia negaba las definiciones de Calcedonia sobre la encarnación del Hijo en una única hipóstasis, con dos naturalezas, y sus consecuencias para la doctrina sobre las imágenes sagradas, no permitiendo que la Palabra encarnada sea representada y reciba culto a través de ellas.

 
5.1.-Razones en contra del culto a las imágenes
 
5.1.1.-Desde la Ley de Moisés

Los iconoclastas argumentaban desde la Escritura la prohibición de crear imágenes.

“No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra”.(Ex 20, 4)

“No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso” (Dt 5, 8s).

Son instrucciones determinantes de Yavhé, contenidas en la Torá de Moisés, que no admiten muchas interpretaciones y permiten comprender el sólido punto de apoyo en la Escritura del pensamiento iconoclasta.

Más aún, para el judío la perversión del ídolo es clara y su abominación no deja lugar a dudas. La historia del Éxodo cuenta que, mientras Moisés estaba en la montaña,

“Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se reunió en torno a Aarón y le dijo: «Anda, haznos un dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado». Aarón les contestó: «Quitadles los pendientes de oro a vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos». Todo el pueblo se quitó los pendientes de oro y se los trajeron a Aarón. Él los recibió, trabajó el oro a cincel y fabricó un becerro de fundición. Entonces ellos exclamaron: «Este es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto». Cuando Aarón lo vio, edificó un altar en su presencia y proclamó: «Mañana es fiesta del Señor». Al día siguiente se levantaron, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. El pueblo se sentó a comer y beber, y después se levantaron a danzar”. (Ex 32, 1-6).

 

5.1.2.-Desde la moral

La idolatría es seguida de desvíos y excesos que apenas se velan en la descripción bíblica. El ídolo, una vez fabricado, exige por la propia lógica de su existencia la adoración. La reacción de Moisés es invocada por los iconoclastas como la norma a seguir ante las imágenes:

“Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, encendido en ira, tiró las tablas y las rompió al pie de la montaña.  Después agarró el becerro que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó en agua y se lo hizo beber a los hijos de Israel”. (Ex 32, 19ss)

De la idolatría se sigue el pecado más grave y el desorden personal y social, como se explica:

Moisés vio que el pueblo estaba desenfrenado” (32, 25)

“Al día siguiente Moisés dijo al pueblo: «Habéis cometido un pecado gravísimo; pero ahora subiré al Señor a expiar vuestro pecado» 32,30)

 

5.1.3.-Desde la cristología

El movimiento iconoclasta no sólo consideraba que la veneración de las imágenes era una vuelta  a la idolatría del Sinaí, sino que la cuestionaba desde un punto de vista cristológico: ¿Cómo representar la persona de Cristo, que une en su hipóstasis tanto la naturaleza humana como la divina? No siendo posible la representación de su divinidad, su imagen sería solamente imagen de la naturaleza humana, sería el icono de una personalidad dividida, separada la naturaleza humana de la divina.

 

5.1.4.-Desde la ontología

La argumentación iconoclasta continuaba: Querer representar a Cristo es una pretensión imposible, pues si se representa su divinidad, se oculta su humanidad, dando lugar a una catequesis monofisista; si, por el contrario, se representa al hombre, se oculta su divinidad y el mensaje del icono será nestorianista.

Otras afirmaciones de tipo más o menos filosófico o religioso ayudaban a reforzar  la postura intransigente. Por un lado se argüía la imposibilidad de representar lo inefable o de querer constreñir la infinitud divina en una obra humana, sea pintura, escultura o mosaico. Por otro, se denunciaba como idolatría el culto otorgado a las imágenes que ya se habían multiplicado en los templos católicos. 

Icono del Triunfo de la Ortodoxia5.2.-Razones a favor del culto a las imágenes

 

5.2.1-Fundamentos cristológicos

 

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5.2.1.1.-La Encarnación del Hijo de Dios es la piedra sobre la que se desarrollará la argumentación cristológica a favor de las imágenes. Por la encarnación la persona eterna del Verbo se hace visible –se hizo carne- y, con ello, representable en imágenes. El mismo Cristo zanjará expresamente el problema cuando dice a Felipe

Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? (Jn 14, 9)

El Concilio Nicea II asumió las razones que algunos Padres daban en defensa del culto a las imágenes. Fueron Teodoro Estudita (+826) y Juan Damasceno (675-749) quienes se distinguieron en la defensa de la postura católica desde las siguientes reflexiones:

.-negar la posibilidad de representar a Cristo es negar la Encarnación

.-tachar de ídolos a las imágenes de Cristo, la Virgen o los santos es confundir, no distinguir, lo sagrado de lo profano.

.-sólo a Dios se la da culto de adoración (latría); a las imágenes se les da culto de veneración (dulía)

.-la honra que se da a la imagen, es honra que se da al representado.

.-la asistencia de Cristo a su Iglesia, reunida en Concilio, es garantía de inerrancia.

.-el sínodo, en sus trabajos y declaraciones, expresa su unión profunda con la tradición de los seis concilios ecuménicos anteriores.

En su defensa, San Juan Damasceno dice:

"En la antigüedad Dios el incorpóreo y no circunscrito no fue representado en imágenes. Mas ahora que Dios ha aparecido en la carne y ha vivido entre los seres humanos, hago una imagen del Dios que puede ser visto"  (SAN JUAN DAMASCENO,Tratado sobre los iconos, 16.

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 5.2.1.2.- la Transfiguración en el Tabor

es el segundo argumento cristológico en favor de las imágenes. La Iglesia Ortodoxa canta en la fiesta de la Transfiguración:

“Te transfiguraste en el Monte, oh Cristo Dios, revelando a los discípulos tu Gloria según pudieran soportarla. ¡Que tu eterna luz resplandezca sobre nosotros, pecadores! Por la intercesión de la Madre de Dios, oh Dador de Luz, ¡gloria a Ti” (Condakio de la Transfiguración).

Los Evangelios nos relatan el suceso ocurrido en el Tabor cuando, en vísperas de su pasión, Jesús se retira al monte con sus tres discípulos predilectos. En un hecho sin precedentes, Jesús deja por un momento su kenosis y se deja ver con la gloria propia del Verbo divino. Mateo nos dice que”

“su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”.(Mt 17,1-3 ;cfr. Lc 9, 28).

Este concepto de lo transfigurado está hermosamente expresado por un teólogo ruso del siglo XX:

"Los íconos no son simplemente pinturas. Son manifestaciones dinámicas de la capacidad espiritual del ser humano de redimir la creación mediante la belleza y el arte... son promesas de la victoria que ha de venir de una creación redimida sobre la caída... la perfección artística del ícono no es simplemente un reflejo de la gloria celestial es un ejemplo concreto de materia restaurada a su armonía y belleza originales y sirviendo como vehículo del Espíritu. Los íconos son parte del cosmos transfigurado"(citado por CRISTINE FITZURKA, El ícono en la teología oriental, nota 15., Pontificia Universidad Católica de Chile) 

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5.2.1.3.-.-La teología paulina

En la encarnación, Jesucristo no sólo es la Palabra eterna del Padre sino también la imagen visible del Dios invisible. El Hijo al hacerse carne se hizo visible, hizo a Dios visible para nosotros. Este hecho es sumamente importante para entender la persona de Jesús, pero también para entender la adoración que la Iglesia realiza en la liturgia, realidades que están indisolublemente unidas. La teología paulina lo expresa bien claro:

 “Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura (Col 1, 15).

Icono del Triunfo de la Ortodoxia

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5.2.2.-Fundamentos bíblicos

 

5.2.2.1.-Importancia del nombre

La Biblia expresa cómo Dios fue creando el universo y, finalmente, el jardín del Edén, donde coloca a Adán ante quien hace desfilar a los seres creado. La señal del señorío del hombre sobre todo ello es su facultad de asignarles el nombre:

“Entonces el Señor Dios modeló de la tierra todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo, y se los presentó a Adán, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que Adán le pusiera” (GE 2, 19

Los nombres personales están cargados de significado para el pueblo hebreo, a semejanza de lo que ocurría en la cultura de los pueblos que les rodeaban. La literalidad del nombre era signo del carácter de la persona que lo portaba; a veces indicaba su misión, como ocurría con tantos personajes conocido: Miguel (quién como Dios), Rafael (medicina de Dios) , Pedro (piedra, roca para sostener la Iglesia), etc.

En la Biblia, el nombre de una persona indica la misión que Dios le ha dado. En esas condiciones, el nombre es un verdadero icono verbal del sujeto.

Parte del canon iconográfico es figurar el nombre del representado siempre. Porque “el nombre, lejos de ser una designación convencional, expresa para los antiguos el papel de un ser en el universo. Dios da cima a la creación poniendo nombre a todas las criaturas: día, noche, cielo, tierra… (Ge 1, 3-10)” (LEON-DUFOUR, Vocabulario de teología bíblica, ver “nombre”)

En el rito de la bendición de un ícono, el hecho de nombrar el ícono es significativo. El sacerdote dice:

“Oh Señor sin principio, invisible e incomprensible, que en el pasado, en época de la Antigua Alianza, ordenaste que fuesen hechas imágenes de los Querubines en madera y oro y fuesen incrustadas en el Arca del Testimonio, en el Templo de Salomón; que aún ahora aceptas las imágenes, hechas no solo en recuerdo de tus saludables beneficios y divinas manifestaciones al género humano, para honor y gloria de Tu Santísimo Nombre, y que no desapruebas las imágenes hechas para recordar e imitar a tus Santos, que Te han agradado en esta vida. Escucha nuestra humilde oración y bendice este icono, (éstos iconos) santifícalo(s) y otórgale(s) la gracia y el poder de expulsar los demonios, de curar toda enfermedad y de ser un medio para llegar a Ti”. (Eucologio ortodoxo, rito de la bendición de un ícono).

Con la bendición y la consagración del icono, éste se convierte en símbolo que remite al representado, y le hace místicamente presente en la oración, en la liturgia e, incluso, en la proximidad doméstica del cristiano. El icono es parte importante de las jornadas significativas de las personas: recibe un icono como regalo el día de su bautismo;  y, cuando contrae matrimonio, el padre le bendice con un icono que se conservará en el nuevo domicilio.

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5.2.3.--Fundamentos de la Tradición

 

5.2.3.1.-Carácter sacramental de presencia y encuentro que caracteriza al icono en la Iglesia Ortodoxa, porque

"Lo que el Evangelio nos dice a través de la palabra, el ícono nos lo anuncia a través de los colores y nos lo hace presente" (Concilio de 860, citado por GONZALO BALDERAS, Cristianismo, sociedad y cultura, pág. 238).

"Para Oriente, el ícono es uno de los sacramentales, el de la presencia personal"(EVDOKIMOV, o.c.pág. 182).

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5.2.3.2. La unión hipostática de las dos naturalezas, la divina y la humana, en la persona de Jesucristo, afirmada por el Concilio de Calcedonia, es confirmada y, con ello, se afirma que el ícono de Cristo comparte el misterio de su humanidad y su divinidad.

"El ícono muestra la Persona del Eterno Logos encarnado, no simplemente su humanidad separada de su divinidad".

 

5.2.3.3.- La continuidad apostólica en la sagrada Tradición es afirmada con rotundidez por el Concilio:

“Siguiendo la doctrina divinamente inspirada de nuestros santos padres y la tradición de la Iglesia Católica –reconocemos de hecho, que el Espíritu Santo habita en ella– nosotros definimos con todo rigor y cuidado que, a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, del mismo modo las venerables y santas imágenes, tanto pintadas como realizadas en mosaico o en cualquier otro material apto, deben ser expuestas en las santas iglesias de Dios, sobre los vasos y vestiduras sagrados, sobre las paredes y tablas, en las casas y en los caminos; ya se trate de la imagen del Señor Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o la de la inmaculada Señora nuestra, la santa Madre de Dios, de los santos ángeles, de todos los santos y justos. De hecho, cuanto más frecuentemente son contempladas estas imágenes, tanto más son llevados aquellos que las contemplan al recuerdo y al deseo de los modelos originales y a tributarles, besándolas, respeto y veneración. No se trata, ciertamente, de una verdadera adoración [latreiva], reservada por nuestra fe solamente a la naturaleza divina, sino de un culto similar a aquel que se tributa a la imagen de la cruz preciosa y vivificante, a los santos evangelios y a los demás objetos sagrados, honrándolos con el ofrecimiento de incienso o de luces según la piadosa costumbre de los antiguos. En realidad, el honor tributado a la imagen pertenece a quien en ella está representado y quien venera a la imagen, venera la realidad de quien en ella está reproducido.” (Directorio sobre la piedad popular, 238)

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Las restantes disposiciones del Concilio se dirigen a dejar clara la continuidad de sus disposiciones con la Tradición de la Iglesia. Así, el concilio de Hieria es declarado ilegítimo y se anulan  sus conclusiones; se manifiesta una explícita voluntad de asumir las disposiciones de los concilios ecuménicos anteriores; finalmente se colocó un icono del Salvador en el puesto presidencial, como reconocimiento expresivo de la presencia de Cristo y del culto de las imágenes. 

 

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