28     CRISTO EN CASA DE MARTA Y MARIA.

Vermeer de Delft. Johannes Vermeer
Óleo sobre lienzo, de 160 x 142 cm. Compuesto en 1655
Barroco holandés
Nacional Gallery of Scotland. Edimburgo.
____________________________________ Carmen BARRALES LABORIA

 
Romance de la Suite «El Tábano».   Shostakóvich

Aproximación a la obra

No son muchos los datos que tenemos de la vida de Vermeer y de su entorno familiar. Sabemos que su abuelo materno, Balthasar Claesz Gerrits, era relojero y participó en un negocio de falsificación de moneda…, ocupación nada ejemplar esta última, pero ambas indicadoras de un enorme gusto por el detalle, que quizás heredara el nieto.

Cuando el pequeño tiene nueve años, sus padres adquieren la hostería "Mechelen", situada en una zona privilegiada de Delft, contando entre sus clientes con la burguesía distinguida de la ciudad. Entre estos clientes se encuentran también un buen número de artistas, contactos que serán decisivos para la formación del joven pintor. Sin embargo, no disponemos de ningún documento que haga referencia al aprendizaje de Jan. Sólo conocemos que el 29 de diciembre de 1653 era admitido como maestro en el gremio de San Lucas de Delft, y que para este ingreso precisamente pinto el cuadro de “Jesús en casa de Marta y María”, narrando el encuentro del Maestro con las dos hermanas (Lc 10,38-42). Cuando lo realiza, Vermeer es todavía un joven pintor

Los estatutos del gremio exigían un periodo de aprendizaje de seis años de duración con uno de los artistas reconocidos por la "guilda", La mayoría de los expertos apuntan a Carel Fabritius como el pintor que dirigió el aprendizaje de Vermeer, ya que Fabritius se instaló en Delft en 1650, ingresando en el gremio de San Lucas dos años más tarde. En algunos documentos de la época se hace referencia a Jan como el sucesor de Fabritius, dato en el que se basan los especialistas para afirmar la existencia de este aprendizaje.

Jan contrae matrimonio el 20 de abril de 1653 con Catharina Bolnes, en Schipluy, pequeño pueblo cercano a Delft. Catharina era hija de Maria Thins, mujer que disfrutaba de una aceptable posición económica, que en un primer momento se opuso al matrimonio, tanto por razones financieras como religiosas, ya que ella y su familia profesaban el catolicismo mientras que los Vermeer eran calvinistas. Algunos expertos han apuntado a que Jan se convirtió al catolicismo para contraer matrimonio con Catharina, dato que no está documentado. Pero, en todo caso, lo que sí es cierto es que Vermeer se mueve interiormente en un ambiente religioso cristiano, y que el texto del evangelio le es familiar y querido, y de alguna manera, además, con su extraordinaria pintura feminista expresa una crítica al rigorismo calvinista de la relación entre varones y mujeres.

Los recién casados se instalaron en un primer momento en la pensión "Mechelen" pero siete años después se trasladaban a la casa de Maria Thins, El pintor y su familia vivían en las habitaciones inferiores, habilitando las superiores como estudio, donde se ubicaba la maciza mesa de roble que aparece en muchas de sus telas. La intimidad de este taller explica los interiores de sus cuadros.

Bastantes de sus once hijos fueron niñas que, ya jóvenes, inspirarían, sin duda, los hermosos y delicados retratos de mujer que el autor pinta; entre ellos seguramente la conocida “Joven de la perla” (que es, más bien, una idealización de lo femenino) y estas dos, Marta y María del evangelio.

El final de la vida del pintor es triste. Su propia mujer alude a la situación que padeció: "Por esta razón -la guerra contra Francia- y a causa de los grandes gastos ocasionados por los niños, que él ya no podía afrontar, cayó en un estado de melancolía tan profundo y sus fuerzas le abandonaron hasta tal punto, que en el plazo de día y medio cayó enfermo y murió".

Comprensión y conocimiento de la obra

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Acostumbrados a ver las escenas intimistas pintadas por Vermeer, protagonizadas por mujeres de la época (no siempre de clara reputación, es verdad), nos resulta extraño contemplar un asunto religioso salido de los pinceles del artista, poco dado a temas históricos y bíblicos en general (los pocos que conservamos se realizan en su etapa temprana). El que contemplamos es una de sus primeras obras autentificada (firmada) y de una gran belleza en cuanto a la composición y a las figuras.

Vermeer narra el episodio recogido en el evangelio de san Lucas: Jesús es invitado por unas hermanas –Marta y María- a su casa. (En la narración de este evangelio no aparece el hermano de ellas, Lázaro). Le ofrecen alimento y hospitalidad. Mientras Marta prepara las viandas en la cocina, su hermana María escucha atentamente la palabra del Señor. Al advertir Marta a Jesús de la pasividad de su hermana (que no le ayuda en esos menesteres), éste contesta: "Marta, Marta, tú te preocupas y e inquietas por muchas cosas. Pero sólo una es necesaria y María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada".

En la pintura flamenca de la época (siglo XVI) este episodio se recoge con alguna frecuencia. El tema entraba de lleno en el debate propio de la Reforma protestante a propósito de la preeminencia de la fe sobre las obras (y de la salvación sólo por la fe), malinterpretando el pensamiento de San Pablo (porque para éste –como para todo el Nuevo Testamento- la realización de obras buenas es imprescindible en la misma fe). Por otra parte, las dos hermanas, igualmente queridas por Jesús, representaban para unos y otros el equilibrio entre la vida activa (de servicio) y la vida contemplativa (de escucha de la Palabra divina y de oración).

a) El conjunto

El pintor quiere establecer ciertamente la unión de los dos aparentes extremos temáticos (acción – contemplación). A esta conexión contribuyen dos elementos de la obra: la luz, que cae sobre los tres personajes, y el centro mismo de la composición, enmarcando la mano de Cristo que señala a María (gracias al mantel blanco), en una extensión del brazo que culmina en el rostro amable que se dirige a Marta.

El maestro de Delft recurre a la composición piramidal habitual en el Renacimiento; en este caso muy clara y sin complicaciones (desde el vértice ocupado por la cabeza de Marta), renunciando a cualquier referencia espacial que no sean las paredes de la habitación, para concentrar de esta manera el mensaje que desea transmitir y que ya se ha señalado.

Las pinceladas son largas, aplicando el color de manera pastosa como podemos observar en las arrugas de las telas, elaboradas con tosquedad y, a la vez, con un maravilloso realismo.

Ya en este primer trabajo encontramos la admiración de Vermeer por la oposición entre las tonalidades claras y oscuras: el blanco del mantel y la camisa de Marta frente al azul del manto de Cristo o el rojo bermellón de la camisa de María. También destaca su admiración hacia la luz intensa que provoca contrastes, tomada de los caravagistas de Utrecht. Nos hallamos ante una policromía serena y agradable, muy en consonancia con la escena y las palabras de Jesús.

b) Las figuras

En cuanto a Jesús, Vermeer nos presenta a Cristo sentado en la zona derecha de la composición, dirigiendo su mirada hacia Marta que, en la parte de atrás, trae un cesto de pan y ha preguntado a Jesús algo. El cuadro recoge el momento en que este habla: su boca y su mirada son una pura e importante palabra para el otro, están en esa palabra y no en otra realidad. No hay significación alguna distinta. Y esto es importante porque son bastantes los cuadros del pintor en los que entre un hombre y una mujer existen intenciones de otro tipo.

La mano derecha de Jesús que señala a María es también absolutamente dialogal, y existe así porque la mano izquierda denota un reposo que se trasmite a todo el cuerpo.

María escucha, sentada en un escabel con los pies desnudos, en una actitud atenta, pero no apasionada. También el juego de sus manos indica serenidad y concentración; y la mirada no deja de manifestar cierta sorpresa. En realidad las tres figuras se relacionan gracias a las miradas abiertas de unas a otras.

Marta tiene un rostro bellísimo, de un gran parecido a “La joven de la perla” (por tanto, muy idealizado), y no deja de expresar alguna incomprensión porque está segura de que lo que hace en servicio del Maestro es muy correcto. El pan candeal que porta, apetitoso y recién sacado del horno, le da la razón.

Las dos hacen bien, pero cada una debe hacer lo que hace. Esto es lo que en definitiva viene a decirles Jesús.

Contemplación y oración sobre la obra

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Por un momento el cuadro nos ha llevado a la estéril pugna teológica entre reformadores y católicos… Hoy damos gracias al Señor por andar mucho más unidos y con una visión común de lo esencial del Evangelio. Lo esencial –para las dos hermanas y para cada hombre de buena voluntad- es Jesús mismo, el Señor. Cuando Él ocupa un centro de nuestras miradas o perspectivas y de nuestra actividad (fundamentalmente del servicio a los demás), entonces vamos adquiriendo la seguridad de que lo seguimos, de que existe de verdad un fondo cristiano en nuestra vida.

Podemos dirigir la vista de manera alternada a Marta y a María, y –si deseamos ser cristianos comprometidos- pedir al Señor que nos ayude a encontrar el equilibrio necesario entre la comunión interior expresa con la figura de Jesús (en la escucha de su Palabra) y la acción de entrega a los que nos rodean. La fe es esa síntesis entre las dos actitudes igualmente imprescindibles, no siempre tan fácil.


l diálogo de las dos hermanas –el nuestro- con Jesús podría culminar con el poema de Juan Ramón Jiménez:

Lo que Vos queráis, Señor,
sea lo que Vos queráis.

Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
que sea lo que Vos queráis.

Si queréis que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
que sea lo que Vos queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada,
sea lo que Vos queráis.

Lo que Vos queráis, Señor;
sea lo que Vos queráis.

Lo que Vos queráis, Señor
(Juan Ramón Jiménez)

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