Rezando con los iconos

"Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la palabra viva del Señor, del mismo modo el icono permite acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación" (Juan Pablo II, Duodecimum saeculum).
 

 

 

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1.-Introducción

La densidad de lo ocurrido durante la última cena, donde tuvo lugar el lavatorio de los pies de los discípulos, la traición de Judas, la institución de la Eucaristía, la revelación del sacerdocio de Cristo y, por ende, la institución del ministerio sacerdotal, más el largo testamento espiritual que se expone en Juan, a partir del cap. 13 de su evangelio, obliga a hacer un trabajo de distinción entre todos estos misterios para la mejor contemplación de los mismos.

Así, esta página quiere contemplar la fiesta de la Iglesia católica destinada a celebrar la Eucaristía. Con objeto de  proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Es una fiesta especialmente querida por el pueblo español, que declara que “hay tres jueves en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”. Se celebra 10 días después de Pentecostés, el jueves siguiente a domingo de la Santísima Trinidad, domingo siguiente a Pentecostés.

Las exigencias económicas han hecho que esta fiesta haya  sido trasladada al domingo siguiente para adaptarse al calendario laboral

 

2. La historia

La historia de esta fiesta es un bello pasaje de la historia de la Iglesia, que muestra cómo es el Espíritu Santo quien la guía a través de la acción de los hombre –en este caso, de una mujer- que se muestran dóciles a su inspiración. 

Es una fiesta cuyo nacimiento en la Iglesia está estrechamente entretejida con la peripecia personal de Santa Juliana de Lieja, también conocida como Juliana de Cornillon, nacida en 1191  en Lieja , Bélgica.

Huérfana a la edad de cinco años, quedó junto a su hermana Agnes, al amparo de las monjas agustinas en el monasterio de Monte Cornillon. Allí, al mismo tiempo que crecía y ayudaba a las monjas en los cuidados de la leprosería, desarrolló una devoción especial a Jesucristo en el misterio de la Sagrada Forma. Más tarde, hizo su profesión religiosa y llegó a ser, en 1222,  superiora de su comunidad. 

Su abadía fue el centro  de un Movimiento Eucarístico que  dio origen a varias devociones alrededor de Cristo sacramentado, como la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi, etc.

Su gran veneración al Santísimo Sacramento fue premiada, a la edad de seis años con una visión,  en la que podía ver una gran luna llena con una mancha negra que parecía dividir la imagen en dos partes, visión que no supo interpretar. Fue una visión nocturna que se mantuvo continua durante 20 años, mientras en ella iba creciendo su amor por cristo en el santísimo sacramento del altar.

Finalmente, Cristo atendió las peticiones de quien tanto le amaba y la reveló el sentido último del sueño. “Una voz celestial le manifestó que el globo de la luna era figura de la Iglesia militante y la mancha representaba la falta de una fiesta especial al Santísimo Sacramento, queriendo Dios que fuera instituida dicha fiesta, pues el Jueves Santo, que conmemoraba tal celebración, al coincidir con la Semana santa no dejaba lugar a la solemnidad requerida”  (SANCHEZ ALISEDA, en El año litúrgico, tomo II, pag. 5. BAC)

Juliana viviría su calvario particular mientras veía cómo se iban extendiendo en la Iglesia los deseos expuestos por Jesús a través de sus visiones. No faltaron las persecuciones, aún dentro de su orden, pero finalmente, en 1233, se celebra por vez primera la fiesta del Corpus Christi, en Laon.  Murió en olor de santidad el Viernes Santo de 1258, día 5 de abril, tras ser “el alma que preparó la fiesta del Corpus Christi, cuando era necesario destacar ciertos aspectos del culto eucarístico que se hallaban en la penumbra” (o.c. pág 4). 

Otro hecho providencial preparó la decisión definitiva. En 1263 se produjo el Milagro de Bolsena: durante la consagración eucarística, un sacerdote que celebraba la Misa tuvo dudas de fe sobre la eficacia real de la fórmula consacratoria. En el  momento de partir la Sagrada Hostia, vio manar de ella sangre que fue extendiéndose por los corporales. 

El Papa Urbano IV, conmovido ante el prodigio, proclama la fiesta del Corpus Christi para toda la Iglesia de rito latino por medio de la bula "Transiturus", ese mismo año, el día de la Natividad de María, el 8 septiembre, fijándola para el jueves después del domingo de la octava de Pentecostés. El oficio de ese día fue preparado personalmente por santo Tomás de Aquino.

Finalmente, el Concilio de Trento declara “que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos…. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo”. (D 878)

 

3.-Los textos

Catedral-de-Santa-Sofia_en-Kiev_sigloXI"Los tres evangelios sinópticos y san Pablo nos han transmitido el relato de la institución de la Eucaristía; por su parte, san Juan relata las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6)".(CIC, 1338)

Según los evangelios sinópticos 

Mateo:
Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. (Mt 26, 26ss)

 

Marcos:
Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos(Mc 14, 22ss).

 

Lucas:
 Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». 20 Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz (Lc  22, 19ss) 

Como es conocido, Juan no hace referencia a la institución de la Eucaristía y, en cambio, es muy explícito en la descripción del lavatorio de los pies de los apóstoles y su significado profundo. Pero su Evangelio habla repetidas veces de la necesidad de alimentarse del cuerpo de Cristo.

Juan:
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre (Jn 6: 54ss).

San Pablo, que no era apóstol en aquel momento, cuenta cómo se desarrollo este evento:

Pablo:
Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan  y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».  Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía» (1 Cor 11, 23-29).

La tradición, impulsada por la luz del espíritu Santo, ha ido penetrando en este misterio y, así, se lee en el 

Catecismo
En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de Él, hasta su retorno glorioso, lo que Él hizo la víspera de su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. (1333)
 

 

4.-La transubstanciación

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"El Concilio de Trento llama transustanciación al cambio de la sustancia del pan y del vino, respectivamente, en la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo (que se hacen de un modo presentes en la celebración eucarística) bajo la permanencia de las realidades sensibles aparentes (especies) de pan y del vino". (GIACOMO CANOBBIO, Pequeño diccionario de teología).

El término utilizado, transubstanciación, aparece  tardíamente con el desarrollo del pensamiento escolástico. Ayudó a ello el enfrentamiento dialéctico entre Berengario y Lanfranco de Pavía, que llegaría a ser arzobispo de Canterbury, sobre la realidad eucarística. La afirmación de la Iglesia era que durante la celebración de la misa el pan y el vino del celebrante se transforman realmente en el cuerpo y la sangre de Cristo; esta transformación recibe el nombre de transubstanciación

Berengario no podía aceptar que los accidentes (los signos externos de la sustancia: olor, color, sabor, etc. ) pudieran subsistir alejados de la sustancia. Era obvio, decía, que bajo las especies de pan y vino hay, realmente, pan y vino. En su apoyo, aducía algunos textos de los Padres que, expresados con los términos originales, podían apoyar su postura herética.

La discusión evidenció la insuficiencia del lenguaje teológico empleado y, consecuentemente, la necesidad de uno nuevo que fuese capaz de recoger los matices filosóficos y metafísicos que el dogma exigía. Sería el pensamiento escolástico quien aportaría los instrumentos necesarios para el desarrollo definitivo de la construcción teórica de la transubstanciación. Pero, de hecho, ya en el IV Concilio de Letrán (1215), bajo el Papa Inocencio III, nos encontramos con este término,  sancionado y reconocido por toda la Iglesia Católica Romana

En 1225, diez años después de Letrán, nacería Tomás de Aquino, que en su tercera parte de la Summa Theológica expondría la doctrina católica definitiva sobre la presencia real de Jesucristo en el pan y vino consagrados en la mesa eucarística; es decir, en la concepción teológica de la transubstanciación.

 

4.1.- En la Iglesia Católica

Explicando lo que es de fe en este tema de la presencia real de Cristo en la hostia consagrada, afirma el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC):
En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651).(CIC.1374) 

Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. CIC.1375

El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: "Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación" (DS 1642) CIC.1376.

La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cfr. Concilio de Trento: DS 1641). (CIC.1377)

Este término entró en uso en Occidente en los siglos XI y XII, se hizo canónico a partir del Concilio de Trento, y ha estado desde entonces en la base de la enseñanza teológica católica.

 

4.2.-En la Iglesia Ortodoxa griega

Comunion-de-los-apostoles_Mosaico-Santa-Sofia_Kiev_sigloXIEl término "transubstanciación" (μετουσίωσις) nunca fue utilizado por los Santos Padres en la Iglesia Ortodoxa hasta mediados del siglo XV en relación con la consagración de los Santos Dones del pan y del vino en la mesa eucarística. Se incorporarán a la literatura ortodoxa sobre la doctrina católica como sinónimo de los términos patrísticos tradicionales "addendum " (μεταβολή) e "implementación" (μεταποίημα).

Pero el término "transubstanciación" (μετουσίωσις) (desnaturalización) no tiene raíces en la teología ortodoxa, hasta  fines del siglo XVI, cuando comenzó a usarse entre clérigos griegos educados en occidente, en instituciones católicas romanas.

El lenguaje tomista fue adoptándose progresivamente en la Iglesia Griega hasta ser patrimonio común de los teólogos. En el consejo de Constantinopla, en 1691, se adoptó el término "transubstanciación" (μετουσίωσις); dentro de las definiciones dogmáticas, de manera que los que negaran el término "transubstanciación" caerían en anatema.

 

4.3.-En la Iglesia Ortodoxa rusa

Pero no fue ésta la trayectoria seguida en la Iglesia Ortodoxa Rusa, donde el término "transubstanciación" fue lisa y llanamente ignorado dentro de la discusión teológica, alegando que se trataba de una expresión nunca usada por los Padres y, por tanto, del todo ajena a la revelación de la Tradición.

No obstante, la mejor precisión del lenguaje tomista y los avances de Santo Tomás en la comprensión de los principios metafísico y filosóficos que estaban en el núcleo de los dificultades para explicar el misterio eucarístico, hicieron que este término comenzara a usarse entre los teólogos de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y a examinar más críticamente los escritos patrísticos.

Específicamente, el término "transubstanciación" no se usa en los escritos patrísticos en relación con el pan y el vino eucarísticos. Aunque los términos μετουσίωσις y μετουσιόω (transubstanciación y perpetuación) fueron utilizados por primera vez por Leonty, de Bizancio, ya en la primera mitad del siglo VI,  los teólogos y escritores de la iglesia posteriores no lo supieron . Durante las discusiones sobre las cuestión eucarísticas en el siglo XVII, no hubo referencias directas de Leonty. Sin embargo, esto no impidió que la Iglesia ortodoxa oriental adoptara y utilizara el término "transubstanciación".

Analizando la terminología eucarística utilizada por Gregorio de Nisa, cabe señalar que la palabra μεταστοιχειώσας, que el santo usa en las discusiones de la Eucaristía, aparece solo una vez. Significa el cambio real de los elementos mismos o de los elementos básicos en cualquier cuerpo, y en su significado es cercano e incluso casi idéntico a los posteriores: μετουσίωσις y transsubstantiatio. San Gregorio también se refiere al misterio eucarístico con expresiones como: μετάστασις y μετάθεσις (cambio, movimiento) y α̉λλοίωσις – (reintervención, cambio)” .

El término "transubstanciación" es una innovación en la teología ortodoxa, y los gloriosos Padres Ortodoxos Sagrados, ni colectivamente ni en sus obras, explicaron en detalle el proceso mismo de convertir los Santos Dones en el Cuerpo y la Sangre [de nuestro Señor], limitando este proceso  al concepto estricto de "Sacramento". Por esta razón, la enseñanza de Tomás de Aquino sobre la preservación de los accidentes al cambiar la naturaleza física del pan y el vino en el cuerpo humano y la sangre no es la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa, pero.

"[Posteriormente]Las circunstancias históricas llevaron a la Iglesia a introducir el término "transubstanciación" tanto en Occidente (herejía de Berengaria) como en Oriente. El Concilio Local de Constantinopla en 1691 atestiguó la fe de la Iglesia Oriental en la verdad del término "transubstanciación". Está claro que el Concilio consideró la transubstanciación no como una opinión teológica, sino como el dogma de la Iglesia y negarlo se considera una cuestión de herejes".
 (VLADIMIR JURGENSON, La historia del término "transubstanciación" en la teología ortodoxa, en https://azbyka.ru/istoriya-termina-presushhestvlenie-v-pravoslavnom-bogoslovii)

 

5. El icono

Es frecuente ver en estos iconos la imagen de Cristo duplicada, obtenida por simetría respecto a un eje vertical situado en mitad de la tablilla. A un lado, la mitad de los discípulos recibiendo el pan; al otro, la otra mitad, acercándose a recibir el cáliz con su sangre.

En el icono presente, las dos figuras están inequívocamente identificadas, tanto por el nimbo cruciforme, exclusivo de Cristo, como por la inscripción IC XC que figura al lado de la cabeza de cada una. El apóstol de la derecha se acerca con las manos cubiertas por su manto, como señal de respeto ante la santidad de Jesús.

Los vestidos de los personajes cumplen con el estándar simbólico. En Cristo, la túnica roja habla de su amor, su majestad y su divinidad; el manto azul, de su humanidad.

Domina, por su posición central y la contundencia de sus dimensiones, la mesa que ha servido para la cena eucarística, que aparece despojada de cualquier utensilio que no sea directamente el pan o el cáliz. El icono simboliza, con ello, la centralidad de la institución del sacramento eucarístico en la acción de Cristo en la última cena. Los discípulos, pintados por quien tiene ya la fe pospascual, acuden a las ofrendas del pan y del vino, convertidos en cuerpo y la sangre de Cristo, el verdadero pan del cielo.

El mantel que cubre la mesa, de un fuerte color rojo, sin más adornos que las cruces bordadas en él, simbolizan el amor que da sentido a la escena divina y sobre el que se realiza el misterio eucarístico.

Los apóstoles se presentan con mantos de colores diferentes, sobre túnicas de color azul. La diferencia indica que, aún alimentados con el mismo cuerpo y sangre de Cristo, son personas diferentes, pues la divinidad de la comida no uniformiza. El Espíritu Santo colma de bienes distintos a los cristianos sin más cosa común que el destino de sus carismas: la vida de la comunidad eclesial.

El dosel que simbólicamente cubre a las dos figuras de Jesús y el paño rojo que simula el techo de la figuración, nos indican que la escena tiene lugar en un recinto cerrado.

 

6. La fiesta

La Festividad del Corpus Christi e historia de dicha fiesta

Hemos visto en el punto 2.-La historia, cómo fue una religiosa, Juliana de Cornillon,  la que animó, por petición expresa de Jesús resucitado, a celebrar esta fiesta en honor del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, el año 1208. 

Su implantación y desarrollo fue gradual, tanto en la liturgia de la fiesta como en el florecimiento de su celebración en toda la Iglesia latina. El auge de la devoción eucarística en el pueblo cristiano que tuvo lugar a partir del siglo XII conllevó también un auge de las expresiones y ceremonias alrededor del Santísimo. Se comenzó con la elevación de la Hostia y el Cáliz tras la consagración, con el toque de las campanillas, con exposiciones de adoración, etc. 

Ya en 1246 la diócesis de Lieja (Bélgica) reservó una fecha para la celebración local de una fiesta en honor del Cuerpo de Cristo. Pero fue el ya comentado milagro de Bolsano lo que precipitó la decisión del pontífice Urbano IV de instituir la festividad del Corpus Christi en 1264.  En efecto, de forma pública y notoria la Hostia recién consagrada comenzó a sangrar en el altar como consecuencia de las dudas de fe en el sacerdote celebrante de la Eucaristía. 

Fue el mismo Santo Tomás de Aquino quien recibió el encargo de preparar los textos litúrgicos de dicha fiesta. Gracias a ello la liturgia del Corpus aúna la ciencia del primer teólogo católico con su amor por el santísimo sacramento, en himnos de la calidad del Pange lingua, Lauda Sion, Panis angelicus o Adoro te devote.

Más tarde, en el siglo XIV se reforzará la celebración de la nueva solemnidad con dos actos fundamentales: la Eucaristía y la Procesión. En el concilio de Vienne, 1311, el Papa, que a la sazón tenía la sede en Avignon, publicó las normas para  el cortejo que  acompañaría al Señor en la procesión dentro de los templos. Siglo y medio después, en 1447, Nicolás V saldría en procesión por las calles de Roma portando la custodia con el Santísimo, indicando hasta los detalles de dónde irían las autoridades que quisieran asistir al desfile. Años más tarde, Juan XXII introdujo la Octava del Corpus, con Exposición del Santísimo Sacramento incluida. Y será el primero de los Papas renacentistas,  Nicolás V, el primero en establecer que la Hostia Santa saliera en procesión por las calles de Roma en la fiesta del Corpus del año 1447.

En España es famosa la custodia de la catedral de Toledo, realizada entre los años 1517 y 1524 por al orfebre Enrique de Arfe, por encargo del cardenal Cisneros, y que alberga la Hostia que procesiona en la fiesta del Corpus desde el año 1595.

 

7. Reflexión teológica

Elevacion-de-la-Hostia_de-un-libro-de-oraciones_alrededor-de-1320El momento de reflexión exige una actitud de meditación, de recogimiento interno que permita una “composición de lugar”, como recomienda san Ignacio a sus ejercitantes. Composición de lugar que no puede ser otra que la de situarnos en el cenáculo contemplando a Jesús mientras parte el pan y lo reparte; mientras bendice la cuarta copa y da de beber a sus discípulos.

Sin permitir que nada nos distraiga vayamos leyendo lo que “hemos recibido”, lo que declaramos creer cuando oramos en la Eucaristía, tal como nos lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica:

VII. La Eucaristía, "Pignus futurae gloriae"

En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía: O sacrum convivium in quo Christus sumitur . Recolitur memoria passionis Eius; mens impletur gratia et futurae gloriae nobis pignus datur ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!") /(Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Antífona del «Magnificat» para las II Vísperas: Liturgia de las Horas). Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de gracia y bendición" (Plegaria Eucarística I o Canon Romano 96: Misal Romano), la Eucaristía es también la anticipación de la gloria celestial. (CIC 1402)

En la última Cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el cumplimiento de la Pascua en el Reino de Dios: "Y os digo que desde ahora no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de mi Padre" (Mt 26,29; cf. Lc 22,18; Mc 14,25). Cada vez que la Iglesia celebra la Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1,4). En su oración, implora su venida: Marana tha (1 Co 16,22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,20), "que tu gracia venga y que este mundo pase" (Didaché 10,6). (CIC 1403)

La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la Eucaristía expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi ("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo") (Ritual de la Comunión, 126 [Embolismo después del «Padrenuestro»]: Misal Romano; cf Tit 2,13), pidiendo entrar "[en tu Reino], donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor Nuestro" (Plegaria Eucarística III, 116: Misal Romano). (CIC 1404)

De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que habitará la justicia (cf 2 P 3,13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de nuestra redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan [...] que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, 20, 2). (CIC 1405)

8. Oración

 

Guían nuestra oración dos himnos creados por Santo Tomás de Aquino para la fiesta del Corpus:

Pange, lingua, gloriosi

Córporis mystérium

Sanguinísque pretiósi,

Quem in mundi prétium

Fructus ventris generósi

Rex effúdit géntium.

 

Nobis datus, nobis natus

Ex intácta Vírgine,

Et in mundo conversátus,

Sparso verbi sémine,

Sui moras incolátus

Miro clausit órdine.

 

In supremæ nocte coenæ

Recumbens cum frátribus,

Observata lege plene

Cibis in legálibus,

Cibum turbæ duodenæ

Se dat súis mánibus.

 

Verbum caro, panem verum

Verbo carnem éfficit,

Fitque Sanguis Christi merum.

 

Et, si sensus déficit,

Ad firmandum cor sincerum

Sola fides súfficit.

 

Canta, oh lengua,

el misterio del glorioso Cuerpo

y de la Sangre preciosa

que el Rey de las naciones

Fruto de un vientre generoso

derramó en rescate del mundo.

 

Nos fue dado, nos nació

de una Virgen sin mancha;

y después de pasar su vida en el mundo,

una vez propagada la semilla de su palabra,

Terminó el tiempo de su destierro

Dando una admirable disposición.

En la noche de la Última Cena,

Sentado a la mesa con sus hermanos,

Después de observar plenamente

La ley sobre la comida legal,

se da con sus propias manos

Como alimento para los doce.

 

El Verbo encarnado, Pan Verdadero,

lo convierte con su palabra en su Carne,

y el vino puro se convierte en la Sangre de Cristo.

Y aunque fallan los sentidos,

Solo la fe es suficiente

para fortalecer el corazón en la verdad.

 

 

Tantum ergo Sacraméntum,

Venerémur cérnui:

Et antíquum documentum

Novo cedat rítui;

 

Præstet fides suppleméntum

Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,

Laus et iubilátio;

 

Salus, honor, virtus quoque,

Sit et benedíctio;

Procedénti ab utróque

Compar sit laudátio.

Amen.

Veneremos, pues, inclinados

tan grande Sacramento;

y la antigua figura ceda el puesto

al nuevo rito;

 

la fe supla

la incapacidad de los sentidos.

Al Padre y al Hijo

sean dadas alabanza y júbilo,

 

Salud, honor, poder

 y bendición;

una gloria igual sea dada

al que del uno y del otro procede.

Amén.